Se acerca la sucesión presidencial, una de las más difíciles en la Historia de México. Sin embargo, hemos de confiar en la habilidad de nuestros políticos, generalmente convenencieros, para garantizar que esta sucesión sea pacífica, porque la gente ya se hartó de politiquería, y lo peor es que por la desmedida ambición de estos políticos se generaran reacciones violentas.
La cuestión es que, al parecer, las encuestas favorecen al candidato de supuesta izquierda, Andrés Manuel Obrador, quien a estas alturas de la contienda se mantiene firme en la delantera ante sus principales opositores Mead y Anaya, del PRI y del Frente, respectivamente.
En consecuencia, hay mexicanos a quienes les causa escozor la mera posibilidad de que López Obrador pueda alcanzar la mayoría de votos en las próximas elecciones de julio.
Que nadie cante victoria
Nada es seguro todavía, pero a juzgar por ciertas manifestaciones, entre las que destacan los más recientes discursos de Obrador en que habla ya como presidente electo (lo cierto es que nunca dejó de hacerlo), cualquiera pensaría que las negociaciones entre políticos de diversos partidos se encuentran avanzadas para la sucesión, si no es que arregladas.
A nadie extrañaría este posible escenario, dada la proclividad de nuestros políticos para acomodarse de la mejor manera en cuanto ven una causa perdida; por naturaleza e históricamente han sido convenencieros, con sus muy honradas excepciones.
Críticas al delantero
En esta etapa de la contienda menudean las críticas a Obrador por parte de quienes no lo quieren y nunca lo quisieron. Entre estas críticas destaca que buscaría eternizarse en el poder, ya que –dicen—el problema no es que alcance la Presidencia sino que se niegue a dejarla, como don Porfirio. Es decir, lo tildan de posible dictador (Valga decir que su edad ya no le ayuda para esto).
A estas alturas hay, por supuesto, otros mexicanos que, sin haber comulgado nunca con López Obrador, confían la suerte de México a la Divina Providencia. ¡A rezar, pues..!
La paz ante todo
En fin, las cosas no están para llorar, pero sí para preocuparse por el futuro del país donde nacimos, vivimos y seguramente moriremos. Aquí están nuestras raíces y nunca renunciaremos a ellas.
Lo que podemos decir en este momento es que ojalá nuestros políticos vean ahora no sólo por sus conveniencias –a las que son tan adictos—sino también por los máximos intereses de la nación, y no permitan que por ambiciones personales o de grupo se fracture la paz social (más de lo que ya está).
Necesario es garantizar a toda costa una sucesión pacífica del poder a partir de las próximas elecciones presidenciales. Y esta gran responsabilidad recae principalmente sobre el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, pero también entre los principales protagonistas de la contienda, incluyendo al propio López Obrador, a quien nadie le perdonaría que si efectivamente pierde la elección, trate de violentar al país.
Esperemos que, con todo y los nubarrones de tempestad que se ciernen en el cielo nacional, todo se resuelva en sana paz.
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del lunes 5 de febrero de 2018.