Siempre que hay un conflicto, individual o colectivo, lo relacionamos con la economía y no con la historia, la tradición y las creencias, por lo que ahora numerosos medios presentan como víctimas de la pobreza a los terroristas nigerianos de Boko Haram que secuestraron a 273 niñas cristianas en nombre de Alá.
Este pensamiento llega al extremo de que en el diario The Guardian, inspirador y alma del postprogresismo europeo, su analista Nafeed Ahmed atribuye el origen y los actos de estos enloquecidos islamistas al calentamiento global.
Quizás por igual motivo Hillary Clinton se negó a declararlos banda terrorista durante su mandato como Secretaria de Estado de Obama, entre enero de 2009 y febrero de 2013, pese a que actúa en Nigeria desde 2002 matando con saña a millares de cristianos en iglesias y escuelas.
Estamos bajo el imperio de ese postprogresismo que tan bien representa The Guardian, y aquí hasta hace poco El País, suma la intolerancia frente al judeocristinanismo como fuerza cultural y único medio en el que pudo surgir el racionalismo, a la simpatía hacia fuerzas oscuras como la new age y las supersticiones, y disculpa las dictaduras izquierdistas y el islam jihadista.
Los fanáticos de Boko Haram son parte de los muchos de millones de musulmanes que por la machista fe salafista exigen poder ejercer su brutalidad sobre la mujer.
Debe sumárseles la tradición del hombre primitivo: hace pocas generaciones sus antepasados vivían en la edad de piedra, se exponían a terribles peligros para proteger y dar de comer a sus mujeres e hijos, por lo que les exigían ciega sumisión.
Boko Haram, de pobre, nada: es un grupo fanatizado y primitivo, entre el islam de multimillonarios, como era Bin Laden, y la edad de piedra.
Muy interesante eso del calentamiento global como origen de los asesinos de masas.
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SALAS