Revista Espiritualidad

Posando para la Foto

Por Av3ntura
Cada vez que la vida nos enfrenta con las situaciones que más tememos solemos reaccionar en caliente, proyectando toda nuestra rabia contra quienes, muchas veces, menos culpa tienen de nada. El dolor, la frustración y la impotencia nos obligan a mirar en una sola dirección y somos incapaces de captar la información que discurre paralela a la vía que sigue nuestra mirada. Queremos encontrar al culpable de lo que nos ha pasado y que se haga justicia con él. Y en nuestra obsesión, no podemos pensar en otras variables posibles, ni tampoco podemos cuestionarnos lo que los medios de información nos venden como la versión oficial de los hechos.Cada vez que hay un accidente o un atentado en el que muchas personas pierden la vida y otras muchas resultan heridas, los medios de comunicación nos bombardean con imágenes y testimonios que monopolizan nuestra vida durante unos días y nos acaban contagiando su estado de crispación e incredulidad por los hechos que narran. Siempre nos centramos en querer encontrar cuanto antes a los culpables, como si tener a alguien a quien cargar con la responsabilidad de lo ocurrido nos pudiese resarcir por las vidas perdidas o por las secuelas que sufrirán los heridos de por vida.
Posando para la Foto
Los psicólogos acostumbran a recomendarles a las víctimas que trabajen sus respectivos duelos y les recuerdan que necesitarán tomarse su tiempo para que sus vidas vuelvan a discurrir por el cauce más adecuado. El tiempo nunca consigue curar a nadie por completo de las heridas que le ha podido causar otro ser humano, pero sí se convierte en un perfecto aliado a la hora de ayudarnos a interpretar mejor los hechos acontecidos y a ser capaces de mirar en esas direcciones paralelas que, en medio del desastre, habíamos ignorado por completo. Cuando somos capaces de enfriar un poco la mente y de permitirle pensar con toda la tranquilidad y la serenidad del mundo, ésta es capaz de deslumbrarnos con hallazgos increíbles que siempre acaban arrojando mucha luz sobre nuestras dudas y mostrándonos el nítido camino de otras versiones de la realidad que no siempre coinciden con la versión autorizada y legitimada.Cuando somos informados de que se ha producido un atentado o de que se ha cometido un asesinato, siempre equivocamos la primera pregunta que nos formulamos de forma casi automática. La pregunta no debería ser “¿Quién ha sido?  sino “¿A quién le beneficia la situación que viene después de ese atentado o de ese crimen?”Cuando hace un año la Rambla de Barcelona y el paseo marítimo de Cambrils se tiñeron de sangre por los atentados perpetrados por unos jóvenes descerebrados que consintieron morir matando como tributo a Alà, todos dirigimos nuestra mirada hacia la comunidad musulmana y nos cuestionamos si podíamos sentirnos seguros teniéndoles como vecinos. Las televisiones no dejaron de emitir a todas horas imágenes de los terroristas, de sus familias, de los mossos de esquadra que les abatieron, de algunas de las víctimas y del imán de Ripoll a quien señalaron desde el primer momento como el principal responsable de los atentados.Con la mayoría de los terroristas muertos y el resto en la cárcel, el tema parecía quedar cerrado. Desgraciadamente, todo apuntaba a una muestra más del odio que Estado Islámico siente hacia occidente y todo lo que representa. Pero entonces empezó a desencadenarse un cruce de acusaciones entre el Gobierno de España y la Generalitat de Catalunya. Se reprochaban mutuamente no haber facilitado toda la información de que disponían unos y otros y se cuestionaban las actuaciones del cuerpo de mossos de esquadra, de la policía nacional y del CNI. Todo este embrollo no presagiaba nada bueno y muchas de las declaraciones de aquellos días y de días posteriores de algunos ministros aún lo acababan complicando todo mucho más.Si un país de la Unión Europea está en el punto de mira de un grupo terrorista y ese país, a través de su servicio de inteligencia o de los muchos confidentes con que cuenta la policía del cuerpo que sea, tiene conocimiento expreso de que se está preparando un atentado en una de sus ciudades y sabe incluso los puntos que pueden resultar más vulnerables, lo lógico es que se dejen de medir los egos entre gobiernos centrales y autonómicos y se pongan todos los medios necesarios para abortar dicho atentado. Lo que no sería normal en un país de esa misma Unión Europea ni de cualquier punto civilizado del mundo, es que cada uno vaya a su bola y trate de ponerle la zancadilla a los compañeros de su mismo bando. Sin embargo, es lo que ha pasado en España. No sólo en 2017 en Barcelona y Cambrils. Pasó lo mismo en el atentado del 11M en Madrid y seguro que, si indagamos en la hemeroteca, encontraríamos muchos más ejemplos de lo incapaces que somos de ir todos a una cuando se trata de defendernos de un enemigo común.Pero, lejos de aprender de los errores, en este país tan repleto de banderas y de falsos patriotas, todo lo arreglamos reivindicando los derechos de las víctimas en los aniversarios de sus muertes o de sus pérdidas irreparables. Y, cómo no, haciéndonos la dichosa foto todos juntos, aunque no nos soportemos y el resto del año seamos incapaces de coordinarnos para que esas víctimas se sientan de verdad comprendidas y abrazadas.Posando para la FotoSi nos atrevemos a lanzarnos la pregunta de “¿A quién o a quiénes beneficiaron el año pasado los atentados de Barcelona y Cambrils?” quizá entenderíamos que esos casi niños que los perpetraron no fueron más que las marionetas a quienes otros con mucho más poder que un simple imán de una capital de comarca manipularon a su entero antojo. No les importó valerse de su fe en Dios para convertirles en el arma que habría de cometer los crímenes que ellos desde sus despachos nunca se atreverían a llevar a cabo. ¿Quién es el verdadero criminal: el que dispara a matar, el que conduce una furgoneta arrollando a cuantos encuentra a su paso, o el que ordena que algo así suceda? Y al que lo ordena, ¿quién le paga? Porque los que mandan, nunca se muestran dispuestos a morir por su Dios, sino a matar por el vil metal. De la misma manera, ¿quién es más asesino: el pobre soldado que en el frente de Yemen se ve obligado a disparar para evitar que le disparen a él o el señor que comercia con esas armas y luego sale impecable en las fotos?El año pasado se popularizó el lema “No tenim por”. No hemos de vivir con miedo, pero tampoco podemos vivir tranquilos sin saber en manos de quiénes estamos en realidad. La política se ha convertido en algo muy peligroso. Parece que, para conseguir gobernar, todo vale. A un partido le valía culpar a ETA de un atentado yijadista sólo porque así  trataba de asegurarse su reelección. A ese mismo partido y a la oposición, por tratar de impedir un referéndum en Catalunya, ¿también les valía todo? ¿Desde cuándo son importantes para los gobiernos las víctimas colaterales? Los resultados conseguidos con sus guerras sucias y sus desvergüenzas siempre las acaban justificando. Es así por más que nos duela, por más que nos asquee y por más que deberíamos luchar entre todos porque la JUSTICIA cayese con todo su peso sobre estos psicópatas de guante blanco y les deshabilitase de por vida para ocupar cargo público alguno.Pero, lejos de eso, el día 17 les volveremos a ver a todos en Barcelona, simulando estar apenados y compungidos, entre flores de homenaje a unas víctimas por las que no se han preocupado en todo el año. Y saldrán todos muy guapos y convincentes en la foto. Lástima que su unión sólo sea una muestra más del postureo que ahora es tendencia.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749

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