Revista Cultura y Ocio

¿Por qué no votar por la salud pública?

Por Agora
¿Por qué no votar por la salud pública?

En reiteradas ocasiones los medios de telecomunicación, suelen ser utilizados para un fin insondable, maquiavélico; esta característica, indefectiblemente, no cancela la importancia de las informaciones que deben ser transmitidas.

Hace un par de días en la Residencial Arica del distrito de San Miguel, se proyectó con contundencia la voz de una actriz muy conocida, perturbando la tranquilidad de parte del condominio y vecindario. Este acontecimiento correspondería, entiéndase, a una onda frecuencia (como toda nueva tecnología, “de punta”). Y está de más afirmar que no era la aparición de un ente metafísico proveniente del plano astral con el fin de corromper la ecuanimidad, ya sea de un determinado individuo o conjunto de individuos. La teoría que surge es que efectivamente estaba destinado a un receptor (o receptores, dado en la praxis). Del mismo modo, gracias a las telecomunicaciones, opera el famoso “chuponeo” que devela las conversaciones de diversas personas importantes en relación a sus posiciones políticas, perspectivas; claro está que si se aplica este método a un político corrupto, se torna bien empleada la función por la cual se debió crear. El vacío surge cuando una persona, dueña de esta tecnología, utiliza este medio para fines enteramente personales y maléficos. A fin de cuentas, el hombre la creó y, este, comete errores que empañan su condición.

Una frecuencia se definede la siguiente manera: “magnitud que mide el número de repeticiones por unidad de tiempo de cualquier fenómeno o suceso periódico”. Así, esta, propia de los medios de telecomunicación, puede ser accionada por un individuo y, un individuo como tal, puede infringir daño, cometer errores gravísimos. Este pitido para nosotros, onda de frecuencia científicamente, puede golpear, transmitir (codificar y decodificar). Inclusive, por fácil deducción llegar a lo más profundo del aparato auditivo, originando fenómenos como “tinnitus” o “acúfenos” (de los cuales ya se habla que podrían provenir de alguna fuente externa; se justifica con la teoría del estrés tecnológico). Por consecuencia, hacer un mal de uso de las tecnologías características de un medio de telecomunicación, puede originar diversos padecimientos, como ya afirman algunos médicos. La dubitativa se encuentra en que si estos pitidos (ondas de frecuencias) que llegan al oído, son provocadas por un desperfecto del aparato con tecnología artificial o manipulada por un hombre “x” que como afirma el axioma ya acostumbrado, es su propio enemigo.

Por todo lo argumentado, regular los medios de telecomunicación, sus tecnologías (las cuales también son disfrutadas, claro que en mayor magnitud por un operador de servicios de telecomunicaciones como TELEFÓNICA) y más, se torna fundamentalísimo para el bienestar del pueblo. Hipótesis afirman que si estos pitidos-frecuencias desaparecen o, en su defecto, regulan, se disminuiría el estrés y los padecimientos que poseen a esta llamada enfermedad del siglo XXI, como síntoma; en ciencia es equivalente a apagarlas (se tendría que hallar el origen específico) o construir un campo magnético de la misma fuerza que anule todo. En conclusión, controlar las antenas, satélites, aparatos característicos de los medios de telecomunicación en general, conllevaría tranquilidad a la fuerza vital del cuerpo humano. Bueno, ya es una realidad que la rama ecológica-ambientalista en las ciencias sociales está cobrando cada vez más preponderancia.

Con respecto a los medios de telecomunicación, el ilustre candidato Alejandro Toledo, muestra una posición de tolerancia; Pedro Pablo Kuczynski, apoya al “chuponeo” (bueno, deberíamos dilucidar a todos los tipejos que manejan estos aparatos); Keiko Fujimori, por el uso estratégico de los medios de comunicación que se dio en el gobierno de su padre, debería, de alguna forma, reivindicarse; y Ollanta Humala, busca o debe buscar, regularlos. En conclusión, mi voto va para quien descubra la proveniencia de las ondas de frecuencias (“acúfenos” o “tinnitus” externos para la teoría cientificidad del consciente) y por qué afectan cada vez más –mucho más- a diversos compatriotas. En relación a estos padecimientos en el mundo, la incumbencia recaería, obviamente, a los países determinados. También juzguemos nuestro voto, tomando como punto de referencia, la salud pública.

Una teoría –algo arriesgada- que planteo es que el estado pueda poseer, en un futuro mediato, control sobre todos los medios de telecomunicación, para evitar usos inapropiados y hasta malignos. Así el filtro moral y ético controlado por el ANDA también podría instruir y revisar las acciones de los operarios, sobre todo, para evitar usanzas inadecuadas.

Raúl Allain


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