La idea de crear unas tertulias, cuya temática girara en torno a los temas que encabezan su título, Espiritualidad, Filosofía y Ciencia, surgió como consecuencia del interés que suscitaron los temas que se abordaron en el transcurso de las presentaciones de mi último ensayo novelado, titulado La Hermandad de los Iniciados.
Resultó especialmente significativa la respuesta que, en el público asistente a la presentación que tuvo lugar en el Ateneo de Madrid, provocó la dramatización de un fragmento de la obra mencionada, en el que se tocaban temas de rabiosa actualidad. Dejo más abajo un fragmento de dicha dramatización, así como el archivo de audio en el que se puede escuchar el acto completo.
Tras las presentaciones del libro, Victoria Caro, María Isabel Rodríguez y un servidor nos reunimos con el objetivo de perfilar la idea original. De aquellas reuniones, emergió el grupo de facebook "Espiritualidad, Filosofía y Ciencia", abierto a todo aquel interesado en su temática. Este grupo serviría de plataforma digital para invitar, a quienes quisiesen, a asistir y participar en las tertulias convocadas en el Ateneo de Madrid, además de compartir nuestro honesto interés por la espiritualidad.
El acceso a la tertulia es TOTALMENTE GRATUITO y está ABIERTO a todos los interesados.
A continuación, os dejo algunas indicaciones de "cómo llegar" al Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, si bien podéis ver en el mapa que aparece a la derecha de este mismo blog su localización exacta.
El Ateneo está ubicado en la calle Prado 21 de Madrid, a escasos metros de la parada de metro Antón Martín. El teléfono de contacto es el 91 429 17 50
LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS
Lectura dramatizada
(Sentados Juan, Eva y Miriam. Se pasea pensativo el Maestro)
Maestro: En los años de mi mocedad, yo era un joven inquieto y bastante rebelde. Ya había sido reprendido por mis superiores cuando estudiaba Teología, dadas mis heréticas interpretaciones y mi cuestionamiento de las Sagradas Escrituras. Esto me condujo, con el tiempo, a la excomunión y a mi reclusión en este antiguo monasterio. Como consecuencia de mi carácter inquisitivo y mis ansias de trascendencia me dediqué durante años a buscar, a investigar sobre simbología esotérica, aprendí Astrología y rebusqué entre documentos antiguos de movimientos gnósticos que me mostraran el camino al conocimiento de Dios. Por mis manos pasaron los manuscritos del mar muerto y la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi. Estos textos no hacían sino afianzar mi convencimiento de la diferencia sustancial entre el cristianismo ortodoxo, literal o patriarcal, aquel que enseñan en la escuela y que inculcan cuando aún no tenemos uso de razón, y el cristianismo gnóstico. Según estos textos gnósticos el conocimiento de uno mismo nos conduce al conocimiento de Dios, pues nosotros somos Dios. Y ese nosotros, no tiene nada que ver con nuestro ego. Disponemos de una esencia divina. Inmerso en mis vastas pesquisas, un día recibí la visita de un ente imaginario. Una mujer sumamente seductora que me llamaba a copular con ella. Era un sueño que me enfrentó a un terrible adversario. Esa imagen llamaba a mi concupiscencia, a mis más bajas pasiones… Hermanos, ¡cuán pocas visiones me han ocasionado tanta perplejidad! Encontré, de pronto, entre los muros de este antiguo monasterio, una estancia en cuyo interior estaba enterrada la efigie de una doncella. Aquello era una tumba
Miriam: (Interrumpiendo) ¿Era conocido ese recinto por las personas del monasterio? Maestro: No. A juzgar por las telarañas. Nadie había bajado a esa cámara funeraria. En su centro había un féretro, con unos dibujos del Sol y de la Luna, y una inscripción en griego decía: “Aquí yace la efigie de la sagrada doncella que cohabitó con el señor en amorosa unión”. Me dispuse a descorrer la losa que ocultaba a la difunta. En su interior hallé la efigie de una joven, que sujetaba, con sus manos, un libro sumamente deteriorado. Por su apariencia tenía el aspecto de un auténtico incunable. Lo recogí de sus manos y, sin esperar siquiera a cerrar la lápida, me precipité a ojearlo. Pero… ¡cuál no sería mi frustración al descubrir que se trataba de una simple Biblia! Dejé el libro en el centro de una mesa redonda, rodeado por cuatro candelabros. Un día me dio por encender los cuatro candelabros, que rodeaban el incunable, al mismo tiempo y, cuál no fue mi sorpresa al descubrir que, lo que en apariencia era una Biblia al uso, aunque un tanto antigua, encubría textos en un idioma que me era desconocido. Para asombro mío, averigüé que era copto; es decir, la lengua que utilizaban los cristianos egipcios del siglo II. La misma que los manuscritos encontrados en Nag Hammadi.Cuando la luz de los cuatro candelabros refulgía iluminando el incunable, tras la apariencia de un texto ortodoxo, se ocultaba, en copto, el otro texto. Descubrí, en su deteriorada cubierta, la imagen de una mujer completamente desnuda. Esta imagen sólo era visible cuando la luz de los cuatro candelabros (o de sus doce velas) coincidía en el centro de la portada. El cuerpo de esa joven era sedoso, moreno y de contornos bien marcados. Era una auténtica beldad, lo más parecido a una diosa. Su largo cabello, negro como el azabache, acariciaba sus desnudos senos. Prendió en mí una pasión que jamás había sentido. Me debatí entre los deseos de la carne y las altas esferas divinales que la ortodoxia cristiana me había inculcado durante los años de mi formación como sacerdote.
Juan: (Interrumpiendo) Maestro, esa imagen semeja mucho a la que se me apareció en sueños durante mi encarcelamiento. De hecho, fue ella quien me insinuó que mi estancia en la cárcel era un estadio necesario de un proceso de desarrollo personal…Eva: Pero maestro, ¿y qué hay del creciente fundamentalismo? ¿Qué hay de las cada vez más profusas y agresivas sectas juveniles? ¡No podemos olvidar aquí que esas sí que son oscuras muestras de la gravedad de estos tiempos tan difíciles! Nosotros hemos tenido la suerte de disponer de una persona, o de un ente sobrenatural, que nos orientara justo en el momento más oportuno. Desde luego soy consciente de que ha sido Dios el artífice de ese encuentro crucial con las personas que nos han guiado hasta llegar aquí. Mas no puedo dejar de pensar que, tal vez, un número elevado de individuos, hoy sumidos en un auténtico caos, es decir, hirviendo en su propia agresividad, signo externo de su invalidez, su desorganización interior, su miedo al mundo que les rodea, su desvalimiento para arrostrar los numerosos desafíos que surgen a lo largo de toda una vida…, hubieran podido encauzar sus vidas si hubieran dispuesto de una persona que les guiara en el momento oportuno.Miriam: Hoy los padres no parecen asumir su responsabilidad en la díscola actitud de sus hijos, a quienes consienten cualquier capricho, alimentando su voracidad, al tiempo que les privan de la importante lección que toda restricción implica para su desarrollo como adultos. Por no hablar de la falta de cariño que parece adueñarse de todo hogar occidental ¿acaso es posible suplir el amor con bienes materiales o la miel con un exceso de leche? Cuanto más medito sobre esto, más oscuro y terrible me parece el destino de las futuras generaciones. Queridos hermanos, dramáticas consecuencias vislumbro si la Diosa no retorna al lugar que le corresponde -la voz de Eva surgió como si de un ángel se tratara, descubriendo al grupo un aspecto que no habían considerado hasta ese momento.Maestro: Queridas hermanas Eva y Miriam ¡cuán certeras vuestras afirmaciones! No sé si sabréis que el genial jesuita español Baltasar Gracián expresó algo semejante en una de sus más célebres obras, donde decía: “con el intenso amor que tienen a sus hijuelos (los padres), condescienden con ellos y porque no llore el rapaz le conceden cuanto quiere: déjanle hacer su voluntad en todo y salir con la suya siempre, y así se cría vicioso, vengativo, colérico, glotón, terco, mentiroso, desenvuelto, llorón, lleno de amor propio y de ignorancia, ayudando de todas maneras a la natural siniestra inclinación. Apodéranse con esto de un muchacho las pasiones, cobran fuerzas con la paternal connivencia, prevalece la depravada propensión al mal y ésta con sus caricias trae al tierno infante al valle de las fieras, a ser presa de los vicios y esclavo de sus pasiones…” Juan: Hermanas, hoy vivimos en un tiempo sumamente difícil. Y si es difícil para el hombre y para la mujer adultos ¿podéis imaginaros lo arduo que les resultará a los adolescentes? Son éstos últimos la muestra más fehaciente de nuestra grave crisis de valores, de lo alejados que se hallan los seres humanos de Cristo. Pues, para utilizar el lenguaje bíblico, estamos en plena irrupción del Anticristo. Como una vez oí decir a un niño: “éste es el mundo al revés”. Los valores que rigieron la más excelsa expresión de espiritualidad hoy se han invertido y presenciamos lo más basto y grotesco que le es consustancial a la materia. Pero, hermana Eva, como bien sabes toda época en crisis lleva implícita una irrupción de esta naturaleza. Lo más instintivo, lo más burdo, lo más oscuro de la naturaleza humana tiende a hacerse con el dominio de la cultura. Para expresarlo metafóricamente, diríamos que el Caos se adueña de la vida toda. Esa es la hidra de siete cabezas, la Gorgona petrificante, la diosa Kali que rebana cabezas, el monstruo que engulle al héroe, el poder temporal cuando usurpa las funciones directivas de la autoridad espiritual, el Sol que se esconde tras el ocaso. Pero este Sol no ha desaparecido para siempre. Sólo espera, en su crisálida de transformación, a que despunte el nuevo día.