No, no hay dolor de los pecados ni arrepentimiento ni propósito de enmienda. Los candidatos que luchan por conseguir un reconocimiento a sus meteduras de pata siguen apareciendo aquí, allá y acullá, sin reparo y sin sonrojo.Y hablando de pecados y arrepentimientos, ¿dónde han de ir aquellos que desean confesarse? En el primer capítulo de la serie “Infierno sobre ruedas”, dice un personaje: “Le dispararon cuando rezaba en el confesionario."Aquí tenemos un error tan sutil, tan generalizado, y una palabra tan caprichosa, que realmente no sé si si merece un Premio Gamba. Es decir, admito que esto es de tiquismiquis, pero creo que no está de más comentarlo.
El caso es que donde se confiesan los pecados es en el confesonario, mientras que el confesionario es, según la RAE, un “tratado o discurso en que se dan reglas para saber confesar y confesarse.”
Curioso, ¿eh? No sé si el siguiente caso será un pecado. Supongo que no, pero una falta de acierto y de mesura sí me parece. Hace poco dejaron en los buzones de mi vecindario un folleto publicitario de una caja de ahorros.En dicho folleto podemos leer: “Andalucía, libera tus jurdeles de mano ajena”. Como no sé lo que significa jurdeles ni es palabra que haya escuchado jamás, consulto el diccionario de la RAE para asegurarme de su significado. Pero hete aquí que el extraño vocablo no aparece en las páginas de dicha publicación. Entonces escribo “jurdeles” en Google y solo encuentro un lugar en el que se recoge el término y que es un diccionario de palabras de Sanlúcar (Cádiz).Es decir, “jurdeles” es un localismo muy local y significa “dinero, riqueza”.
A lo mejor a partir de ahora, en la publicidad de los bancos y cajas de ahorro se ponen de moda los localismos y términos coloquiales, y así veremos folletos que digan:“Confía tu parné a Banco Manolo, mi arma”.O bien:“Traiga la pasta a nuestra sucursal y ya verá qué risa.”El siguiente ‘gambazo’ o desliz que recogemos hoy aquí también proviene de una serie de TV. En ella un niño dice que tiene que leer un libro para el colegio, y que tal libro es "La web de Charlotte".
Se trata de un error de traducción provocado por una falta de conocimiento. El cuento referido es Charlotte’s Web, un clásico de la literatura infantil anglosajona, de E.B. White, y escrito en 1952, por lo que difícilmente puede el título hacer referencia a ninguna web. Claro que no, porque Charlotte es una araña, y su web es la telaraña que teje para salvar a su amigo el cerdito.
La palabra web, efectivamente, significa telaraña, tejido, red y por eso se usa en el ámbito de internet. Es la tercera w de las famosas www (worl wide web).Por lo tanto, la traducción del título no puede ser "La web de Charlotte" sino La telaraña de Charlotte o La telaraña de Carlota.Hay deslices lingüísticos que no implican ningún error, pero que merecen un reconocimiento por su comicidad. Un ejemplo de estos es el comentario de un reportero que informaba sobre los sanfermines este verano, y que, refiriéndose al gran tamaño de los toros, dijo que “entre cuerno y cuerno” caben “tres cabezas de tres mozos diferentes”. Y es que me parece a mí que la noticia estaría en que las tres cabezas fueran de un mismo mozo, ¿no?También hay meteduras de pata que aúnan la ignorancia y la jocosidad, siendo estos candidatos los más merecedores de un Premio Gamba.
De ellos traemos hoy aquí uno escuchado en Antena 3 el pasado mes de julio.En un programa matinal, la presentadora comenta los titulares de diversos periódicos que recogen información sobre las medidas de austeridad que el gobierno lleva a cabo en España. Vemos en pantalla el titular del Wall Street Journal que dice: “Spain piles on austerity measures”, lo cual significa que España multiplica, o acumula, medidas de austeridad.
Pero la presentadora lo traduce como “España se pone las pilas con las medidas de austeridad”. Y no le dio la risa ni nada.Y para terminar, tenemos un ejemplo de ese tipo, ya clásico, de resbalones lingüísticos que consiste sencillamente en hacerse un lío con refranes, proverbios y frases hechas, y enunciarlos de manera caótica y absurda. Estos suelen tener también un efecto cómico considerable, como en el saleroso caso del tertuliano que, comentando un asunto en el que todo parece estar muy claro, dijo “Blanco, de la vaca y pone leche”. Está clarísimo, caballero.