Revista Comunicación
Puro vicio (paul thomas anderson, 2014)
Publicado el 15 marzo 2015 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertranRodando El sueño eterno (1946), el director Howard Hawks no supo responder a Humphrey Bogart sobre la identidad del autor de uno de los asesinatos de la película. Hawks contactó con el guionista y autor de la novela original, Raymond Chandler. El escritor contestó diciendo: "Yo tampoco lo sé". Seguramente Thomas Pynchon no tendría ningún interés en responder a una pregunta similar sobre Puro vicio. Lo curioso es que El sueño eterno es sin duda un clásico del cine y al mismo tiempo una película cuya trama resulta imposible de seguir.
Puro Vicio comienza con una escena que parece sacada de El halcón maltés (John Huston, 1941) en la que una mujer fatal, Shasta Fey Hepworth (Katherine Waterston), visita a un detective, Larry "Doc" Sportello (Joaquin Phoenix), para pedirle ayuda en un asunto turbio. La principal diferencia, sin duda, es que el personaje de Phoenix se parece más a The Dude (Jeff Bridges) de El gran Lebowski (Joel & Ethan Coen, 1998) que al Sam Spade (Humphrey Bogart) de Hammett. Este inicio nos ayuda a situarnos en las coordenadas del cine negro, ya que a partir de ahí Doc seguirá las pistas del caso para ayudar a Shasta. Pero hay dos cosas que dificultan que podamos seguir sus pasos en una investigación -innecesariamente quizás- enrevesada. La primera es que la psicología "fumeta" de Doc probablemente contamina todo lo que vemos, aportando un tono alucinado. La segunda es que la película está compuesta casi enteramente de conversaciones, diálogos entre los personajes, que van soltando nombres y datos sin parar. Hay mucho texto en Puro Vicio y encima una voz en off acaba por darle a la película un tono más bien literario. Al menos yo no he sido capaz de seguir la trama más que a grandes rasgos. Y creo que al intentarlo he cometido un error. Puro Vicio utiliza un género reconocible para ubicar al espectador y luego dejarse llevar libremente en un viaje -nunca mejor dicho- similar al de Raoul Duke (Johnny Depp) en Miedo y asco en las Vegas (Terry Gilliam, 1998). Es cosa vuestra decidir si ese viaje -de dos horas y media- vale la pena. Yo me quedo con el personaje interpretado por Josh Brolin, un policía llamado Bigfoot que tiende al abuso de la fuerza pero que esconde una pena de amor. Un "vicio" oculto.