Revista Psicología

Propósitos de Año Nuevo: Sé tu propio coach

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

El 2014 se ha ido y le ha dejado al recién llegado 2015 una gran mochila con muchas, muchas cosas por hacer. Y es que, a comienzos de año, siempre tenemos esa sensación de que necesitamos cambiar para mejor. O, a veces, para peor. Pero lo que está claro es que el 1 de enero siempre llama a nuestra puerta con muchas ganas de poner todo patas arriba.

Pues, lo creáis o no, el año nuevo y sus famosos propósitos pueden convertirse en un excelente terapeuta, gratis y sin necesidad de titularse. Pero, ¿de verdad funcionan? ¿Hay alguien que a partir del 2 de enero sigue sin fumar o yendo al gimnasio?

Mafalda y el Año Nuevo. © Quino.

Mafalda y el Año Nuevo. © Quino.

Orígenes, definición y características

Empecemos por los orígenes: ¿Cuándo comenzó esta tradición? En la Roma clásica, cada nuevo año se solían ofrecer propósitos de buena conducta a Jano, dios de los comienzos y de los finales (del que proviene la palabra January, en inglés, o enero, en español). Este dios tenía dos caras, por lo que podía mirar tanto hacia adelante como hacia atrás, es decir, conocía tanto el comienzo como el final, tanto el pasado como el futuro. Por esto, el primer día del año, los antiguos romanos le rendían homenaje con sus buenos propósitos, costumbre que aún nosotros mantenemos.

Jano

Jano. © Martin Boc.

Los propósitos de año nuevo, como los conocemos hoy en día, son planes que nosotros mismos establecemos por motivación propia para cambiar ciertas conductas que no nos gustan. Un porcentaje alto de la población mundial adulta sigue esta tradición año tras año, siendo la mayoría de los propósitos dirigidos a modificar conductas relacionadas con la salud física y psicológica, como pueden ser dejar de fumar, perder peso, hacer (más) ejercicio o consumir menos alcohol. De esta manera, esta tradición constituye una oportunidad primordial para llevar a cabo procesos de modificación de conducta autoiniciadas y autorreguladas, es decir, sin la ayuda de un psicólogo, de un médico o de (los tan de moda ahora) coaches de por medio.

Las personas que ponen en marcha sus propósitos de nuevo año, como en cualquier otro proceso de cambio, pasan por varias etapas:

  1. Precontemplación: La persona aún no tiene intención de cambiar la conducta problemática.
  2. Contemplación: La persona toma conciencia de su conducta y piensa en el posible cambio, pero aún no realiza ninguna acción porque no se siente preparado para comprometerse con dicho cambio.
  3. Preparación: La persona se propone comenzar el proceso y puede dar algunos pasos previos.
  4. Acción: Constituye la puesta en marcha real del cambio.
  5. Mantenimiento: La persona se siente cómoda con la nueva situación y es capaz de mantenerla en el tiempo.
  6. Recaída: No debe darse, pero, en algunos casos, puede retrocederse a cualquiera de las etapas mencionadas.

A pesar de lo que comúnmente se piensa, en general, las personas que ponen en marcha sus propósitos de año nuevo obtienen una tasa de éxito considerablemente alta para ser, al fin y al cabo, un intento de modificar conductas problemáticas mantenido principalmente por nuestro esfuerzo propio y sin la ayuda de tratamiento profesional. Aunque las tasas de éxito dependen de los criterios y el intervalo de tiempo que se consideren, diversos estudios señalan que hasta un 46% de las personas que llevan a cabo sus propósitos de año nuevo consiguen mantenerlos durante al menos 6 meses. Pero, ¿qué determina realmente nuestro éxito?

Factores de éxito y de fracaso

Entre los factores que parecen facilitar el éxito a la hora de llevar a cabo los propósitos de año nuevo destacan, en primer lugar, la buena disposición hacia el cambio y la percepción de una buena autoeficacia. Si verdaderamente queremos conseguir un cambio y tenemos clara nuestra meta, y consideramos que contamos con los recursos y capacidades para alcanzarla, es más probable que nuestros resultados sean buenos. Asimismo, el hecho de concienciarnos y prepararnos a nosotros mismos para la acción, así como inducir una confianza y expectativas realistas sobre nuestras capacidades, parecen ser determinantes a la hora de conseguir este cambio conductual positivo.

Por otro lado, diversos estudios señalan que aquellas personas que utilizan estrategias de auto-reforzamiento y recordatorios positivos obtienen mejores resultados que otras personas que no refuerzan sus propias conductas positivas o que, por el contrario, usan recordatorios negativos. Por ejemplo, es mucho mejor decirse a sí mismo “¡Qué bien! ¡Llevo dos semanas sin fumar!” para mantener nuestros propósitos en el tiempo que si nos decimos algo como “Qué decepción sería si volviera a fumar”. En relación a esto último, autoculparse ante un fracaso o una recaída parece ejercer una influencia negativa sobre nuestra motivación hacia el cambio; es importante tener muy presentes nuestras metas para que, ante algún fallo, podamos retomar el proceso y reconducir nuestros esfuerzos.

Mafalda y Felipe. © Quino.

Mafalda y Felipe. © Quino.

A pesar de lo que se podría pensar, se han obtenido resultados en investigaciones que señalan que el apoyo social no constituye un factor significativo a la hora de conseguir el cambio. Esto no quiere decir que a algunos no nos guste que los demás reconozcan nuestros esfuerzos, pero no es determinante a la hora de conseguir el éxito o fracasar.

Los propósitos de año nuevo, sin embargo, también pueden tener un impacto negativo sobre nuestra autoestima, especialmente en los casos en los que fracasamos en su puesta en marcha. Incluso cuando los propósitos son superficiales o están relacionados con cambios poco relevantes para nuestra vida, fallar puede tener efectos negativos sobre la confianza que depositamos en nosotros mismos. Por esto es fundamental que el propósito en sí esté al alcance de nuestras posibilidades y hagamos un planteamiento realista y asequible del mismo, de nuestra situación inicial y de nuestra situación meta. Siguiendo el ejemplo de dejar de fumar, no es lo mismo pasar de fumar una cajetilla al día a cuatro cigarros al día que a no fumar nada en absoluto de golpe. Aún así, resultados en diversos estudios parecen mostrar que las posibles experiencias de fracaso no reducen de manera significativa la posibilidad de volver a proponernos cambios en años siguientes.

Recomendaciones

  • Tener una buena disposición hacia el cambio.
  • Ser realistas y confiar en nuestras capacidades.
  • Reforzar nuestras conductas con recordatorios en clave positiva.
  • Evitar autoculparnos.
  • Ser como Jano, y tener presente siempre la situación pasada y la situación futura para no perdernos nuestro camino hacia el cambio.

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