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Prohibir los toros

Por Malagatoro

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Prohibir los toros

por Teodoro León Gross

“No se trata de toros sí o toros no. Esa es precisamente la trampa dialéctica de quienes acaban de bajar el telón a los toros en La Monumental por decreto, aprovechando que los taurinos, como sucede con toda fe apasionada, son pocos pero muy exaltados y a menudo no los mejores embajadores de la razón. Pero esto no es un proceso plebiscitario para tomar partido sobre la belleza violenta del ruedo ibérico, sino una prohibición política en toda regla. Ese es el quid. Esto no va de gustos sino de prohibicionismo.

Aquí no se trata de valorar si introducir o no los toros en España, sino de prohibir una tradición milenaria. Y para eliminar por decreto una tradición secular, una industria de la nación y toda una cultura, hace falta un buen fundamento. Algo así requiere una explicación convincente. Y no la ha habido. Por supuesto la prohibición es legal como presumen sus promotores –hasta ahí podíamos llegar, a qué nivel van ya las cosas- pero hace falta algo más que eso para levantar muros en el curso de la Historia. Finalmente el único argumento ha sido la moral animalista, y además falsa, porque se protegen los correbous. El poder, cuando actúa sin criterio, es arbitrario.

El maltrato animal ha sido una coartada. Desde luego hay que reivindicar el ‘humanismo compasivo’ con los animales, pero sin perder la noción de la realidad, como si éstos tuvieran Derechos Humanos. De hecho la Humanidad usa a los animales desde el primer día de la Historia. Nadie puede defender el bienestar de un burro espoleado en el arado, o las gallinas ponedoras en las granjas donde les simulan amaneceres o el marisco hirviendo vivo. Todos se usan con una finalidad modulada por los seres humanos; y la finalidad del toro de lidia ha sido la lidia. Por demás, cualquier granja es más cruel; pero hay mucho de eso que Alain Danielu llamó “la hipocresía del horror discreto del matadero”. Y por supuesto el público no va a los toros a ver el sufrimiento de un animal. Esa es la premisa falsa de un silogismo hecho a medida. En todo caso el disgusto es un buen argumento para no ir, pero no para prohibir.

Una vez descontadas todas las milongas retóricas a la carta, lo que ha ocurrido es política y no precisamente alta política. Los toros ya estaban en vías de extinción, sin apenas clientela joven. Aquella España sin toros soñada por Ortega y los intelectuales de El Sol ya se anunciaba por la inercia de la Historia. Pero eso no se regula por decreto. La clase política catalana no ha pretendido acelerar la Historia, sino romper con una seña de identidad española. Y han hecho todo lo contrario. Con ese prohibicionismo no entroncan con el espíritu europeo, sino con la peor tradición antiliberal española.”

Fotografía:EFE


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