Al vivir en grandes ciudades poco a poco no hemos distanciando de lo que comemos, porque nuestros alimentos pueden proceder de cualquier parte del mundo, no sabemos cuál ha sido el proceso de conservación del alimento ni cuantos kilómetros ha recorrido y, por supuesto, desconocemos todo sobre el lugar y el agricultor que lo ha producido.
Los consumidores sentimos que la mayoría de los alimentos que comemos no tienen el sabor ni el olor que tenían, lo que nos hace sentir insatisfechos, y los agricultores venden sus alimentos muy por debajo del precio que luego pagan los consumidores, lo que también genera una insatisfacción.
Consumo insatisfecho + agricultor insatisfecho = necesidad de cambio
La necesidad de cambio no es otra que pasar a la compra directa, del productor al consumidor, y en lo posible acortar la distancia entre ambos. Se trata de consumir alimentos que tienen sabor y frescura, de temporada, arraigados a la tierra, al clima y a las costumbres locales y que son comercializados por los propios productores en comercios minoristas o en mercados, evitando los costosos intermediarios.
Algunas dificultades
Normas sanitarias y de seguridad alimentaria, exigencias de procesamiento, etiquetados, costes de certificación… son algunas de las dificultades para que se cumpla la ecuación anterior.
La política de calidad de los productos agrícolas de la Unión Europea ha establecido criterios de calidad que permiten a los productores registrar una denominación de origen protegida (DOP), una indicación geográfica protegida (IGP), una especialidad tradicional garantizada (ETG) o una garantía de agricultura ecológica.
Los productos producidos al amparo de alguno de estos criterios cuentan con un etiquetado específico, que solo puede utilizarse en los productos registrados. Por lo general se distribuyen en volúmenes sustanciales en los mercados y su demanda está en aumento.
Sin embargo, existen cientos de alimentos locales muy valiosos que no están registrados como DOP, IGP, ETG o agricultura ecológica, aunque algunos podrían cumplir con las mismas especificaciones.
Muchos beneficios
Por sus menores costes de distribución, la venta directa de alimentos locales puede llegar a multiplicar por tres la renta local en comparación con la generada en los circuitos comerciales.
La oferta de productos locales guarda una estrecha relación con lo auténtico, tradicional, original, sostenible, estacional y con otros rasgos valorados por una parte de la sociedad, cada vez más importante, que también apoya la identidad de los productores y el cuidado de su entorno.
Los productos locales también son de gran interés para la conservación de muchos espacios protegidos, porque al beneficio que supone para productores y consumidores se suma el de contribuir a mantener una población local dinámica y añadir a sus valores naturales intrínsecos otros de tipo cultural y socio-económico. Muchos productos locales contribuyen a mantener paisajes de gran valor cultural y natural. Por ejemplo las dehesas, los pastizales de montaña, las salinas o un mosaico de cultivos que en su conjunto confieren un gran valor al paisaje y que poco a poco se está perdiendo.
En el ámbito ambiental, la reducción de las distancias entre el origen y el consumo de los alimentos hace que la cuenta de “kilómetros recorridos” por un alimento sea menor que la de otro importado. En consecuencia se reducen la “huella de carbono” del alimento, que son las emisiones de CO2 necesarias para llevarlo desde el lugar de producción hasta nuestra mesa… ¡comemos mejor y contaminamos menos!
Avances
La Unión Europea está trabajando para salvar las dificultades para comercializar estos alimentos y varios movimientos ciudadanos promueven la venta de productos locales.
Slow Food es un movimiento internacional presente en más de 50 países. Apuesta por diferenciar y salvaguardar las tradiciones gastronómicas regionales, los productos y los sistemas de cultivo.
En el marco de Slow Food surge la red de cocineros Terra Madre, que a través de sus restaurantes difunden el interés de mantener unidos el placer de la gastronomía y la responsabilidad con los productores, sin los cuales no existiría una cocina de éxito.
De la mano de estos cocineros se ha puesto en marcha el “Programa kilómetro 0”. Es un distintivo que se concede a los restaurantes que han apostado por adquirir sus productos directamente a los productores locales, entendiendo estos los situados a menos de 100 kilómetros de distancia o que utilizan productos de especies singulares en peligro de desaparición, o en el caso de los pescados que hayan sido capturados por barcos de bajura y vendido en lonjas cercanas.
Otras iniciativas, como el libro de Ferrán Adriá “Comida para pensar”, el “Manifiesto por una nueva cocina nórdica” impulsado por el famoso cocinero René Redzepi, o los más de 11 eco-chefs españoles con estrellas Michelin, entre los que se encuentra Carme Ruscalleda en Barcelona, o Joseán Martinez Alija en Bilbao, también abogan decididamente por el consumo de productos locales de temporada y por llevar la cocina más allá del paladar, comprometiendo a los consumidores con los productores locales.
También existen iniciativas empresariales que apuestan por esta nueva relación consumidor productor, como Hermeneus, un portal que pone en contacto consumidores y productores fomentando el comercio local, o Qnatur.
En Qnatur trabajamos por poner en valor los parques naturales de España, sus productos y sus servicios. Para conseguirlo buscamos los productos locales de cada parque y les damos una sección propia “Ir de compras”.
En 2013, esta sección contaba con 94 productos de parques naturales. Vinos de los Arribes, algas de El Estrecho o de la Bahía de Cádiz, embutidos de los Alcornocales o Monfragüe, sal de la Bahía de Cádiz, miel y carne de Guadarrama y de la Sierra del Rincón, pichones de Villafáfila, truchas del Alto Tajo, quesos de Gredos o Cabañeros, mermeladas de Arribes del Duero …
Alimentos locales, movimientos ciudadanos, placer por degustar lo bueno y lo fresco… No cabe duda que estamos asistiendo a cambios importantes que pueden redundar en mejoras para la economía de los parques naturales, del medio ambiente y, sin duda, para la calidad de vida de productores y consumidores.