Publicidad criminal

Publicidad criminal

¿Y por qué criminal? Muchos habréis entrado a leer este artículo, o lo que sea, para conocer a quien ha matado algún spot publicitario, o le ha hecho automutilarse, ¡o vaya usted a saber! Lo cierto es que no, al menos creo que no... Pero eso no quiere decir que no haya provocado daños a la audiencia, quizá no físicos (que seguro que también), sino aquellos que a simple vista no se pueden ver. ¿Nunca os habéis cruzado en el Metro con alguien que no encaja del todo con la humanidad? Me refiero a esa pequeña elite que se dedica a vagar por las líneas de éste. Aquella gente que lleva gorra o gafas de sol durante los trayectos, o esa tropa que se dedica a escuchar a toda hostia su mierda de música con sus teléfonos móviles, compartiendo con el resto de pasajeros su pésimo gusto de chunda chunda. Esa gente ya ha sido víctima de lo que quiero comentaros a continuación. Bueno, a decir verdad es una teoría, hay gente que nace gilipollas sin remedio. Es así, de no serlo, no existiría la frase: "Relaxing cup of café con leche".
Yo he tenido infancia, y como muchos los de mi generación, hemos pasado muchas horas en la calle, pero también delante de una televisión. Eran muchos los programas que merecían la pena durante los años 90´s, (que fue más o menos cuando empecé a tener uso de razón). Aquellas tardes enganchados a la 2 TVE, o para los afortunados Cartoon Network o Nickelodeon. Casi todos hemos disfrutado de grandes programas, y otros no tanto, pero que no dejaban de ser al menos graciosos. ¿Por cierto, recodáis a Los Simpson en Televisión Española? No siempre estuvieron en Antena 3.
Y llegados a este punto, vamos precisamente con esta cadena, Antena 3. Dentro de lo poco que veo este canal, me veo en la obligación de pasar informe una vez más, e incluso catalogarlo de vergonzoso la cantidad de horas de publicidad a las que intentan someternos.
Empecemos por esto de los grupitos de Poder que se han ido formando a lo largo de estos últimos años, como por ejemplo: ATRESMEDIA (Antena 3, La Sexta, Neox, Nova), y MEDIASET (Telecinco, FDF, Energy, Cuatro, Boing), ambos dominados por los gigantes Antena 3 y Telecinco, respectivamente. ¿Lo tenemos claro, no?
Dominando la parrilla televisiva entre los dos, podríamos decir que tienen un poder casi absoluto para hacer lo que les venga en gana. TVE fue privada de emitir publicidad, por lo tanto los que se reparten el pastel del mercado publicitario en su gran mayoría de la televisión en abierto española suele caer en los dos grandes. Supongo que por eso tiene mucho sentido que nos taladren con horas y horas de spots para vendernos todo tipo de productos, incluso repitiendo los mismos durante el mismo parón varias veces. Así, metiéndonos vuestra mierda a martillazos en la cabeza.


Pero lo que ya me parece el colmo absoluto, son aquellas cortinillas que rezan: "Volvemos en 1 minuto", pero también pueden volver en 2, 3, 4, 5 y así hasta que les salga a ellos de los santos cojones. ¿A alguien le ha dado por cronometrar ese tiempo? Os invito a que lo hagáis y me contéis. Pero hasta con esto puedo mantener la cordura. Te meten 7 minutos de publicidad, aprovechas para ir al baño, para fumarte un cigarrito, para llamar a tu colega o lo que te de la gana. Pero todo cambia en el momento clave; ese momento que algún genio del marketing ha creado, y que a mi ya me cabrea de una forma exagerada y que me hace insultar a mi propia televisión con la esperanza de que llegue a los oídos del responsable de la cadena, y que escuche todas las palabras malsonantes que emanan de mi boca hasta que le revienten los tímpanos. Me estoy refiriendo al final de la publicidad, cuando el programa acaba de volver de su parón, y tú te acomodas en el sofá dispuesto a seguir disfrutando de él. Apenas han transcurrido quince segundos, y de pronto una vez más "Volvemos en 4 minutos". ¡ME CAGO EN DIOS! Suelo exclamar eso, entre otras. Un acto reflejo de impotencia, y que acaba conmigo desconectando la televisión al grito de: "¡que os den por el culo!". Personalmente creo que nos empiezan a tratar como a auténticos gilipollas, y es algo que no debemos aceptar sin más.
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