Porque esta vida no vuelve,
entrega amor infinito a una sola flor,
escucha con inocencia la voz de un solo pájaro.
Esa atención es oración.
-Sakamura Shinmin
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Este poema pequeño e imperceptible ha tocado fibras íntimas importantes. Resuena con nuestra práctica Zen y quiero compartirlo.
Sakamura Shinmin (1909–2006) fue un poeta budista japonés conocido por su lenguaje simple y espiritual. Fundó su casa-templo Tanpopod? en Tobe (Ehime), desde donde escribió miles de poemas sobre la humildad y la fe budista. Su poesía es un puente entre la tradición popular y la visión Zen moderna, transmitiendo esperanza y compasión.
Porque esta vida no vuelve,
El poema nos toca con una verdad tan simple como profunda: la impermanencia. Esta vida, este preciso instante, nunca se repetirá. Para Dogen Zenji, el fundador de nuestra escuela Soto Zen, esto no es un motivo de tristeza, sino el corazón mismo de la realidad. Él enseñaba el concepto de Uji, Tiempo-Ser. Para D?gen, el tiempo no es un río que fluye; cada momento es la totalidad del ser, completo en sí mismo. Por eso, este momento no es un ensayo para el futuro, es la vida misma manifestándose.
entrega amor infinito a una sola flor,
escucha con inocencia la voz de un solo pájaro.
Aquí, Sakamura-san nos habla sobre la práctica de la atención plena y total. No nos pide realizar hazañas espirituales extraordinarias, sino poner toda nuestra energía y corazón en la acción más simple. Esto es exactamente lo que Dogen llamaba Genjokoan, el koan que se manifiesta en el presente. La flor no es un símbolo de otra cosa, es la realidad misma. Escuchar al pájaro con «inocencia», sin juicios ni distracciones, es la práctica de shikantaza , simplemente ser consciente, pero aplicada fuera del zafu. Dogen nos enseñó que lavar los platos, cocinar o barrer el patio, si se hace con total atención, es la misma práctica que sentarse en Zazen.
Esa atención es oración.
Esta última línea es la clave que une todo. En el Zen, la «oración» no es una petición a una deidad externa, sino un acto de profunda comunión con la realidad tal como es. La atención plena, entregada de todo corazón a una sola flor o al canto de un pájaro, es el acto más sagrado que existe. Es reconocer la maravilla de este momento irrepetible, y en ese reconocimiento, encontramos la paz y la liberación. Es la realización de que no necesitamos buscar nada fuera de nuestra experiencia; todo lo que necesitamos para despertar está justo aquí, justo ahora.
