El sol brilla en el centro del cielo.
Todas las cosas vuelven sus rostros hacia la luz.
Todas las cosas en la vida dependen de la dirección. En nuestro mundo, todo está orientado hacia el sol: Los planetas giran alrededor de él, las estaciones dependen de él, y nuestro concepto mismo del día y la noche están ligados a la salida y la puesta del sol. El sol es el elemento dominante en nuestras vidas.
En todas nuestras otras áreas de acción, no podemos evitar hacer arreglos que tengan un centro o una orientación. Nuestras vidas requieren de composición, tal como el sistema solar tiene una relación y una estructura.
Sin embargo, toda estructura y orientación son esencialmente arbitrarias. Tomamos el sol como centro de nuestro mundo debido a nuestro punto de observación. Para alguien que esté en otra galaxia, nuestro sol no es más que un punto más en un espacio sin límites. No hay un estándar absoluto por el cual llamar verdaderamente el centro a algo. Por lo tanto, todos los arreglos y todas las composiciones, todas las determinaciones de un elemento predominante son relativas, subjetivas y provisionales.
No hay centro excepto por aquel en nuestra propia consciencia. Cuando miramos al sol y la disposición de los planetas, también debemos incluirnos a nosotros mismos como observadores. ¿De qué otro modo habría determinación de lo que está siendo visto? La consciencia es parte del fenómeno. Nosotros somos el centro, y no hay una medida absoluta.