Toledo fue su patria, aquella gran princesa de las ciudades del orbe: aquella, digo, a quien sirven de arqueros y soldados de guarda inmutables, tantos inaccesibles, tantos robustos y descollados montes, cuyas eminentísimas cumbres son alcázares fortísimos de las siempre lucientes estrellas, y cuyas faldas amenas y vetustas son corte floridísima, elegante y amena de las sagradas y canoras hijas de aquel gran padre de los ríos, el Tajo: aquel Creso cristalino, aquel Midas sonoro, tan opulento, tan rico, que sus aguas son plata corriente y fugitiva, y sus arenas granos de oro luciente y purísimo; pero por otras causas es rico mucho mas: estas son la ingeniosísima belleza de sus damas, y la bellísima ingeniosidad de tanto varón erudito.
Jerónimo de Salas Barbadillo."El curioso y sabio Alejandro, fiscal y juez de vidas ajenas" (1612)