Para entender la existencia de una película como “Prometheus”, tenemos que hacer un pequeño repaso de esa joya de la ciencia ficción y el terror titulada “Alien”, estrenada en 1979 y firmada por el aquel entonces joven director llamado Ridley Scott.
El argumento era sencillo: Unos tripulantes de una nave espacial encontraban a un ser alienígena con muy mala leche que los iba matando hasta que al final, sólo un superviviente lograba escapar. La premisa ha sido utilizada hasta la saciedad en numerosas películas, pero Alien tenía muchos elementos interesantes: su ambientación, los escenarios de H.R. Giger, el diseño de la criatura y su sanguinolento nacimiento mientras todos los tripulantes estaban a la mesa… “Alien” logró sorprender en una época en la que la ciencia ficción estaba encaminándose hacia cosas como “Star Wars”, spaces óperas luminosas e infantiles. La Nostromo era una especie de submarino sacado de las pesadillas de Moebius, y en vez de a Han Solo, Ripley y los demás eran camioneros espaciales.
Por encima de todos esos elementos, había una escena que, a pesar de ser completamente prescindible en el metraje y que no ofrecía ninguna respuesta ni posible uso narrativo, quedó para el recuerdo: la de un piloto extraterrestre muerto sentado a los mandos de su nave, que parecía ser quien llevaba los huevos de los Aliens hacia un destino desconocido.
Aquel fue el mayor misterio de todo el film. Quién era ese piloto, qué quería, a qué especie pertenecía, cómo murió (aunque nos lo imaginamos) y a qué se dedicaba.
Más de treinta años después, tenemos la respuesta.
Pero llegar hasta aquí no ha sido un camino de rosas, ni coherente ni planificado. La saga Alien ha ido mutando en cada película, enseñándonos aspectos nuevos de la especie conforme a los guionistas se les iban ocurriendo cosas nuevas, por no hablar de videojuegos, cómics, crossovers con los Predators y quién sabe qué más se me está olvidando. “Alien” nos contaba la idea de un ser asesino y casi indestructible. “Alien, el regreso”, dirigida por James Cameron, nos mostraba que, además, esos seres pertenecían a una sociedad muy parecida a las abejas, donde una reina pone los huevos necesarios para su reproducción, y éstos seres matan (o no, según le de al guión) a las víctimas.
“Alien 3″, la oveja negra de la saga, nos explicaba que los Aliens además no eran una especie fija, sino que adquirían rasgos genéticos diferentes dependiendo del ser donde fuesen incubados.
“Alien: Resurrección”, acababa con la historia de Ripley tras forzar una hibridación en la quela Reinadesarrollaba un útero humano y daba a luz a un ser blanquecino y antropomórfico.
Paralelamente, las películas de “Depredador” han mostrado algún guiño cómico a la interacción entre estas dos especies. Lo que era un detalle sólo apto para fans avispados se convirtió en la mecha de una megafranquicia que buscaba explorar las posibilidades comerciales del tema. Alien vs Predator 1 nos contaba que, simplemente, los Depredadores eran cazadores por excelencia que buscaban matar a la presa más poderosa del mundo. Alien vs Predator 2 era una chorrada de proporciones cósmicas con un Predalien ginecólogo de la que no voy a hablar más porque no se lo merece. Lo único que nos interesa de esa película es que no recaudó lo suficiente (ni gustó al público), como para continuar con la franquicia.
Solución: empezar de nuevo. Hacer más películas de Alien y Depredador por separado con la esperanza de que, dentro de unos años, pueda haber un nuevo crossover en cines.
Prometheus iba a haber sido originariamente, “Alien 5”. Pronto, las novedades llegaron en forma del fichaje del director del Alien original, el británico Ridley Scott, que de esa forma regresaría al que asegura que es su género favorito, la ciencia ficción, tras “Alien” y “Blade Runner”. Además, no sería una secuela (descartábamos a Ripley), sino que exploraría aquel misterio primigenio, el denominado Space Jockey, el tripulante de la nave que vimos hace ya tantos años.
Lo que prometía ser algo digno de mención, y todo un acontecimiento cinematográfico, acaba deshinchándose conforme avanza el metraje, y lleva a una maraña de situaciones absurdas, vacíos en el guión, comportamientos estúpidos, homenajes y guiños que convierten en esta película en un claro ejemplo de cómo funciona el cine en el Siglo XXI. Es probable que a partir de aquí todo esté lleno de SPOILERS así que leed desde aquí por vuestra cuenta y riesgo. Aunque, si queréis mi opinión, no hace falta andarse con tanto cuidado. No hay ninguna gran revelación ni momento en el que caes de rodillas, ni ninguna imagen igual de impactante como aquel nacimiento en el comedor de la Nostromo.
Llevamos años diciendo que Hollywood está falto de imaginación. Ya todo son secuelas, precuelas o remakes, como si hubiera miedo de innovar en alguna dirección jamás experimentada. Hollywood es un negocio que cada vez corre menos riesgos, y Prometheus parecía un soplo de aire fresco en medio de Avatares, Transformes y Battleships, una ciencia ficción de baratillo que sólo se usa en los blockbusters para justificar el “todo vale” de algunas situaciones. Esto iba a ser Ciencia Ficción, de la buena, la original, la de toda la vida. Sin embargo, en seguida nos damos cuenta de que el guión empieza aprovechando gran cantidad de pequeños detalles que ya existen. Desde su comienzo, nos dejan claro que todas las culturas de la humanidad en el pasado han compartido un elemento común: un mapa de las estrellas, como una invitación para que vayamos allí.
Esta idea es muy similar a la mostraba en “Alien vs Predator”, donde una pirámide enterrada enla Antártidaparece compartir todos los elementos culturales conocidos por el hombre(paredes egipcias, mayas, etc etc). Y cuando, en Prometheus, la tripulación encuentra precisamente algo parecido a una pirámide en el nuevo planeta, nos preguntamos por qué tantas semejanzas. Uno de los primeros esbozos del guión de “Alien” incluía una pirámide con grabados acerca de la reproducción de los alienígenas. Sin embargo, como los Xenomorfos son a todas luces seres hostiles y sin ningún tipo de inteligencia, se decidió eliminar por la ya famosa nave del Space Jockey. Ideas desechadas, recuperadas por otras películas y rescatadas una vez más.
La tripulación de la nave conocida como “Prometheus”, llega al planeta marcado por las constelaciones descubiertas en las ruinas, en escenas muy parecidas a las de la cinta original. Esto puede ser o un respeto a la coherencia (los viajes espaciales y demás) o un intento de ganar puntos extras de los fans. La ropa interior es la misma, el sistema de hibernación es el mismo… etc etc. La presentación de la misión es clavada a la que Cameron nos ofreció en “Alien, el regreso” y es donde se nos cuenta que venimos buscando a esos “ingenieros”, una supuesta inteligencia superior que tal vez nos creó a nosotros. Intentaremos, pues, descubrir nuestro origen como especie y ver quiénes son nuestros verdaderos dioses.
Lo que encuentran es una sala con recipientes portadores de un misterioso aceite negro (que hace que me acuerde del especial sobre Expediente X, donde el aceite negro es un elemento recurrente y con las mismas propiedades que se ven aquí). El aceite negro podría ser el elemento principal de la vida, o de la creación de nuevas especies. Pero mientras que en Expediente X, el aceite es un elemento reconocible y del que sabemos qué es y para qué sirve, aquí tenemos que intuirlo, ya que no queda claro y es como si ni los propios guionistas supieran muy bien qué efectos tiene en un ser vivo.
Mientras exploran el interior de la construcción, queda claro que están dentro de una nave espacial, muy similar a la que vimos en la película original, pero NO la misma. NO es el mismo planeta donde aterrizan Ripley y sus compañeros y por supuesto NO existen los huevos alienígenas. Luego hablaré más de esto.
Lo único que encuentran es una especie de diario de a bordo holográfico de varios de esos ingenieros, corriendo por un pasillo hasta que una puerta decapita a uno de ellos (no sabemos por qué corren ni el por qué del accidente). Pero los astronautas deciden llevarse la cabeza muerta para analizarla. Mientras tanto, David, el sintético interpretado por Michael Fassbender, quizá el mejor actor de toda la película, hace experimentos por su cuenta.
Descubrimos que el aspecto del Space Jockey no es el que nosotros creíamos, sino que se trata de un traje espacial, y la criatura es en realidad una especie de culturista albino y gigantesco. David introduce el aceite negro en una botella y se lo da a beber a uno de los miembros de la tripulación, que luego tiene sexo con la doctora Shaw, dejándola embarazada de un ser mutado. El miembro de la tripulación empieza a encontrarse mal y acaba convirtiéndose en un zombie cabezón que ataca a sus antiguos compañeros, mientras el espectador empieza a pensar que aquello no tiene ningún sentido.
Además, en la nave de los Spaces Jockeys, el aceite negro empieza a esparcirse, y aparece una serpiente alienígena de sangre ácida (guiño, guiño) que ataca a dos de los protagonistas y acaba con ellos. Poco después, la doctora Shaw descubre que en sólo diez horas tras la relación sexual, se encuentra embarazada de unos tres meses, y que la criatura es un pulpo viscoso que ella misma se extrae en una cesárea automática en una escena que pretende ser un símil de aquella otra tan famosa, pero que no llega al nivel de intensidad y tensión ni por asomo. Queda como algo un poco burdo y ridículo. Sobre todo cuando, tras operarse casi sin anestesia, abrirse el vientre, sacarse algo que parece una sepia de medio metro de largo y llenarse el cuerpo de grapas, es capaz incluso de correr con normalidad.
Personajes como el de Charlize Theron son completamente prescindibles, y se notan. Hasta el punto de que el personaje desaparece durante media película y luego aparece como si nada. ¿Dónde estaba, en el baño? Esto contrasta con la cinta original, o incluso con la de Cameron, donde todos estaban bien definidos o, más bien, sabías diferenciarlos. Aquí, cuando el zombie cabezón se despierta y mata a unos cuantos, no sabes ni quiénes son. Sólo distingues que una de las actrices es la hermana de Catelyn Stark en “Game of Thrones”.
Más tarde, mientras la doctora Shaw huye como puede del “paritorio”, se encuentra con el propio señor Peter Weyland, quien nosotros suponíamos que está muerto, y que resulta que viaja con ellos. La razón es que Weyland, como muchos grandes hombres, tiene miedo de morir, y cree que si encuentran a los “ingenieros”, los seres que nos dieron la vida, tal vez podrían ayudarle a alargar su existencia. Esta especie de encuentro con Dios, de charla padre-hijo, tal vez sea una idea interesante en el tratamiento del guión, y nos recuerda a la escena de Blade Runner en la que Nexus 6 habla con Tyrell y éste le explica que no hay marcha atrás, y que tiene que morir. Pero al contrario que en Blade Runner, donde hay “algo”, aquí todo resulta insustancial.
David despierta al último de los Spaces Jockeys, que se cabrea, decapita al robot, (parece una constante en la saga) y mata a Weyland, antes de ir corriendo a por todos los demás. La doctora Shaw convence a los restantes miembros de la tripulación para que estrellenla Prometheuscontra la nave del Ingeniero, que se dirige hacia la tierra para devastarla, y aquí es donde el personaje de Charlize Theron encuentra una muerte absurda.
Aquí podría haber acabado todo, pero tienen que emular una vez más a la película original con un segundo enfrentamiento, cuando el Space Jockey, así porque sí, intenta cazar a Shaw. Ella logra abrir la puerta de la estancia donde se sacó el calamar asesino y descubrimos que en un par de horas o así ha multiplicado su tamaño hasta convertirse en una mezcla de la criatura que vemos en “Monstruoso” y “Super8”. Ese pulpo gigantesco resulta ser una versión primigenia del Facehugger, que se pega a la cara del Ingeniero. Es como si Damon Lindelof, que reescribió el guión, se hubiese adueñado de algunas de las costumbres de J.J. Abrams.
Al final, Shaw logra sobrevivir con un monólogo clavado al de Ripley, y decide ir a buscar a los Ingenieros para preguntarles por qué querían destruirla Tierra. En una última escena, el cuerpo del ingeniero comienza a sufrir espasmos, revienta y nos ofrece a los fans lo que todos queríamos: la imagen de un alien. Diferente a todos los que hemos visto, un ser primigenio que parece acabar de evolucionar.
“Prometheus” arroja graves problemas de coherencia con otras películas de la saga. Para empezar, el Space Jockey muere en el interior de la Prometheus, no sentado en su nave. Este detalle, el más comentado por los espectadores, se resuelve diciendo que NO es el mismo Space Jockey de la primera película. Por qué molestarse creando otra nave en otra Luna teniendo la original es porque tal vez así no se sentían ligados a tener que matarlo en la silla y así no mostraban los huevos de los aliens.
Otro detalle es el siguiente: Si se supone que la película transcurre aproximadamente en el año 2083, ¿Por qué no existen ya los Xenomorfos tal y como los conocemos si ya los hemos visto en Alien Vs Predator, ambientada en el 2004? Esto tiene una explicación mucho más sencilla: Alien Versus Predator es una película, y Ridley Scott ha decidido pasársela por el forro. No quiero decir ni que esté bien ni que esté mal. Sino que no hay que creer que van a respetarlo todo. Se toman como películas independientes, y lo mismo ocurre con los Peter Weyland de ambos films. Hollywood no se anda con tonterías, y si quiere cortar, lo hace por lo sano. Ridley Scott, además, se asegura de que la versión que importe sea la suya, de la misma forma que George Lucas se comió con patatas medio universo expandido de “Star Wars” con su nueva trilogía.
Lo mismo podríamos decir de algunos detalles más, pero supongo que podréis haceros a la idea. Lo más sangrante de esta película es que ni siquiera cumple con su cometido original. Por mucho que dijeran que exploraría la naturaleza de los Spaces Jockeys, no ha hecho nada de nada. Solamente nos han mostrado a uno con muy mal despertar que acaba siendo devorado por un pulpo alienígena. ¿Por qué? ¿Por qué al acabar la película me siento como si Alien Vs Predator 1 me hubiese gustado más, y por qué tengo la sensación de que me acaban de tomar el pelo?
Por una sencilla razón.
Porque no interesaba la creación de una película, sino revitalizar una franquicia. Porque Damon Lindelof es el mayor experto en crear y vender humo del momento (lo defendí hasta cierto punto en el especial sobre Perdidos, pero una vez y no más), y se vale de su manera de escribir ambigua y abstracta para dejar muchas respuestas en el aire. Iban a darnos respuestas, y lo que nos han dado es la película que va a ir antes de que el personaje de Shaw vaya a obtener las respuestas. Si se hace una “Prometheus 2”, contará cómo las respuestas sólo traen más preguntas, y así será hasta que la saga se agote y se condene al silencio durante otras tres décadas. “Prometheus” es el cine del siglo XXI, un envoltorio referencial a una obra anterior, llena de guiños y basándose en el éxito de una franquicia, aprovechando un hueco argumental y un misterio (el del Space Jockey) que podría haber sido el pilar de una gran historia, pero que se convierte en un mcguffin más grande que el maletín de Pulp Fiction. Destruyen el misterio original para darnos dos horas de efectos especiales en 3D, cargándose las posibilidades de sorprendernos y mostrándonos un Alien al final para que creamos que todo está relacionado. Acaba con las esperanzas de los espectadores de ver el regreso triunfal de Ridley Scott a la ciencia ficción tantos años después, casi de la misma forma que James Cameron nos pegó una bofetada en la cara con “Avatar”.
Ambas son películas que se aprovechan de nombres famosos, guiños y elementos recurrentes, y que lejos de aportar nada, refuerzan nuestro amor y cariño por las obras originales, y nos convierte a nosotros, con poco más de veinte años, en esas personas que les dirán a sus hijos: ya no se hacen películas como antes.
Como dijo Carlos Pumares, a Ridley Scott, Alien y Blade Runner se las hizo su primo.