Primeros en la luna, los domingos de octubre a las 18 en la Fundación Proa.
La Fundación Proa estrenó ayer -y exhibirá los demás domingos de octubre a las 18- Primeros en la luna, ejercicio de ucronía que Aleksei Fedorchenko filmó en 2005 un poco para reparar el dolor que el famoso pequeño gran salto de Neil Armstrong provocó en el orgullo ruso, bastante más para parodiar el género documental y de paso invitar a discutir sobre rigurosidad histórica en tiempos de omnipotencia digital. Esta proyección semanal se inscribe en el ciclo que el programador Richard Peña concibió para abordar la idea de “perfomance en el cine” o, en otras palabras, la importancia del lugar que la figura humana ocupa en las películas.
Si le conviniera hacerlo, Chiche Gelblung promocionaría este largometraje como “la crónica del verdadero primer alunizaje, que tuvo lugar décadas antes de aquél protagonizado por la tripulación del Apolo XI”. El conductor de Memoria adelantaría que un cineasta ruso reconstruyó este “episodio silenciado del pasado soviético” tras haber encontrado en Chile partes del cohete que en 1938 trasladó -ida y vuelta- al astronauta hasta ahora desconocido, Ivan Kharlamov.
Dicho de otro modo, Fedorchenko cumple con todas las reglas de la revelación sensacionalista: presenta un hallazgo inaudito (fragmentos de un cohete más de medio siglo después y en las antípodas de su lanzamiento) como disparador de la investigación que consigue encontrar y unir las piezas de un rompecabezas con atributos de secreto de Estado; exhibe material de archivo malogrado; advierte sobre esta limitación testimonial (y de esta manera ilustra el daño que causan quienes callan verdades incómodas); intercala entrevistas contemporáneas a sobrevivientes que -en términos gelblungianos- “se animaron a hablar después de años de temerles a represalias”; denuncia delitos que la Justicia no pudo/quiso/supo sancionar; desmiente la versión de la Historia oficial.
Tan rigurosa es su parodia que Fedorchenko ganó el premio Horizontes (Orizzonti) al mejor documental en el Festival de Venecia de 2005. Acaso el jurado de esta subsección de La Mostra también haya querido distinguir un ejercicio crítico que apunta no sólo contra el fenómeno global de la manipulación mediática sino contra cierta compulsión de revisionismo histórico que afectó a Rusia en el marco de la Glasnost y después de la caída de la Unión Soviética.
Cuando en 2009 la opinión pública celebró el 40º aniversario del alunizaje de Armstrong, Aldrin y Collins, más de un internauta díscolo volvió a la carga con la hipótesis de que aquel salto para la Humanidad fue una gran farsa. Entonces ya habían pasado cuatro años del estreno y premiación de Primeros en la luna, tiempo suficiente para que algún desprevenido haya confundido este documental falso (o mockumentary en la jerga anglosajona) con uno serio.