Tener menos tiempo libre por tener que dedicarlo a cuidar del bebé, la sensación de no controlar la situación por querer llegar a todo sin ayuda… convierten la recuperación postparto en una etapa complicada.
Pese a su transcendencia en el conocimiento mutuo y adaptación de la madre a su bebé, el puerperio sigue siendo el gran desconocido. Con el propósito de arrojar luz sobre las vicisitudes de estas semanas, profundizamos en la casuística física y emocional que experimenta la madre.
El puerperio, una montaña rusa emocional
La recuperación tras el parto, conocida coloquialmente como cuarentena, comprende, por término medio, el periodo de las 6 semanas siguientes al parto. Su duración variará dependiendo de cada mujer y de factores externos a ella, como complicaciones en el parto, apoyo familiar…
Un periodo mucho más breve que los 9 meses del embarazo en el que el cuerpo y la psique de la madre deben retornar a la situación de origen. El actual ritmo de vida impide, muchas veces, que la mujer esté acompañada mientras se ocupa de su hijo pudiendo llegar a sentirse desbordada.
Se tiene constancia científica de que una inadecuada gestión de la tristeza, ansiedad, miedo o fatiga propios de esta fase pueden interferir en la conexión emocional madre-bebé y en el normal establecimiento de la lactancia. Resulta esencial aprender la postura idónea para permitir que el bebé vacíe los pechos sin dañar los pezones y que el organismo de la madre produzca suficiente leche, previniendo así la ingurgitación mamaria o las mastitis.
Las implicaciones de un puerperio descontrolado pueden afectar al niño:
- Retrasando el habla.
- Con trastornos de conducta.
- Apatía o dificultad para concentrarse.
Secuelas psíquicas postparto
Los primeros días como madre, especialmente a la vuelta del hospital y cuando la pareja retoma sus obligaciones laborales, se viven con intensidad. La repentina bajada de las hormonas coadyuva en cierta estimulación cerebral de los procesos químicos intervinientes en la depresión.
Durante el embarazo, los estrógenos y la progesterona disparan sus niveles en el cuerpo de la madre para descender drásticamente 24 horas después del parto. A su vez, el descenso de la hormona de la tiroides contribuye a los cambios de humor, la irritabilidad, el aumento de peso o las dificultades para conciliar el sueño.
Todas estas incomodidades no revisten gravedad ni requieren tratamiento, ya que remiten naturalmente a los pocos días. A este cuadro clínico se le llama Baby blues y suele manifestarse entre el tercer y el sexto día postparto.
Sin embargo, si la sintomatología se agrava y se prolonga en el tiempo, podría indicar que la madre está atravesando una depresión postparto. A la inquietud, irritabilidad o tristeza se le suman el llanto recurrente, el sentimiento de culpa y la sensación de incapacidad para ejercer de madre.
Este proceso puede presentarse en cualquier momento del puerperio y persistir por más de un año. Acudir al especialista será lo más conveniente para tratarlo cuanto antes y normalizar el cuidado del pequeño. Todo bebé necesita a su madre, no solo para beneficiarse de una alimentación óptima para sus defensas, sino para encontrar el consuelo y bienestar que reclama.
Aprovechar las horas de sueño del bebé para descansar, alimentarse de forma variada, hidratarse, sacar tiempo para estar con la pareja y procurar tomarse las cosas con calma son buenos consejos, a fin de mantener alejada la depresión.
Se estima que 1 de cada 10 madres sufre una depresión postparto. Con una incidencia mucho menor: 1 ó 2 casos por cada 1.000 nacimientos, la madre puede desarrollar una psicosis postparto caracterizada por cambios bruscos de los estados de ánimo, alucinaciones o ideas obsesivas sobre el bebé. La tenencia de un trastorno bipolar u otro problema psiquiátrico incrementan las probabilidades de padecerlo.
Existen ciertos agentes que alimentan el riesgo de depresión:
- Antecedentes familiares de problemas psíquicos.
- La no aceptación del embarazo.
- La prematuridad o larga hospitalización.
- Ser madre primeriza.
- Falta de apoyo familiar o social.
- La escasez de recursos económicos.
- El abuso de drogas o medicamentos.
Secuelas físicas postparto
Los cambios físicos ocasionados por el parto y sus molestias pueden sobrellevarse de forma sencilla extremando la higiene íntima y respetando el reposo, en la medida de lo posible.
Para combatir los loquios (restos de tejido y sangre que expulsa el útero) sin contraer infecciones se recomienda utilizar compresas de algodón, jabones neutros y antiséptico para los puntos en caso de episiotomía.
Ante la sensación de incontinencia urinaria, ocasionada por el proceso de recuperación del útero y la epidural, practicar los ejercicios de contracción-relajación de Kegel o acudir a un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico favorecen el recobro de la seguridad en sí misma.
Completan la relación de incomodidades:
- Hemorroides.
- Estreñimiento.
- Caída del cabello.
- Cansancio, asociado a la anemia.
- Sudoración, sobre todo si existe lactancia.
- Dolor de piernas y espalda.
Una dieta rica en vitaminas y minerales, así como el cariño de la familia, serán la medicina justa para completar con éxito la recuperación. Está en nuestras manos facilitar este proceso a la madre. Indudablemente, beneficiará a la salud de todos.