Prima de riesgo, subida del IVA, bajada del Íbex, deuda pública, déficit acumulado, economía sumergida, tasa de paro, fracaso escolar, niños secuestrados, guerras y asesinatos, redes de narcotráfico, políticos insultándose,… La verdad es que si uno se quiere llenar del mundo, inmiscuirse en él y navegar por la actualidad para formar parte de ella, se ve obligado muchas veces a deprimirse. Parece que si no lo haces eres hasta mala persona, irresponsable e inconsciente; como si uno hubiese hecho algo en su vida que de alguna manera haya determinado que existan los elementos que he enumerado al principio.
Más bien, lo que ocurre cuando uno quiere ponerse al día e inmiscuirse en los asuntos actuales es que se olvida de lo primario, de lo realmente importante que sustenta la vida y el ánimo de levantarse cada día. A veces, con el color azul del cielo basta. O con la imagen del capullo de un rosal que podaste hace unos días y ves que aún en el tiempo que estamos tiene fuerza para rebrotar y saludarte cuando pasas. O con los ‘buenos días’ que te da el vecino, recordándote (además de que es educado) que está ahí para darte un bote de leche si un día te hace falta.
Y si uno se observa globalmente, no hay más que dar gracias a Dios. Tú que estás leyendo esto, sabes leer y tienes cultura suficiente para entender (y compartir) lo que digo, cosa que no es posible para millones de personas en el mundo. Además, si lo estás leyendo es porque tienes la barriga llena y/o puedes comer cuando te apetezca. Probablemente tengas un familiar ya muerto (¿quién no?) pero dudo mucho de que no tengas a nadie en casa esperándote o un amigo que de vez en cuando se queje de que hace tiempo que no te ve. Todo eso es una bendición.
La vida es un regalo. Y lejos de tener que deprimirse uno por los puntos que tiene la prima de riesgo de la economía española, debe alegrarse por las cosas que verdaderamente sustentan y motivan la existencia. A veces quisiera tener más tiempo libre. Libre de mí para llenarme de cosas que me enseñen y pongan la mente en ‘modo descubrimiento’ y no ‘modo rutina’, que hace que se nuble todo en un gris opaco. Es eso que te ocurre cuando enciendes la radio por la mañana y te suena todo igual, tienes que preguntar a un compañero qué día es porque los horarios te rigen las emociones, cuadran lo redondo, escuchas la predicción del tiempo y te engañas a ti mismo como si te importara si va a llover o no pero en el fondo te da igual y te interesas por asuntos tan vanos que te crean un vano en el cerebro.
Ojalá nunca pierda el ‘toque de luz’ que me hace ponerme de puntillas y vislumbrar más allá de la niebla de la rutina diaria, que me pone los pies en el suelo y que me recuerda que cuando mi mujer me da un abrazo, el resto del mundo no importa porque no existe.