Para uniformarnos, primero anunciaron la muerte de las ideologías y luego publicitaron la mayor eficiencia de la gestión privada sobre la pública. Conocedores de que los ciudadanos no valoramos como propio lo que es de todos, repitieron una y mil veces la consigna. Sabedores que detrás de las palabras se esconden los intereses, repitieron hasta la saciedad una verdad nunca demostrada. Tanta repetición, disfrazó la mentira en verdad aceptada por una gran mayoría.
Muchos años recitando esa letanía para que al final, todos aceptemos la misma jaculatoria. Es lo que sucede cuando uno no quiere ver, es lo que tiene asomarse al quiosco cuando todos escriben con la misma tinta y desprenden el mismo hedor; cuando dibujan una sociedad ficticia que tratan de enfundar en sus interesados corsés. La falta de fervor ciudadano hizo el resto. Así, empezaron a privatizar el servicio de recogida de basuras y terminan, de momento, privatizando la seguridad ciudadana. Los vampiros más radicales hacen lo propio con la donación de sangre, como metáfora evidente de lo que nos están haciendo.
El credo privatizador siempre ha invocado la supuesta eficacia del sector privado frente a la ineficacia del sector público valiéndose de unas premisas falsas y conclusiones por comprobar. A saber: ahorro para las arcas públicas, servicio más eficiente y la competencia como factor benéfico para nuestros bolsillos.
Ahorro y eficiencia. Salvo en puestos de trabajo, ¿dónde está el ahorro? Aunque nos dijeron que el rescate bancario nos iba a salir gratis, teníamos la sospecha de que sería lo contrario; los datos que vamos conociendo demuestran la auténtica realidad. Hace unos días el FROB vendió uno de los bancos nacionalizados. Nova Caixa Galicia, el banco en cuestión, recibió del Estado una inyección de 9.000 millones de euros y ha sido vendido a Banesco por 1000 millones. ¿Dónde está el ahorro? ¿Quién pagará los 8.000 millones perdidos?
Mayor eficiencia. El Tribunal de Cuentas ha publicado un informe que no ha tenido gran repercusión y que pone en duda algunas de esas afirmaciones que muchos dan por ciertas. Dicho informe analiza las prestaciones de servicios en ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes y concluye que la gestión privada de servicios públicos supone un mayor coste que la municipalización de los mismos. En otras palabras, que no siempre sale más barato un servicio público cuando lo ofrece una empresa privada.
La competencia. Nos han martilleado con la cantinela de que la liberalización de los mercados significa competencia en la prestación del servicio y beneficio para los consumidores. Otro supuesto que no responde a la realidad. Basta con repostar en cualquier gasolinera o con pagar el recibo de la luz para comprobar dónde van los supuestos beneficios de la liberalización, por ejemplo, del sector energético.
Sería muy ilustrativo, para la transparencia política y democrática, hacer pasar por una especie de escáner corporal a quienes participan en cualquier proceso privatizador, por comprobar qué hay debajo de tanto negocio.
Es lunes, escucho música: