Durante los últimos tiempos, y gracias al auge de las nueva tecnologías, se ha vivido una auténtica Revolución en todos los órdenes de la vida, y el Sistema Bancario no podía ser una excepción. De hecho, los cambios acontecidos en la última década configuran lo que bien se podría llamar “La Revolución Bancaria”. El fenómeno es realmente sorprendente, tanto por el relativamente poco tiempo pasado desde que las nuevas tecnologías desembarcaron en nuestra vida cotidiana, como por el efecto que estas nuevas tecnologías han tenido en todos los órdenes de la vida, y el bancario, entendido así, es uno de dichos órdenes.
Hace relativamente poco tiempo que veíamos la posibilidad de usar una tarjeta de crédito como algo realmente novedoso y sorprendente, aquellos plásticos nos permitían poder efectuar transacciones sin llevar dinero encima e, incluso, retirar dinero en efectivo desde los cajeros automáticos a cualquier hora y siete días a la semana. Realmente, la aparición de los Medios de Pago configuró un primer asalto en el camino hacia una nueva Era Digital en lo que a Banca se refería, se abandonaba aquel modelo metafórico de bancos ubicados en oficinas señoriales, con empleados con visera y manguitos y, realmente, se democratizó el acceso al dinero por parte del gran público, ya no hacía falta hacer cola si no se quería ni atenerse a un horario, el banco estaba abierto las veinticuatro horas del día, siete días a la semana.
Pero la Historia siempre es caprichosa, pues esa Revolución no acabó allí, a finales de los noventa apareció Internet, la red de redes y, a una velocidad de vértigo en términos históricos, invadió nuestras vidas, cambiándolas para siempre. Rápidamente, las entidades bancarias empezaron a desarrollar servicios de Banca a Distancia o Banca “Online“ y, de repente, no sólo podíamos retirar dinero cuando quisiéramos con tarjeta, sino que podíamos tener acceso directo a nuestras cuentas desde casa o desde nuestro Smartphone e, incluso, efectuar transacciones. Si aquellos empleados de banca con manguitos levantaran la cabeza, realmente, no entenderían nada de cómo funcionan las cosas hoy en día; en su época, existían, grosso modo, los depósitos, los préstamos y el descuento comercial. Hoy en día, además de todas estas operaciones bancarias tradicionales, existen multitud de Servicios Bancarios diversos, muchos de ellos contratables online, otros derivados de las nuevas tecnologías, por ejemplo, servicios de avisos por SMS, préstamos de bolsillo contratables vía Internet, etc, etc.
Pero lo más sorprendente es el hecho de que no sólo las entidades tradicionales ofrecen servicios de banca “Online”, sino que, además, existen entidades propiamente dichas que sólo ofrecen sus servicios bancarios vía Internet, o bien que cuentan con una red de oficinas minúscula y apuestan decididamente por el servicio por la Red. Estas entidades muchas veces ofrecen servicios que bien se podrían llamar de “Low Cost“, es decir, ofrecen servicios bancarios con buenas ofertas y a priori enfocadas al gran público. Las ofertas que ofrecen son, aparentemente, de hecho bastante atractivas; por ejemplo, cuentas sin comisiones, hipotecas a buen precio y sin comisiones de apertura, etc. Ahora bien, ¿Por qué esas entidades ofrecen condiciones tan buenas? Normalmente se dan varios motivos para ello:
1-Por la falta de una red de oficinas operativas y, por ende, por el menor coste de personal. Cierto, aunque si nos fijamos en la dinámica que llevan algunas de estas entidades “virtuales”, observaremos que últimamente se dedican a abrir oficinas, por lo que algo bueno habrá en tenerlas.
2-Por que ofrecen productos para el gran público. Cierto, igual que las entidades tradicionales pero, sobretodo en lo concerniente a precios, normalmente trabajan con precios de adhesión, es decir, a precios de tarifa que no permiten mucha negociación. Al contrario, las entidades tradicionales normalmente admiten cierta negociación en las operaciones que ofrecen.
3-Porque se dirigen a un público determinado, es decir, tienen un público objetivo que se debe ceñir a una “cuadrícula” prefijada y que abarca al sector de clientela que interesa a la entidad virtual, y eso se puede ver sobretodo en los requisitos que muchas piden para contratar préstamos; una menor infraestructura de personal necesariamente conlleva una menor tolerancia al Riesgo, y ello hace que los requisitos requeridos para acceder a un préstamo por parte de las entidades “virtuales” puedan ser más dirigidos a un tipo de clientela determinado y con operaciones claras y “redondas”. Si alguien quiere plantear una operación de crédito o préstamo que no entre dentro del esquema prefijado, es decir, que no sea una operación “redonda”, es posible que tenga más dificultades en conseguir su operación que si la pidiera en su entidad tradicional, en la oficina de su banco o caja de siempre. No obstante, ya se sabe aquello de que “pedir un préstamo no es una ciencia exacta“.
En conclusión, los servicios de la banca virtual son muy útiles y son accesibles para el gran público, pueden ser muy interesantes para clientes cuyas necesidades entren dentro de lo habitual, de las operaciones más habituales. No obstante, la ventaja de la Banca Tradicional continúa residiendo precisamente en su proximidad, tanto física como afectiva, el factor confianza con el empleado que conoce bien la situación de uno es un valor añadido innegable. Ahora bien, el cambio todavía no terminó, pues posiblemente en un futuro próximo veremos una evolución de la Banca tradicional hacia una mayor digitalización y de la Banca Virtual hacia una mayor proximidad con sus clientes. El futuro está servido.
Jordi Mulé
Economista C.E.C núm. 13147