Como ya relaté en el primer artículo de esta sección, aquí voy viajando por el mundo de manera cinematográfica, de modo que, cada 2 semanas plasmo un artículo de una película de un país diferente. El viaje se quiere asimilar a un viaje real, en cuanto a que los países por los que voy pasando son fronterizos o separados por mares u océanos. Lo habitual será un viaje por tierra, pero en ocasiones habrá que despegar en avión, pues la proporción del líquido elemento en nuestro planeta no permite comunicar todos los lugares habitables a ras del suelo.
Hasta ahora he atravesado Europa por su franja más al sur, tocando un total de 11 países, por lo que creo que es un buen momento para reflexionar un poco acerca del viaje y de lo que me he encontrado por el camino. Los países por los que he pasado y sus películas son, en este orden:
Francia: Holy motors
Suiza: L´enfant d´en haut (Sister)
Italia: Le conseguenze dell amore (Las consecuencias del amor)
Austria: Michael
Hungría: Gyöngéd kezelés (Bibliothèque Pascal)
Ucrania: My Joy
Rumanía: Moartea domnului Lazarescu (La muerte del Sr Lazarescu)
Serbia: San zimske noci (Sueño de una noche de invierno)
Bulgaria: Avé
Grecia: Alpeis (Alps)
Turquía: Bir Zamanlar Anadolu da (Érase una vez en Anatolia)
Condensando el cine de estos países en las películas vistas (que es mucho condensar), lo más inmediato que se me viene a la cabeza es que el cine europeo de los países visitados es sobrio, no trata de ser artificial y utiliza magistralmente la ironía en la narración; a veces puede hacerse largo, parece que la capacidad de síntesis no se fomenta con éxito en las escuelas del sur de Europa.
Si tengo que destacar algunas, me quedo con la francesa, la italiana y la turca; también haría una mención a la húngara, pues creo que el trabajo de llevar lo real al mundo de la fantasía está muy bien logrado. El espléndido homenaje al cine que hace ‘Holy motors’ es difícil de igualar, habiendo lugar para el thriller, el musical, el humor y casi cualquier aspecto del séptimo arte que se nos pueda ocurrir. Los cambios de ritmo de ‘Las consecuencias del amor’, sobre todo enfocados para lograr un final que te deje “arriba” hacen que sea fácil querer repetir su visionado. Por último, ‘Erase una vez en Anatolia’, aunque peque de un metraje especialmente dilatado, tiene una sutileza en el transcurso de la historia que la hace funcionar como la buena poesía en la narrativa, como un plato de alta cocina: vamos captando poco a poco su esencia y, cuando terminamos, nos damos cuenta de que hemos asistido a algo muy grande.
Las demás, estando dentro de una calidad medio-alta de cine, quizá pecan demasiado de tratar de ajustarse a lo que podría ser real, teniendo un ritmo narrativo por momentos cansino. Parece que en todas se trata de reflejar una realidad de un lugar muy concreto, acercándose en muchas ocasiones al documental. Esto hace que destaque el papel de los actores y actrices, que dotan de una gran veracidad a los personajes.
Si hay algún país en especial que os gustaría que visitara, sólo tenéis que decirlo en los comentarios y trataré de pasar por él. A menos que me detengan en la aduana, próximamente continuaré con nuevos países, descubriendo películas, formas de vida y comprobando que, estemos donde estemos, seguimos siendo humanos y tenemos muchísimo en común.
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