Protestas en Estambul, 5 de junio de 2013
Fotografía: newsonline - Fuente
Dos hechos están ocupando los principales titulares de la prensa nacional e internacional: el primero de ellos comenzó en las calles de Estambul y se expandió con rapidez y violencia por toda Turquía. La primera causa de esta revuelta se encontraba en una plaza cerca de una de las principales arterias comerciales de la ciudad. Un grupo ecologista se oponía a la tala de unos árboles que debían dejar paso a un nuevo y magnífico proyecto inmobiliario.
En la otra punta del mundo, en las ciudades de Brasil, la población reaccionó con indignación a la subida de los precios del transporte público. De nuevo, un hecho en apariencia sin mayor calado político se convirtió en el detonante de una de las protestas más activas que ha sufrido el país desde su consideración, a ojos de analistas e informadores internacionales, como potencia emergente y modélica en cuanto a su desarrollo.
15M en Murcia
Fotografía: Capture The Uncapturable - Fuente
No es conveniente generalizar. Sin embargo, sí es posible establecer una serie de pautas respecto al amplio movimiento de emergencia social que en los últimos años parece tratar de sacudir los mismos cimientos que sustentan todo el entramado organizado en torno al sistema económico capitalista y neo – liberal. Estas protestas, localizadas en países del ámbito occidental y supuestamente avanzado, encuentran cierto paralelo con lo sucedido en los países árabes, aunque también sea fácil apuntar profundas divergencias.
Durante su mismo desarrollo, muchos se aventuraron a caracterizar la primavera árabe como un grito desesperado de una juventud que ansiaba mayores cotas de libertad. Se trataba de protestas focalizadas en países sometidos a gobiernos despóticos de carácter unipersonal. El ejemplo de Túnez o de Egipto significó el triunfo de unas transiciones más o menos pacíficas, frente al ambiente bélico desencadenado en Libia o Siria. En cualquier caso, parece evidente que estos movimientos han sucumbido a la tentación del integrismo musulmán. Si volvemos a citar Siria, se insiste en la presencia de grupos integristas que forman parte de las filas rebeldes. Por su parte, en Egipto habría que destacar la labor social de los Hermanos Musulmanes que ha generado amplias simpatías entre la población egipcia.
Combatiente rebelde en Siria
Fotografía: VOA - Fuente
La plácida Europa se encontraba demasiado abotargada en su propia complacencia. Pero los efectos perniciosos de la crisis, la falta de un futuro esperanzador ensombrecido por las nefastas previsiones económicas, levantó a una juventud que comprendió el engaño en el que habían vivido bajo la ilusión de una cínica democracia. Bajo el apelativo genérico de los indignados, las plazas del viejo continente, incluso de Estados Unidos, se vieron ocupadas por una sociedad presa de la desesperación frente a un futuro desolador. Los más variados colectivos se cobijaron bajo un mismo paraguas tratando de crear una alternativa viable. Si bien es cierto que todavía falta una propuesta factible y seria que otorgue credibilidad a todo este conglomerado de propuestas y reivindicaciones, al menos se respiró el ambiente regenerador de una juventud que durante mucho tiempo se consideró egoísta y poco comprometida.
El último capítulo, no final, en todo este proceso contestatario ha tenido como escenario Turquía y Brasil. Respecto a la ola de protestas turcas, me remito a Pax Augusta. Sin embargo, y a la vista de los acontecimientos brasileños, he de insistir en la misma idea que apunté respecto a los sucesos turcos: la chispa detonante de unas protestas, una causa muchas veces puramente circunstancial, esconde el descontento profundamente calado en unas sociedades que asisten a una desigual e injusto reparto de los beneficios económicos que han generado dos potencias emergentes como Brasil y Turquía.
Protestas en Atenas, 2008
Fotografía: murplej@ne - Fuente
La actualidad brasileña y turca, su éxito internacional, se ve enturbiado por un descontento social que ha desempolvado los viejos trapos de unas autoridades oligárquicas capaces de recurrir a viejas prácticas de pasados dictatoriales diluidas en apariencias democráticas. Sin embargo, los excesos de la tradicional y brutal represión policial no pueden invisibilizar la imperiosa necesidad de articular unos mecanismos capaces de ajustar la redistribución equitativa y justa de la riqueza. Y es, quizás, en este aspecto donde las tres formas de contestación social adquieren relevancia común: la necesidad de acabar con los excesivos privilegios de una minoría sustentados sobre la enorme base social de una mayoría cada vez más empobrecida y desesperada.
Luis Pérez Armiño