Muchos cristianos, yendo aún más lejos, creen que el sufrimiento es el castigo por el pecado que cometimos (véase "pecado original"). Otros, más en sus cabales, creen que se debe a que Dios nos pone a prueba. Constantemente, de hecho.
Afortunadamente, hoy día la ciencia "se ha conciliado con el estudio de la felicidad", nos dice Punset. El sufrimiento, por tanto, puede ser visto de otro modo.
Es insólito e incomprensible que dos de las tres invenciones más sofisticadas y de mayor impacto de la mente humana -la religión, la política y el arte [...]-, nacidas, justamente, para proteger a los homínidos del miedo, se hayan vuelto instrumentos de terrores indecibles y hayan permanecido ajenos por completo a las ansias primordiales de felicidad para cuya consecución se alumbraron. [1]¿Y por qué existe el dolor? Responde Damasio:
Sólo podemos aventurarlo, pero la razón debe tener algo que ver con el hecho de que el sufrimiento nos pone sobre aviso. Sufrir nos ofrece la mejor protección para la supervivencia puesto que aumenta la probabilidad de que los individuos hagan caso de las señales de dolor y actúen para evitar su origen o corregir sus consecuencias. [2][1] Eduard Punset, El viaje a la felicidad, Ediciones Destino, Barcelona, 2005, p. 124.
[2] Antonio Damasio, El error de Descartes, Editorial Crítica, Barcelona, 2006, p. 301.