«Dos hombres antagónicos, unidos por un hilo invisible, destinados a enfrentarse.»
Prólogo para una guerra es la tercera novela de Iván Repila, después de Una comedia canalla (2012) y El niño que robó el caballo de Atila (2013) que fue un éxito internacional.
Cubierta de: ‘Prólogo para una guerra’
Prólogo para una guerra no concreta coordenadas espaciotemporales de ningún tipo, pero la descripción del tamaño de la ciudad y las condiciones ambientales que rodean a los personajes sugieren un entorno occidental durante las primeras décadas del siglo XXI. Esto dota al texto de cierto carácter universal, fácilmente asimilable por culturas diversas próximas a los entornos urbanos contemporáneos.
Sin pretender ofrecer planteamientos políticos o ideológicos específicos, la obra permite reconocer determinadas carencias o aspectos sin resolver de los modos como la sociedad civil gestiona la convivencia en las democracias de hoy, especialmente en lo que se refiere a la integración de las diferencias particulares de los miembros de una misma comunidad, ideas ampliamente cuestionadas en distintos foros internacionales sobre tolerancia y multiculturalidad.
La crisis personal que sufren los protagonistas es pretendidamente ambigua, y enlaza directamente con la entrevista crisis de valores que ha sufrido Europa durante los últimos años, incapaz de gestionar su herencia histórica. Asimismo, el grupo de personas inadaptadas que acompañan al Mudo pueden representar, en tanto que símbolos de lo despreciado, a los cientos de miles de refugiados que recorren Europa desde Oriente Próximo. Por último, la idea de no proponer de forma explícita un argumentario de motivos que explique el comportamiento de estos personajes incorpora, a su vez, una crítica feroz a las formas de relación asumidas como ordinarias, muchas veces establecidas en función de viejas deudas, sentimientos de culpa y obligaciones autoimpuestas.
El argumento de Prólogo para una guerra comienza cuando el prestigioso arquitecto Emil Zarco recibe el encargo más importante de su carrera, un ambicioso proyecto urbanístico: la construcción de un barrio que le permitirá explorar sus ideas sobre la esencia y el destino de los hombres: la seguridad de que existe un hilo conductor que nos ata y nos define, más allá de épocas y de fronteras, como un todo; la tesis de que los seres humanos formamos parte de una larga estirpe que ha de perpetuarse en el espacio y en el tiempo, buscando siempre el progreso, el mejor de los mundos posibles. Sólo así podremos alcanzar la inmortalidad.
Al poco tiempo de comenzar su trabajo más ambicioso, descubre que no puede tener hijos. Su mujer, Oona, le ofrece diversas alternativas, pero la esterilidad biológica se convierte en un obstáculo para su relación con ella y consigo mismo, hasta el punto de que vivirá un proceso autodestructivo que modificará sus planes y culminará con la construcción de un barrio inhabitable, símbolo de su desesperanza y de su rabia por no poder corresponder a sus predecesores con un linaje digno, heredero de su tesis. Oona, incapaz de entender la guerra introvertida, personal, de Emil, desaparece.
En la misma ciudad, otro hombre viaja en sentido contrario: pretende la ausencia, la ruptura con una sociedad que no entiende y que no lo representa. No habla. El Mudo no quiere compañía ni lazos; tan solo se permite un perro monstruoso. Ha sufrido su propio hecho traumático (la muerte de su mujer y de su hija) y su único deseo es recorrer la ciudad sin descanso observando a la gente, pero sin involucrarse con nadie, tratando de encontrar sentido a un mundo que, para él, ya no lo tiene. En uno de sus paseos ve a la mujer de Emil, Oona, que le recuerda a su esposa fallecida y le obliga a replantearse su silencio. ¿Sería capaz de hablar con ella y decir lo que no dijo en otra vida? ¿Puede la palabra subsanar los viejos errores?
Emil y el Mudo están unidos por una herida: la pérdida de un hijo y la imposibilidad de tenerlo. La cuerda invisible que une a los dos protagonistas, consumidos por la incapacidad de gestionar su dolor y su culpa, se irá acortando hasta enfrentarlos. La ciudad será testigo y escenario de su batalla, por una parte, contra sus propios demonios y, por otra, por el amor de una mujer.
La confrontación de Emil y el Mudo arrastrará a cientos de personas. Un conflicto de extrema violencia estalla en las calles y un grupo de personas deciden seguir al Mudo. Son seres incapacitados por la vida, desechos humanos en el radical paradigma de Emil, parias que no encajan en ninguna parte, que no importan a nadie y que, a pesar de ello, forman parte de la sociedad civil. Cuando todo apunta a un incremento de la violencia, el Mudo decide ocupar el barrio inhabitable de Emil, mostrándole que sus creencias tal vez obedecen a una reflexión equivocada: la supervivencia y el progreso son una conquista que necesita de todos, incluso los imperfectos; no sólo de unos pocos, ni siquiera de los mejores.
Lee y disfruta de un fragmento de la novela.
©Aixa de la Cruz
El autor:
Iván Repila Ruiz (Bilbao, 1978) es escritor, editor y gestor cultural. Ha trabajado para diversos organismos e instituciones nacionales e internacionales en la producción, coordinación y dirección de congresos, encuentros y festivales de teatro, música y danza. Autor de las novelas Una comedia canalla (Libros del Silencio, 2012) y El niño que robó el caballo de Atila (Libros del Silencio, 2013), publicada en Italia (Sellerio Editore), Francia (Denoël), Reino Unido y Estados Unidos (Pushkin Press), Corea (Mirae N), Rumanía (Univers), Holanda (De Bezige Bij), y Japón (Tokyo Sogensha).
El libro:
Prólogo para una guerra ha sido publicado por la Editorial Seix Barral en su Colección Biblioteca Breve. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 288 páginas.
Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro
Como complemento pongo un vídeo en el que Iván Repila nos recomienda el libro.
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