Revista Opinión

Primavera y huelga general, como dos gotas de agua en el mismo mar

Publicado el 18 marzo 2012 por Carmentxu

Primavera y huelga general, como dos gotas de agua en el mismo marEl próximo 29 de marzo, con la primavera ya en marcha, está convocada la primera huelga general del año 1 después de Rajoy. Viene esta huelga general como la primavera, prevista, con fecha, siguiendo un duro invierno seco, sin lluvias, con la tierra yerma lista para ser pasto de las cenizas y no de los rebaños. Llega, como todas las primaveras, un poco demasiado tarde, cuando los escaparates hace semanas que abundan en vestidos de tirantes, minifaldas, camisas de manga corta, de esas que es de mal gusto llevar en las bodas, bermudas, cuando los derechos sociales, laborales, incluso ya personales, también están recortados de tela y llevan meses en la diana acribillados por dardos certeros con el silencio de unos, el pataleo moderado de otros, justos para el titular, y la resignación de la mayoría. Lo llaman reforma, pero es la misma ropa de cada año, con colores chillones, los de siempre, que disimulan la precariedad de las costuras, el tallaje descuidado, las cuatro puntadas al botón para que aguante lo justo, sin garantía ni servicio de reparación. Made in China, en India, en Corea: mano de obra barata, precaria, casi infantil. La huelga general llega tarde. Tarde y mal: mal enfocada, mal comunicada, apenas sin defensas contra los ataques furibundos de la derecha omnipresente que, aun menospreciando al enemigo, no ahorra en fuego de artillería.

Si algo ha conseguido este estado perpetuo de pánico en los últimos años es dividir hasta el infinito a la clase trabajadora, ahora con sus filas cada día más diezmadas. Dividirla hasta la unidad de cada uno de sus integrantes y, una vez llegada a la unidad, dividir ésta a niveles moleculares. Se ha acabado con la conciencia colectiva y la solidaridad con el otro, que cada día se parece más a nosotros mismos, y apenas saca la punta entre el barrizal mientras se hunde en los pantanos del dogma de una neoliberalismo salvaje y chillón que amenaza con atiborrar las tiendas de pingos mal cosidos que animan a romperse las vestiduras.


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