La fibrilación auricular es una condición común en ancianos y la incidencia de eventos tromboembólicos secundarios a fibrilación auricular aumenta con la edad. La terapia antitrombótica impide eficazmente la embolia sistémica y el accidente cerebrovascular, pero también expone a los pacientes al riesgo de hemorragia. Debido a que el riesgo de sangrado también aumenta con la edad, los médicos tienden a evitar la anticoagulación en ancianos. La anticoagulación es particularmente compleja en el paciente anciano frágil, ya que presenta factores de riesgo adicionales que afectan tanto a la eficacia y la seguridad de la prevención tromboembólica. Los principales ensayos clínicos rara vez incluyen pacientes mayores frágiles y consecuentemente, las guías no proporcionan orientación para su manejo.
A falta de indicaciones claras para este tipo de pacientes, se identifican algunas áreas que se deben tener en cuenta, tanto antes de empezar y cuando se interrumpe la anticoagulación: comorbilidades, polifarmacia, adherencia, deterioro cognitivo, movilidad y monitoreo de barreras, estado nutricional y trastornos de la deglución, riesgo de caídas y reducción de la esperanza de vida. También se sugiere un algoritmo multidimensional que abarca tanto una evaluación del riesgo isquémico y hemorragias y una evaluación adicional de la anticoagulación centrada en la fragilidad. Esto es de especial relevancia dada la reciente introducción de los inhibidores directos orales, ya que son propensos a ampliar las opciones de tratamiento para los ancianos frágiles. Dependiendo de que aspectos de fragilidad estén presentes, la anticoagulación se debe adaptar en consideración a estos.
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