Revista Viajes
Continúo por esta ciudad maravillosa. Me hallo ante el puente de Carlos o Karluv Most, que parece flotar sobre el río Moldava, orgulloso de sus estatuas egregias y blasones peripuestos. La gente deambula de un lado al otro, cruzando sobre el cauce fluvial, fotografiando esas fachadas cautivadoras y aristocráticas de la calle Celetna y sus aliadas aledañas. Deambulan pues entre Stare Mesto y Mala Strana.
El puente, de tiempo de Carlos IV, fue construido por P.Parlier y J.Ottl ya reinando Wenceslao IV. Desde aquí me uno a ese informe cauce humano que admira los palacios barrocos y de estilo rococó. Algunos deciden adentrarse en el anómalo e incomprensible universo deformado de Kafka en el museo que le rinde pleitesía. Yo, por mi parte, decido aglutinarme junto a quienes siguen clavados al hechizo de este museo al aire libre que es Praga en sí misma.
Así llego hasta el bello teatro de los Estados Generales o Stavoske Divadlo. Es el más antiguo, pese a la modernidad juvenil que exuda su preciosa fachada de color pistacho. Es una obra erigida en el siglo XVIII por A.Haffernecker...
Todavía en la zona vieja o Stare Mesto tengo tiempo para pasear por la calle Zeletna o del hierro, pues antiguamente aquí se concentraban negocios de metalurgia.
Una de las joyas de esta ciudad acaso sea la iglesia de Nuestra Señora de Tyn, pese a estar ennegrecida y "manca" de una de sus dos torres prístinas.Pero donde se aglutina la gente, y no por razones inanes, es ante el maravilloso reloj astronómico (1410-1510), una fascinante creación artística y tecnológica del maestro Mikulas de Kadan. El Ayuntamiento decide instalarlo poniendo al frente de tal empresa al artesano Hanus de Ruze, si bien lo pone en marcha, a pleno funcionamiento en el siglo XVI J.Taborsky.
Mientras esperamos a que comience el curioso y simpático espectáculo de figuras en movimiento, cada hora se inicia el llamado desfile de los apóstoles, podemos maravillarnos un poco más con las increíbles fachadas y edificios, como el del propio ayuntamiento: una aleación asombrosa gótico-renacentista.
Mis pasos, que parecen conocer de sobra ya el camino hacia el hechizo de Praga, acaban por derivarme hacia el Puente de Carlos una y otra vez. Paseo por Karlova y me dejo llevar por los callejones adheridos a Liliova y aledañas. Y es que uno no puede pasar por este lugar sin hacer fotos compulsivas en los magníficos puntos estratégicos que ofrece el puente insigne y vetusto, pues 6 siglos cuenta su estructura, preñada de estatuas de santos, 30 en total. Si acucia el hambre, una zona adecuada está en Betlemske Namesti. Después podemos fatigar un poco más a nuestros pies recorriendo Uhelm Trh, donde se ponía el antiguo mercado de carbón, y así conocer el Praga interior, por supuesto, repleto de edificios nobles fabulosos, como el descollante Palacio Adrián. También se puede llegar hasta aquí apeándonos en la boca de metro de Mustek.
Al fondo aparece ya la Vaklavske Namesti, con la estatua del príncipe Wenceslao sobre un caballo. La plaza, que es inmensa, tiene 1 km.
De camino al castillo, fundado por los abuelos de Wenceslao, me admiran los edificios en calle Bolzano.
3 patios interiores me llevan al interior del castillo, pero antes debo pagar una entrada de 250 coronas, o sea, unos diez euros. Es una maravilla la gótica catedral de San Vito, siglos XIV-XV, estilo francés, con su estampa egregia y esas vidrieras preciosas y luminosas. Seis siglos tendrían que pasar, en tiempos de Carlos IV, para que culmine el proyecto del arquitecto Matías de Arras.CATEDRAL DE SAN VITO
BASÍLICA DE SAN JORGE
La parte neogótica es del siglo XIX. Me llena de arrobo este templo diáfano y espacioso. Inmenso es el rosetón, 10 metros perimetrales, arcos góticos que miran hacia el cielo. No podrás apartar la mirada de las capillas laterales, con abundancia de verdes, rojos y dorados.
Tras el sepulcro está San Vito. Desfallezco un poco ante la sobriedad espartana de las salas del castillo.
Pero ese ánimo convulso revierte cuando admiro la sanguínea, por roja, iglesia de San Jorge, fundada por Vratislaus I, duque de Bohemia, en el año 920. Es la más antigua de la ciudad.
Al subir por Zlata Ulicka llego hasta la calle del oro por una escarpadura no apta para artríticos... Es una zona llena de turistas, animadísima y estrecha. Te sorprenderán las casas casi liliputienses, preciosas, enanas. Queda tras el Monasterio de San Jorge y se conoce también por calle de los alquimistas a causa de una leyenda de tiempos de Rodolfo II, que andaba tras los arcanos de la piedra filosofal y la producción de oro. Ahora acoge a artesanos que venden productos preciosos. Te hace sentir partícipe de un cuento medieval.
Si te fijas en la casita azul, la número 22, ahí vivió Kafka. En la siguiente, sube por la pequeña escalera para ver trebejos diversos medievales de motivos de guerra: armaduras, lanzas, escudos, armas de combate...
Es bastante empinada y resbaladiza la bajada por Stare Zamecke Schody, pero no te vayas sin pasar por el mirador al salir de la calle de oro. Para tomar un café o comer algo opto en este día por adentrarme en el recoleto y encantador local que encuentro en Tristoleti, en Misenska 4.
Es un lugar tranquilo, bonito, moderno y andan los precios desde 150 coronas aproximadamente.