El otro día una amiga me contó que estaba mal porque sentía que era muy distinta a cuando se casó. Una persona diferente. Ella, mi amiga, es una luchadora que pasó y pasa por momentos que solo algunas pueden superar y vivir con tanta grandeza, alegría y esperanza como lo hace ella.
Me habló que había cambiado y que tenía la certeza que parte de ella no volvería.
Yo creo que la vida te va dejando cicatrices, en el alma, en el cuerpo, en el espíritu. Creo que si vivís a pleno, con pasión, con amor, dando todo por los tuyos terminas así, con marcas. Y esas marcas te cambian, claro que sí. A algunas más y otras menos, quizás para mejor o quizás no tanto.
No soy la misma que hace 15 años cuando me casé y mi marido tampoco lo es. Tuvimos y tenemos problemas que vamos solucionando, nos vamos adaptando al mundo cambiante, a nuestros hijos que crecen imperfectos, a nuestros padres que se convierten en personas reales, a nuestro cuerpo que cambia, todo cambia y nosotros hacemos los posible por volver a encontrar un equilibrio en medio del caos.
Fui probando hobbies, adopté nuevos, dejé los de antes. Cambiaron mis intereses, por momentos fui fan de programas de cocina, después fue el momento de los especiales de maternidad, quizás en un momento aprendimos todo lo que queríamos saber de sexo o de nosotros mismos. Pasamos por distintas etapas, nuestra rutina se alteró y nuestras actividades también.
Y todo esto nos dejó marcas, cicatrices. Creo que no está bueno intentar ser como éramos hace años atrás. Está bueno, está genial mejor dicho, entender cómo somos en cada momento, conocernos, aceptarnos y desde ahí buscar la felicidad.
Me gusta tener la paciencia, la buena energía, el amor para disfrutar el camino, y cada tanto, parar, levantar la mirada, agradecer a la vida por lo que tengo, por lo que soy y luego seguir adelante.
Cambie mucho de cómo era, algunas leyes que consideraba inamovibles se movieron, algunos puentes que jure no cruzar, al final, los cruce. Corrí, caminé, amé, lloré, por cosas que me negaba, que veía como inconcebibles. Y todo eso me marcó, tanto en mi alma como en mi cuerpo.
Creo que darte cuenta de las cicatrices, aceptarlas como parte tuyas que están porque viviste, porque vivís, porque te jugas todo por todo, porque dejas un poquito de vos, y tomas algo del resto, del entorno, de los que están ayudando.
Cambié y estoy llenita de cicatrices. No soy la misma en muchas cosas y en otras soy la misma. Quiero cambiar, porque cambiar es evolucionar, es aprender, es seguir avanzando en esta vida que te asombra día a día.
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