Revista Psicología

Psicología del arte: la última tentación

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

La ciencia no se identifica con el placer, ni el arte con la razón; pero no hay ciencia sin placer ni arte sin razón.

Jean-Pierre Changeux, Razón y Placer (1997).

Nuestro afán por construir un fundamento empírico sólido y válido para engendrar una ciencia tan respetable como otra cualquiera, nos ha empujado a crear un abismo irreconciliable entre la psicología y aquellas temáticas susceptibles de ser catalogadas como demasiado subjetivas o lejanas  al foco del método científico.

Por ende, nuestro acercamiento a dichas temáticas suele ser sólo un coqueteo epistemológico, un tonteo necesario para comprender la complejidad de nuestro objeto de estudio más preciado: el comportamiento del ser humano. De esta manera, el arte (en cualquiera de sus formas), siendo algo tan propio de nuestra especie,  se ha convertido en la última tentación  de la Psicología; porque si bien hemos utilizado sus recursos para enriquecer nuestras evaluaciones (véase el test de Rorschach) o hacer más eficaces nuestros tratamientos (sírvanos de ejemplo el Psicodrama y el desarrollo del role-playing), lo cierto es que apenas hemos colocado nuestra lente sobre la literatura, la pintura, la música o cualquiera de los productos de nuestro ingenio y creatividad. La extenuada y errática relación entre trastorno mental y capacidad artística que hemos insinuado a través del estudio de los mal llamados autistas savants y la supuesta bipolaridad de Van Gogh, nos pone en evidencia al demostrar que hemos sido movidos más por la morbosidad del trastorno que por un interés científico en el propio arte.

A estas alturas, espero haber provisto al leedor con la motivación suficiente para embarcarse en una de las empresas más ignoradas por la institución psicológica. Sin embargo, sería injusto invitaros a fletar en nuestro barco sin saber cuál es: ¿Qué es la Psicología del Arte?

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Autorretrato con oreja vendada, Vincent Van Gogh, 1889.

Ni críticos, ni estetas

De forma acertada Jean-Paul Weber hace más hincapié en describir lo que no es su Psicología del arte (1966) que en definirnos ésta, teniendo en cuenta que muchos profesionales del comportamiento rehúsan abordar la temática por temor a ejercer el rol del esteta, el filósofo o el crítico y no del psicólogo: Weber nos advierte que la psicología del arte no debe confundirse con la estética (¿Qué es lo bello y qué es lo feo?), tampoco con la filosofía del arte (¿Qué es el arte?), ni con la ciencia del arte (¿Cuáles son las reglas variables que rigen al arte?), ni con la crítica del arte (¿Cómo evaluamos una obra?). Y aunque la psicología del arte se nutra de todas estas aproximaciones, se hace necesaria una distinción clara. Diferencia que se apoya sobre la psicología social y nos recuerda que la obra sólo existe mientras haya espectadores que la contemplen: la escultura sería tan sólo un bloque de piedra de formas singulares, como el lenguaje sin el otro, sólo un conjunto de ruidos o garabatos.  Y es aquí donde interviene un autor obsesionado con ese otro, interesado en la semiótica y de los pocos psicólogos que observaron el potencial oculto detrás del estudio del arte: Lev Semiónovich Vygotsky (1896-1934).

La Psicología del arte (presentada como tesis doctoral en 1925 y como libro en 1971) es una obra excepcional, no sólo por reunir los trabajos de Vygotsky entre 1915 y 1922, donde por primera vez se comentan los estudios psicológicos hechos sobre la materia, sino por la original definición que nos da de ésta:

En mi opinión, la idea central de la psicología del arte es el reconocimiento de la preponderancia del material sobre la forma artística, o lo que viene a ser lo mismo, el reconocimiento en arte de las técnicas sociales de las emociones.

El sueño ruso

Uno de los aspectos más fascinantes de la obra vygotskiana que hemos mencionado, se relaciona con el contexto histórico en la que fue escrita: para dar explicación al cómo y por qué del arte, los psicólogos de la Rusia staliniana  tenían por un lado al psicoanálisis, que intentaba comprender la psique del artista desde la introspección, ahogándose en el marasmo del estudio sobre el inconsciente. A su vez, y como contrapartida, la escuela creada por Pavlov y apoyada por Bechterev, era alabada por ser objetiva, sin percatarse de las limitaciones que una perspectiva radicalmente materialista podría tener sobre el estudio de la psique humana (¿Cómo estudiar la creatividad cuando su mensurabilidad es imposible?).

Vygotsky no era el único que soñaba con desarrollar una psicología o ciencia capaz de desentrañar y analizar las cualidades más elevadas del ser humano; Luria y Leóntiev también pretendían comprender el arte o el lenguaje desde la óptica científica: esta incertidumbre en la escuela rusa, contribuyó al avance de nuevas técnicas de investigación que fueron cobrando relevancia en occidente a medida que la Guerra Fría iba descongelándose. El sueño ruso por fin comenzaba a tornarse realidad. Ahora sólo faltaba el método.

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Lev Vygotsky y su hija Gita L. Vygodskaya

El método: psicología evolutiva

Es interesante notar que La Psicología del arte de Vygotsky fue creada antes de su Pensamiento y Lenguaje (1934); para autores como A.V. Leóntiev, sus estudios sobre el arte fueron parte de la antesala hacia la psicología evolutiva con la que Vygotsky pretendía probar la regulación de la actividad humana a través del lenguaje. Tal y como nos relata Howard Gardner en Art, mind and brain. A cognitive approach to creativity (1982), los primeros pasos relevantes hacia la psicología del arte, son de carácter estructuralista: Piaget, Chomsky y compañía, quienes también fueron pioneros en la psicología del desarrollo. La rigidez del enfoque piagetiano tiene sus restricciones pero nos da cuenta de la relación intrínseca entre psicología del arte y la psicología evolutiva, al igual que Vygotsky: la capacidad de abstracción, de comprender símbolos y comunicarse a través del lenguaje son requisitos imprescindibles para producir arte.

Apoyándose en este enfoque, varios autores han hecho grandes contribuciones para comprender el arte desde el ámbito de la psicología; el propio Gardner va más allá de la metáfora del ordenador y reta a los cognitivistas a ampliar su visión del arte y el artista, adoptando una perspectiva sociocultural parecida a la de los autores rusos, haciendo reflexiones sobre los trabajos de Mozart y su relación con el desarrollo creativo de los niños. Llega incluso a proponer futuras líneas de investigación (comparar resultados en pruebas de resolución de problemas entre artistas de relevancia internacional y población general, por mencionar alguna).

Mientras los ojos del psicólogo se abren como platos ante el paisaje esperanzador que nos aporta la psicología evolutiva, puede que la escritora, el pintor, el músico o el amante de las obras, contemple con desazón este trato con el arte. Por ello, concluimos esta breve introducción a la Psicología del arte como la iniciamos, con una frase perspicaz de Razón y placer de Changeux:

Comprender no es, desde luego, amar; pero explicar más hará comprender mejor; y comprender mejor tal vez haga amar mejor.

Daniel Sazo.

Referencias bibliográficas más relevantes

Changeux, J. P. (1997). Razón y placer. Barcelona: Tusquets.

Gardner, H. (1982). Art, Mind and Brain. A Cognitive Approach to Creativity. New York: Basic Books.

Marty, G. (1999). Psicología del arte. Madrid: Pirámide.

Vygotsky, L. (2006). Psicología del arte. Barcelona: Paidós.

Weber, J. P. (1966). La psicología del arte. Buenos Aires: Paidos .


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