Situándonos en el contexto, John Carpenter venía del furibundo fracaso que en 1986 había significado Big Trouble in Little China, una curiosa incursión por el género de aventuras con la presencia siempre en versión ruda de su actor fetiche Kurt Russell, aunque sin conseguir los mismos dividendos cosechados en The Thing. Con la película que nos ocupa quiso, en consecuencia, retornar a la senda que siempre le había tributado más satisfacciones: el terror, además desligándose en parte de los fórceps a su libertad creativa que le imponían los ejecutivos de los grandes estudios.
Prince of Darkness es, al menos desde su planteo argumental, uno de los filmes con mayor dosis de elementos sobrenaturales que yo haya visto de Carpenter, un director que ha dado muestras suficientes de moverse como pez en el agua dentro del género fantástico: todo comienza, apenas se inician los créditos y esa melodía inquietante y monótona compuesta por el propio director, con la muerte (presumiblemente por causas naturales) de un sacerdote perteneciente a una antigua secta del catolicismo denominada “La hermandad del Sueño”, al que una monja halla antes de concretarse una entrevista pautada con un cardenal. Entre sus pertenencias, encuentran un diario y un pequeño cofre que contiene una llave que oficia de enlace para ingresar a unos pasadizos subterráneos dentro de una antiquísima iglesia. Aquí entra en acción el sacerdote que interpreta un viejo conocido de todos los fans del terror, Donald Pleasence; descubre oculto entre esas bóvedas un enigmático tubo-altar en cuyo interior reposa un líquido verdoso que no viene a ser otra cosa que la esencia misma del Mal. En otras palabras, Satanás –que ha sido corporizado de todas las formas imaginadas por la literatura y el cine, al tratarse de una entidad suprasensible que puede variar su apariencia– se manifiesta en esta historia a través de una esencia muy concreta y tangible, dejando de lado toda conceptualización espiritual.
Paso seguido, y en su desesperado intento por develar el misterio que yace hace siglos dentro de ese tubo de cristal, el sacerdote convoca a un afamado profesor de física cuántica, instalándose ambos junto a un nutrido grupo de estudiantes de otras disciplinas en la tenebrosa arquitectura de la iglesia abandonada. De este modo, al menos simbólicamente, Carpenter tiende puentes entre la ciencia y la religión partiendo de un argumento rocambolesco que no aspira a plantear un debate teológico profundo, sino a servir de puntapié para el desarrollo de una clásica película con tintes apocalípticos, del mismo modo que luego haría con la más redonda In the Mouth of Madness.
A medida que el líquido va ganando poder y pugna por salir al mundo exterior, insectos de todo tipo comienzan a desequilibrarse, se desencadena un eclipse, y un numeroso grupo de vagabundos estáticos no dejan de custodiar los alrededores de la iglesia ni por un segundo (vale destacar el guiño rockero de poner a Alice Cooper como el líder de estos merodeadores escoltas del Mal). Lo que continúa, cuando el terror en su estado más puro finalmente se desata, termina asemejándose más a una cinta de George A. Romero que al terror sobrenatural de Dario Argento. Y, a diferencia de otras obras de Carpenter, incluso anteriores, los años no le han sentado bien a algunas de las escenas cumbres, que sin dudas no han sido correctamente resueltas, y por ende, han envejecido mal, sumado a los permanentes cambios de raccord que benefician tan poco al conjunto del filme como el comportamiento de los esquemáticos personajes que pueblan la iglesia.
Al acabar el visionado, rescatando ideas interesantes como el hecho de que los sueños que tienen los personajes son mensajes enviados desde el futuro próximo, o la esmerada construcción de una atmósfera opresiva y claustrofóbica (punto en común con Assault on Precinct 13), a uno le queda la sensación de que Carpenter poseía los elementos necesarios para redondear una mejor película de la que finalmente hizo.
Prince of Darkness (EE.UU., 1987).
Director: John Carpenter.
Intérpretes: Donald Pleasence, Jameson Parker, Victor Wong, Lisa Bount, Dennis Dun, Susan Blanchard.
Calificación: 6.