La tríada que articula la variación que trata sobre la justicia y otros temas como el derecho y el estado, sin embargo, es una tríada que no suele ser muy habitual en estos campos. La tríada en cuestión es la de principio de identidad, de contradicción y tercio excluso, estos principios son lógicos y también se consideran ontológicos, y tienen alguna cabida en el campo jurídico en todo aquello que tenga que ver con la argumentación. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, estos principios tienen en primer lugar un valor ontológico, un valor de realidad, configuran una realidad que resulta de la concepción de la Filosofía como teoría de lo que hacemos. En primer lugar, la noción de principio remite a una regla o como decía Ortega en su libro sobre Leibniz, a una prueba, un principio es una prueba que ejercita el pensamiento. El principio de identidad suele formularse más o menos en estos términos: un término es igual a sí mismo, también podríamos decir que se distingue de los demás. Lo más interesante del principio de identidad no está tanto en afirmar la igualdad, la mismidad consigo mismo sino afirmar la distinción con el resto. Ahora bien, ¿de qué cosas podemos decir que esto es esto y no el resto? El pensamiento funciona con generalidades y la identidad del término león introduce muchas desigualdades, señalar un león u otro, en la medida que este cambia, desarrolla no podemos afirmar la identidad del mismo más que en un sentido débil y delimitando con razones, que son comunes al resto de leones. Ni lo universal, ni lo particular es capaz de aproximarnos a una idea adecuada de la identidad como distinción real. Como ya hemos afirmado en incontables ocasiones lo que se distingue realmente es siempre una singularidad, las singularidades son las verdaderas identidades, identidades como distinciones. Pero una singularidad es siempre una duración, una acción... que involucra o implica un indefinido número de singularidades (duraciones o acciones).
Un sujeto no es tanto una identidad, como un agente capaz de acciones, que descomponen o mantienen tal sujeción. Una identidad entendida de este modo es una síntesis, que se advierte en la medida que diferenciamos dos momentos distintos que la delimita, el primero y el último. Una identidad tiene siempre la forma de un problema, o una pregunta, aunque ella se presente como solución y respuesta. Un facóquero que emprende la huida ante la presencia de un depredador. La acción o acciones que lleva a cabo influye en la composición o descomposición del particular facóquero, y estas acciones en la medida que se han registrado otras han encontrado delimitaciones suficientes para caracterizar a la especie de los facóqueros. Sin embargo, esta acción o acciones en su singularidad es una identidad sintética, que ejecuta un individuo y que sirve para seguir haciéndonos una idea de lo que es tal especie. La cantidad de variaciones de tales acciones ayuda a conocer mejor la especie, sin embargo, la acción en su singularidad siempre está por hacer, y por renovar el conocimiento (verdadero) de tal especie. Estas distinciones reales no sólo (en forma de duraciones, conductas, acciones...) caracterizan al campo de la biología sino a cualquier tipo de disciplina científica, y a las denominadas ciencias humanas también.