There will be blood (Paul Thomas Anderson, 2007. EEUU): la obra de madurez, y maestra, de su autor, un Paul Thomas Anderson que aquí firmó un ejercicio visualmente imponente, donde Daniel Day-Lewis (un intérprete excepcional, grande entre los grandes) realizó una de las más intensas interpretaciones de su carrera interpretando a un personaje monstruoso, y monstruosamente codicioso, como un magnate del petróleo, pionero de la extracción de dicho compuesto en los ya megacapitalistas Estados Unidos fronterizos entre los siglos XIX y XX. Anderson está inspiradísimo, cuidando con mimo cada detalle de este ambicioso y arriesgado proyecto, el cual le sale redondo. Si acaso, como es habitual en él, se pasa de duración, pero es una película imprescindible.


