Revista Viajes
TEATRO NEGRO DE PRAGA.
Sigo paseando por esta ciudad que necesita más de mis misérrimos tres días para disfrutarla a fondo. En ese tiempo le extraigo todo su jugo, Praha, Praga, bien lo merece. Voy a poner una nota dulce y muy recomendable en la recomendable calle Melantrichova. Aquí, al igual que en la esencial Karlova, hallarás un paraíso de caramelos en la tienda Captain Candy. Son preciosos, tan bonitos, tan variados, da gusto verlos, casi a punto de desplomarse de esos toneles de pirata a rebosar.
Sigue por esta calle para desembocar en el ayuntamiento, con ese reloj astronómico increíble que convoca a todas horas hordas innumerables de turistas.
Las iglesias más increíbles de Praga, o en todo caso, a la cabeza de la lista abrumadora, están en Krizovnicke Namesti. Iglesias de San Salvador y San francisco. Ambas son de quitar el sueño y resucitar a los difuntos. Son además una excelente opción para ver algún concierto de música clásica.
Te puedes tomar un helado, si te gustan estas delicias al estilo casi rococó de los italianos, en Gelateria Café La Torta, en la calle Melantrichova. Los cafés italianos son memorables.
Para comprar mercancía checa, nada mejor que el precioso mercadillo permanente entre Melantrichova y Havelska. Cierran a las 18:00.
Yo, que adoro la música clásica, me he decidido por un concierto en la Capilla de los espejos, en Karlova 1.
Mejor elección no hay... Iglesia barroca, alucinante, con esos techos pintados de escenas bíblicas renacentistas italianas y profusión pictórica de azules, rojos y dorados. Una ornamentación suntuosa, columnas de mármol y áureos capiteles.
La música... Así debe ser la celestial, así debe sonar el susurro de los ángeles. Cierra los ojos, obtura el resto de los sentidos innecesarios, deja que la música se haga con el control... Deja que te subyugue... alucinante experiencia, un dinero bien gastado. Los intérpretes, como la música misma, no son de este mundo.
Antes mencionaba dos iglesias imprescindibles, pero de regalo voy a ofrecerte otra más: la iglesia de San Giles. Sobrecoge su barroco apabullante y de comparsa, unas pinturas en el techo donde juegan en silencio los granates con los blancos y los negros del ocaso. Destaca como una mecha de medianoche el tono áureo de los capiteles de las columnas. Estoy entre Husova y Karlova, dos calles a las que quedo rendido. Mucho menos excelsa es la capilla de Belén, en Bethlemski Nam. Fue fundada por J.Kriz y el cortesano Hanus de Mulheim en 1391. Su estructura cuadrada y aséptica me deja lívido de desidia. Acaso, y por aquello de la bondad del turista que lo mira todo con ojos de zagal, son bonitos los frescos de la pared.
La plaza, de estilo italiano, es un buen lugar para venir a comer. Dirígete a Krizovnicke Nam para descubrir el mundo "oculto" bajo la galería comercial por la entrada que pone: U Salamouna.
Estoy de nuevo en Mala Strana, por aquí paso cada dos por tres cuando me hallo entretenido cruzando el puente de Carlos. Mala Strana, Malostranske square, me recibe con un gentío como de exilio y con una iglesia magnífica: la barroca de San Nicolás. Hay que pagar 70 coronas, ¿acaso porque tocara el órgano Mozart en su día? Bueno, lo cierto es que es una de las iglesias más descollantes de Praga. Bien lo vale su barroco deslumbrante. Sube a la planta superior para quedar embriagado de tanto ornato dorado y asalmonado en divina conjunción.