¿Prenderá la llama la chispa de Gamonal?
“Estamos en el año 2014 después de Jesucristo. Toda Hispania está ocupada por los corruptos y especuladores… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles burgaleses resiste todavía y siempre al invasor…”
Lo que está pasando estos días en Gamonal, el barrio más poblado de Burgos, compuesto en su mayoría por familias humildes, me ha hecho recordar el principio de los cómics de Astérix. No soy el único, desde luego que no, como podéis apreciar en la foto que ilustra este artículo, compartida ayer en las redes sociales por la revista satírica ‘El Jueves’, y que, evidentemente, me viene al pelo.
Astérix, Obélix y compañía resistían a los poderosos romanos en su pequeña aldea gala gracias a la milagrosa poción que les proporcionaba el druida Panorámix. En Gamonal no disponen de brebajes mágicos. La verdad, tampoco se podía decir que resistieran más o menos que en cualquier otro lugar de España los envites del capitalismo salvaje en el que estamos atrapados, que no entiende más que de beneficios, de ganar dinero sin importar el método, y que ha llevado a este país a estar pringado de corrupción hasta las cejas.
No voy a explicar los motivos que han llevado a los vecinos de un tranquilo barrio obrero de una tranquila ciudad del interior, conocida básicamente por su impresionante catedral y por los disparatados precios de sus viviendas, a ponerse en pie de guerra. Ya lo han hecho otros blogueros y periodistas mejor informados antes que yo. La red está repleta de artículos sobre el tema. Os recomiendo los de Nacho Escolar en eldiario.es, donde destapa con pelos y señales la trama corrupta que hay tras el proyecto urbanístico que ha encendido los ánimos en Gamonal; el de Ramón Lobo, como siempre lúcido en su reflexión; y el del amigo bloguero Diego Caminero, que aborda la reacción ciudadana desde un punto de vista de análisis psicológico.
Lo que está pasando en Burgos podría haber sucedido en cualquier otra ciudad española. La chispa ha prendido allí, pero en todas partes hay motivos sobrados para que la ciudadanía explote. La pregunta ahora es: ¿se extenderá la llama?
Eso es lo que más preocupa a los demócratas disfrazados que nos gobiernan, por eso tras los primeros incidentes desde el Ministerio del Interior se encargaron de sitiar Gamonal con toda la policía que hiciera falta. Reprimir y aterrorizar a la población como método para desactivar la contestación; es lo que lleva el PP en su ADN. Acusar a los agitadores “profesionales”, que parece ser que van de tour por el país en busca de manifestaciones que “animar”, de ser los causantes de los disturbios (la realidad es que todos los detenidos son vecinos del barrio), “atentados” en boca de ese paradigma de la sabiduría humana que padecen los madrileños en la alcaldía y que padece la humanidad en general.
Pero como la represión por sí sola esta vez no ha funcionado, desde la calle Génova, temerosos del efecto contagioso, los jefes del alcalde, Javier Lacalle, le han tocado la cresta para que se baje del burro y paralice las obras, confiando en que el paso del tiempo sería, como suele pasar en este país, remedio suficiente para calmar las aguas. Somos muy de arreones. Nos indignamos en un segundo y parece que nos vayamos a comer el mundo, pero esa energía inicial pronto pierde fuerza, y yo también creía que esta vez sería así. Tenemos muy interiorizado lo de que no hay nada que hacer, como si el expolio al que estamos siendo sometidos por políticos y empresarios corruptos fuera un castigo divino.
Esta mañana, sin embargo, el Ayuntamiento de Burgos ha decidido seguir con las obras, cosa que ha desembocado en un nuevo estallido de indignación entre los numerosos vecinos que se concentraban en el exterior. Ya hay varias ciudades donde desde hace días se convocan manifestaciones en solidaridad con Gamonal, y como era previsible, la torpe desfachatez del alcalde burgalés ha reactivado las movilizaciones. Son, sin embargo, movilizaciones donde la protesta convive con la celebración, ya que esta misma tarde Javier Lacalle ha anunciado en rueda de prensa que paralizaba definitivamente las obras. Esta vez, sí, la oposición ciudadana parece haber logrado la victoria. De nuevo el miedo a que la llama prenda…
Asisto a los acontecimientos con escepticismo y esperanza, casi a partes iguales. Si con el 15M no fuimos capaces de rebelarnos definitivamente contra un sistema que nos está ahogando, no sé por qué ahora debería ser diferente. Pero por otra parte veo síntomas distintos en el inicio de la protesta. Ya son muchos meses, años, de cinturón apretado, de asistir un día tras otro a los abusos desvergonzados de quienes nos piden paciencia y sacrificios mientras viven a cuerpo de rey a costa nuestra. La chispa de Gamonal surge del hartazgo; enciende a aquéllos que ya no tienen nada que perder, a los que ya no les bastan las buenas palabras y las promesas de una falsa recuperación, que únicamente lo es para las grandes empresas que cotizan en Bolsa, los bancos saneados con nuestro dinero, y todo aquél que orbita en torno a papá Estado, parasitándolo sin miramientos ni remordimiento alguno.
¿Habremos perdido de verdad el miedo? Hace unas semanas fue noticia, aunque ya se encargaron de que no trascendiera más de lo estrictamente necesario, la movilización protagonizada por la izquierda no contaminada por el virus neoliberal en la ciudad alemana de Hamburgo. El desalojo de un centro cultural con casi 25 años de existencia, ubicado en un edificio okupado, dio origen a protestas ciudadanas que la policía reprimió de forma contundente, llegando a decretar el estado de excepción en el centro de la que es la segunda ciudad más importante de Alemania, que incluso cuenta con un Parlamento propio. Las medidas represivas han sido contestadas por la población usando el ingenio (en uno de los indiscriminados cacheos a un joven le requisaron una “peligrosa” escobilla de váter, que se ha convertido en el símbolo de la protesta) para poner de manifiesto lo absurdo y desproporcionado de la reacción institucional. Recomiendo la lectura de este artículo en lamarea.com, donde se explican los detalles que no ofrece la prensa tradicional.
Nos quieren hacer creer que esta política deshumanizada, en la que lo principal es garantizar los intereses del capital, es la única posible. Nos quieren hacer creer que llevarnos a la miseria mientras unos pocos se enriquecen es el progreso. Pretenden que nos traguemos que los beneficios de la Bolsa y de los bancos son sinónimo de recuperación, aunque el 99% de la población no vea esos beneficios más que en las fotos de los periódicos. Todo tiene un aguante. ¿Lo habremos sobrepasado, por fin?
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