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Primeras impresiones: Falling Into You

Publicado el 10 noviembre 2020 por Itkdev77
Primeras impresiones: Falling Into You

Me prometí a mí misma que no la vería hasta que finalizase, que solo tenía que esperar trece semanas. Intenté convencerme de que no debía hacerlo. Un capítulo a la semana puede matar a cualquiera si el drama te gusta. Y me está gustando.

Debo decir que Puff Guo es maravillosa. No sé cómo lo hace, pero tiene una química extraordinaria con todos sus compañeros de reparto. Y con Jiro Wang no es menos. De hecho, ambos han sido quienes me han animado a ver este drama. Adoro a Jiro Wang desde hace muchos años y Puff Guo ha tenido sus más y sus menos, pero es una actriz que me gusta mucho.

Me cuesta mucho ver series taiwanesas porque, si bien tienen promesas muy interesantes, la ejecución puede ser desastrosa. Sucedió con Amensalism, sin ir más lejos. O con Lost Romance. Y, sin embargo, me sorprendieron gratamente con I, Myself o con Someday or One Day, por mencionar algunos recientes.

Falling Into You me está regalando algunos ratos maravillosos. Y los necesito, de verdad. Estoy en uno de esos momentos en los que solo quiero meter la cabeza en un agujero y no sacarla de allí nunca más. Me suele suceder con Jiro Wang. Quizá sea su bis cómica, pero siempre me ha «dado buen rollito», la verdad. Me sucede lo mismo con Lee Tae Sung y, de hecho, he recuperado algunos dramas antiguos para verlos de nuevo.

La historia, aunque recupera muchos clichés, tiene algunas cosas originales. El omnipresente CEO no es dominante, sino un niño grande que arrastra un trauma. Uno terrible que te resuelven en el cuarto episodio. Ha sido criado por su tía, que era una cría de instituto cuando tuvo que hacerse cargo de él. Tiene fobia a la sangre, es un poco narcisista, muy infantil y, al mismo tiempo, cuida de los que tiene a su alrededor y aprecia el talento. No es un imbécil frío y despiadado, pero es como un niño grande. Además, es el primero en caer rendido a los pies de la protagonista porque la admira. La admira mucho.

Ella, en cambio, era una chica normal. Una atleta de élite que sufría una lesión y que fue empeorada durante una pelea con la que consideraba su mejor amiga, pero que tenía un lío con su novio. A partir de ese momento todo su mundo se desmorona. Ya no hay taekwondo para ella, ya no hay novio, su amiga nunca la vio como una amiga, su madre la abandona y se centra en esa no amiga para llevarla al más alto nivel. Herida y sola, se va de casa y empieza a trabajar en todo lo que puede para ahorrar el dinero que necesita para la rehabilitación. Quiere volver a ser lo que era y no abandona.

Cuando el CEO, de quien es secretaria, descubre su pasado, empieza a animarla y apoyarla.

Y me parece que la relación de ellos se asienta sobre bases firmes. Nada de romances que no se cree ni el Tato. Todo se va desarrollando despacio. Él se enamora de ella, sí, a pesar de ese carácter frío y distante que tiene como resultado del daño que le han hecho. Pero lo hace porque descubre que es una persona tierna y que algo muy duro tiene que haberle pasado para que se convirtiese en la persona que es. Además, una de las cosas que más valora —aparte del talento—, es la eficiencia. Y ella es muy eficiente.

Me gusta que no usen el trauma de él para justificar sus acciones, que aprenda de sus errores y descubra que no todo lo que hace está bien. Y, sobre todo, me gusta que valore a las personas por lo que valen y no por lo que ve. Eso es algo que rara vez se ve en un drama y creo que, cuando por fin aparece, hay que aplaudirlo.

En definitiva, sin ser la mejor serie taiwanesa que he visto, sin duda se está ganando un huequecito en mi corazón. A no ser que en los próximos capítulos la líen y acabe echando pestes, claro.


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