Primera Parte: ¡Como si jugarlos no estuviera ya mal visto!
Este es un artículo abuelocebolletil y gafapastil. Avisados quedan.
Soy un joven adulto, es decir, estoy en mi treintena y me río (bueno, ya no tanto) cuando un cómico de mi edad se pregunta sobre un escenario por qué Espinete iba en pelotas por la calle y se ponía un pijama para dormir. Y aunque no me prodigue mucho, le echo la culpa de mi afición a escribir sobre videojuegos a la segunda época de Micromania. Si usted es tan viejo de cuerpo como yo, o como Koopa de cabeza, sabrán de lo que estoy hablando: tamaño “periódico” con la búsqueda de portadas impactantes, si puede ser un diseño de Luis Royo o Azpiri; mejor.
Para mi no solo el tamaño era importante1 sino que daba la impresión de que el periodismo…¿videojueguil? se había hecho mayor de edad. Por supuesto, a un servidor se le pasaba en un principio la relación “especial” de Hobby Press con Dinamic o el poco caso que se le hacía a las consolas (previo, obviamente al desembarco de Hobby Consolas en los kioscos) pero daba igual, cada mes perseguía el nuevo número impacientemente, incluso cuando se pegó el estirón de los 8 a 16 bits y mi Amstrad empezó a languidecer sin nuevos discos que llevarse a sus 128 kbs de RAM.
Secciones como “Los maniacos del calabozo” (cuyo moderador ahora lleva un blog sobre economía casi antisistema, vivir para ver), las guías de aventuras o entrevistas tan impagables como la realizada al artista H.R. Giger transformaban el panorama de las revistas sobre nuestra afición. Y en esta época pre-Internet, daban la sensación de formar parte de una comunidad, aunque en el caso del Rol, tengo que reconocer que disfrutaba más de los relatos acerca de sus acertijos y argumentos que de jugar, además creo que para mi CPC lo mas “digno” fue el HeroQuest…
Por supuesto, tampoco hay que ponerse ni épicos ni melodramáticos. La crítica o el periodismo sobre videojuegos no deja de ser, para algunos, innecesaria. Quiero decir, ni en mi colegio ni en mi escuela nos poníamos, pipa en mano, a discutir sobre las excelencias gráficas de un “Ghouls ‘n’ Ghosts”, lo logrado de los fondos de un “Shadow of the beast” o las mejoras en los interfaces gráficos en cada nueva aventura de LucasArts. No, como sucede en la música o en el cine, “eso mola” o “eso está muy guapo”. La experiencia del jugador es directa y no necesita de nadie que le cuente que eso a lo que está jugando lo mismo no es muy divertido pero es muy profundo.
En aquella época, los juegos no pretendían serlo. Parte del discreto encanto de aquella época era mandar cartas a las secciones de Andrés Samudio sobre aventuras conversacionales2 o averiguar qué nueva máquina nos iban a traer los fabricanes para jugar… quiero decir, para ayudarnos en nuestros estudios. Guiño, guiño, codazo, codazo.
Por supuesto, a muchos de nosotros nos hubiera encantado tener un trabajo en Super Juegos, Hobby Consolas, Micro Hobby, Amstrad Sinclair Ocio, etc, etc… Primero por las ventajas obvias: juegos gratis y posibilidad de echarnos partidas hasta terminarnos el juego, aunque entiendo que esto último puede verse como una desventaja dependiendo del título en cuestión. Segundo porque uno tiene esta visión romántica de que tener el trabajo de tus sueños es la antesala a la felicidad, y tercero porque somos incapaces de adivinar los malos rollos que se pueden generar en una comunidad tan inocente a priori como es la de los freaks, la subcultura o como se quiera llamar a este mundillo.
En cualquier caso, hay veces en la vida que es mas divertido hablar, escribir o leer sobre algo que hacerlo en si mismo. El ejemplo paradigmático de esta conducta tan humana sería el fútbol, si solo hay partido una o dos veces por semana ¿como es posible que el Marca y el As salgan todos los días y siempre tengan temas de los que hablar? La ventaja de los videojuegos es que ni siquiera los fans mas radicales del FIFA salen a la calle con puños americanos para romperle la mandíbula a algún fan del Pro, aunque hijos de puta hay en todas partes (esto es una frase adjudicada a Serrat, aunque me temo que apócrifa) y lo mismo te borran tu gamer tag sin pasar por la casilla de “te vas a enterar”
A última hora, a todos nos gusta debatir, rebatir y pontificar sobre lo que nos apasiona y como bloguero y colaborador ocasional en prensa escrita (aunque trato otros temas) me resulta complicado encontrar algo tan interesante como los videojuegos que genere tantas noticias diariamente, tan interesantes y tan variadas. Siempre hay alguna compañía que decide absorber a un innovador estudio de programación, algún juego que resulta ser víctima del hype o algún sleeper independiente que te retrotrae a esos tiempos tan lejanos del Amstrad en los cuales resolvías un juego con los cursores y dos teclas, disparo y salto.
Dejando la nostalgia a un lado, se ha producido un fenómeno curioso en los videojuegos, principalmente en los últimos 20 años hemos sido testigos de una profesionalización bestial en un sector relativamente joven. Pero al mismo tiempo, el público tiene sus herramientas para ejercer como periodistas tan cerca como los propios profesionales. Además, el aficionado a los videojuegos suele ser alguien abierto a las innovaciones de hard y software, con lo cual se mueve por cada nueva red social como pez en el agua y expresa su opinión. A veces de forma desafortunada.
Probablemente, cuando empezamos a bloguear, postear en foros o incluso cuando se nos cruzan los cables y trolleamos indiscriminadamente, nos vemos como agudos y ácidos gordos de la web cuya versada opinión debe ser escuchada atentamente, y nos olvidamos de que detrás de ese juego que hemos puesto de vuelta y media hay personas que han invertido horas interminables de trabajo.
Para mi, el ejemplo mas claro son los simuladores de béisbol. Por algún extraño motivo, siendo un español del sur, me siento atraído por los juegos yanquis como el rugby o el mencionado deporte de las gorras y los bates. En cada crítica que he leído sobre ellos, a la puntuación – normalmente baja – les iba unido el comentario “aunque suponemos que están bien para los que les gustan estos deportes”. Por supuesto, y como es normal, los Madden barren tanto o más en el mercado USA como los FIFAs en Europa. Digo esto como ejemplo de lo relativo de los gustos, incluso en videojuegos, dejando aparte a ciertos juegos basados en películas.
En definitiva, si en 20 años hemos pasado del Amstrad a Playstation 3, y de las críticas escritas a esas autenticas virguerias de la edición de vídeo que son las reseñas de Gametrailers, simplemente, como jugón y escritor ocasional sobre este mundo, me muero de ganas de saber qué es lo próximo.