Debido a la larga crisis, al aumento del paro y a las bajadas en los ingresos de muchas familias se ha incrementado el fenómeno de la morosidad bancaria. Partíamos de una época de bonanza en la que todo valía y todo era adquirible o financiable a otra en la que, en general, se ha terminado el crédito fácil y barato y en la que el crédito se está concediendo y estudiando mediante criterios más restrictivos y realistas, teniendo en cuenta multitud de factores más allá de los ingresos actuales y del patrimonio familiar.
En la época anterior, con gran cantidad de dinero fluyendo y con una gran cantidad de operadores bancarios en el mercado, el volumen total de créditos y préstamos en nuestro país llegó a niveles nunca antes vistos. Era tan fácil conseguir un préstamo que, si no se conseguía en una entidad, quizá la de al lado lo concediera y, si no, todavía quedaba el recurso fácil de tantas financieras que nos bombardeaban en televisión con créditos aparentemente facilísimos (y con TAES elevadísimas, por lo general, también).
Por ello, se produjeron tantos y tantos casos de familias endeudadas no sólo por una hipoteca, sino por varios préstamos y tarjetas de crédito hasta niveles realmente críticos. El problema es que, en muchos casos, este endeudamiento se produjo por la confianza en que la situación general iba a continuar así de manera indefinida en el tiempo, sin pensar que la vida, así como la Economía o la Historia, son fluctuantes. De esta manera, muchas familias se lo apostaron todo a la carta de la estabilidad y aumentaron sus deudas hasta un nivel en que todo pendía de un hilo; hacía falta que sólo uno de los componentes familiares perdiera su empleo, o que hubiera un imprevisto en la familia para que todo cayera como una juego de cartas, y así pasó en tantos y tantos casos.
En este post, el décimo de la serie “PRODUCTOS BANCARIOS” se pretende, desde el punto de vista de la experiencia profesional, dar consejos para poder afrontar el endeudamiento existente o bien para poder tomar la decisión de endeudarse de la manera más segura y eficiente posible. Muchos de ellos parecerán obvios y de sentido común, pero no olvidemos que el sentido común es el menos común de los sentidos.
CONSEJOS PARA ENDEUDARNOS BIEN.
- Nos endeudamos para poder adquirir antes bienes o servicios: Si esperáramos ahorrando a reunir el dinero suficiente simplemente, o bien no lo adquiriríamos, o bien tardaríamos demasiado en poderlo hacer.
- Nunca nos endeudemos para especular. Craso error, nunca compremos algo a crédito confiando en poderlo vender más caro y ganar dinero. Parece obvio pero a la Burbuja Inmobiliaria y al Crack de 1929 me remito.
- No deberíamos financiar el 100% de la compra: Toda entidad o prestamista valorará muy positivamente nuestra aportación al proyecto inversor, cualquier banco preferirá ir de “socio” en el proyecto a ser el único inversor y, por ende, el único que soporte el riesgo.
- La cuota mensual no lo es todo: Ciertamente, una cuota mensual baja es muy atractiva pero no olvidemos que también nos puede incitar a endeudarnos más que otra cuota más grande. Es decir, un préstamo a muy largo plazo tendrá una cuota mensual mucho más baja que otro a más corto plazo y, por ello, nos puede crear una falsa sensación de seguridad, de poder afrontar más préstamos y así endeudarnos más. No olvidemos que pagar más cada mes significa acabar de pagar antes, y ello no sólo afecta a las cuotas, sino que también a los intereses globales que nos tocará pagar.
- Un préstamo es un instrumento financiero, no la razón de nuestra vida laboral: Esta frase es importantísima, con ella lo que se quiere decir es que nunca debemos vivir exclusivamente para pagar nuestras deudas, sino que éstas deben ser útiles para ayudarnos a vivir mejor. Todos conocemos el caso de mucha gente que ven como sus nóminas se esfuman a principios de mes pagando recibos de préstamos; lo mejor es asumir el compromiso de pago que sea realista con nuestros ingresos de manera que no influyan en la calidad de nuestra vida.
- Informémonos bien de lo que contratamos: Muchas financieras que anuncian sus productos por Internet o en televisión soportan primas de riesgo muy altas, es decir, tienen muchos impagados. Por ello los préstamos que ofrecen tienen TAES muy altas; valoremos bien todos los datos antes de escoger qué producto financiero nos va mejor.
- No financiemos cosas superfluas: En general, ciertos artículos de lujo o actividades de ocio no serían aconsejables financiarlos. El sentido común dice que lo superfluo es mejor pagarlo de nuestro bolsillo y lo realmente necesario se puede financiar.
- No estiremos más el brazo que la manga: A mucha gente le gusta los coches de marca, pero no sería razonable endeudarse más de la cuenta por cumplir un capricho. Mejor ahorrar una parte y financiar lo que realmente podamos pagar con comodidad. No olvidemos que las oportunidades van y vienen y que el tiempo es el mejor consejero.
- Un préstamo no se cancela con otro préstamo: Lo mejor y más barato es pagar el préstamo hasta el final, cumplir con el compromiso adquirido. Pedir un préstamo para cancelar otro no será recomendable a menos que no sea necesario; en este caso lo mejor será que la nueva operación no suponga un incremento del endeudamiento total, sino que simplemente sea una reestructuración de la deuda, por ejemplo, alargando el plazo y acortando las cuotas mensuales.
- El límite de la tarjeta de crédito no debe agotarse siempre por sistema: Parece obvio, debemos usar la tarjeta cuando sea necesario ante compras de importes elevados o los días antes de fin de mes, por ejemplo.
- Antes de reestructurar una deuda pedir consejo a un profesional: La reestructuración debe ser eficiente y dar solución definitiva a un problema real. Nunca debemos “dar patada” a un problema para que nos vuelva al cabo de un tiempo igual que un péndulo; de la misma manera, reestructurar porque sí tampoco es realmente útil. Tal y como dirían los humoristas, “si hay que ir, se va pero ir por ir es tontería”.
- Si reestructuramos o refinanciamos nuestra deuda nunca debemos incrementar nuestro nivel de endeudamiento: A menos que no sea inevitable. Si agrupamos varios préstamos en uno nuevo que incluya los anteriores lo haremos para aflojar la presión mensual. Incrementar la deuda sería contraproducente.
- Una reestructuración de la deuda no es una carta blanca para posteriormente endeudarnos más: Si hemos agrupado todas nuestras deudas en una sola no olvidemos que el capital total todavía lo debemos. Seguramente la reestructuración nos ha proporcionado una menor cuota mensual, porque normalmente se alarga el plazo final de la deuda. Si posteriormente nos endeudamos más no habremos conseguido nada y, encima, entraremos en una dinámica de “bola de nieve” de la que es muy difícil salirse. Las bolas de nieve caen y se van haciendo cada vez más grandes hasta que se aplastan en el suelo.