Revista Cultura y Ocio
Cuando llegué a laSexta pensé que sería cosa de poco tiempo. No iba a estar en plantilla, en principio lo previsto era cubrir huecos, y consideré aquella oportunidad como una línea más en el currículo, pero siempre transitoria.
El tránsito ha durado tres años y medio. Y lo que el cuerpo (o el contrato) aguante. Pero a partir de mañana todo será distinto.
Desde esta noche ya no volveré al edificio donde he tratado de contar lo mejor posible las cosas que pasaban, cada semana de jueves a domingo, unas doce horas diarias. Se acabó la sonrisa de Jose, el guardia de seguridad de la garita, cada mañana. Las ensaladas de Tania. El pulsador para abrir la puerta de Luis, Carmen y José Luis. La aspiradora (y la sonrisa) de Rosi. El hueco de la escalera de los superusuarios. Las voces de los técnicos de sonido o los compañeros del COI cuando probabas un directo o pedías una captura de una página web. El buen rollo de los cámaras de plató y de los mezcladores.
A partir de mañana laSexta Noticias se hace desde San Sebastián de los Reyes, que para eso somos Atresmedia.
Como suele suceder cada vez que hay movimientos empresariales, un buen número de compañeros se ha quedado por el camino. A muchos no los conozco (bien mirado, tampoco conozco mucho a la mayoría de los que nos quedamos), pero sé que lo han dado todo por este seis verde y hoy, cuando les hemos dicho hasta luego, he sentido un pellizco en el estómago. Lamento que les hayan hecho bajar del barco, pero estoy segura (y no es un tópico) de que probablemente mañana se abre una nueva oportunidad para ellos.
Hoy, mientras el ruido de las teclas se junta con el de las cajas arrastrando, me acuerdo de aquella primera llamada de mi primera coordinadora, Lorena, diciéndome que empezaba el jueves. De Bea recibiéndome a pie de ascensor (¿cómo pudo saber que venía, si nadie nos había presentado?). De otra Lorena enseñándome a ingestar. De Aurora dándome los datos para un directo que en justicia le correspondía a ella. De Ana y Helena recogiéndome del suelo del baño después de una bajada de tensión. De todos mis compañeros, encabezados por los jefes, Susana y Pablo, arropándome en la presentación de mi libro. De Cristina intentando chutarme en un pasillo algo parecido a la autoestima. De Elena enseñándome frases en francés... y de los desayunos antidieta, de las reuniones con chinos atrapados, de los pandas gigantes, del "¡¡¡Reunióooooooon!!!"...
Va a ser que hasta aquí no ha ido tan mal la cosa. Ahora toca poner punto y aparte. Y, como siempre que se estrena algo, vestirse de ilusión. Porque, para bien o para mal, ya nada será lo mismo.