El acné es una enfermedad que afecta a casi el 85% de la población en edades comprendidas entre los 11 y 30 años. Aunque es una patología que no pone en riesgo la vida, sí que puede afectar a la piel durante bastantes años ocasionando la aparición de cicatrices e imperfecciones que tienen connotaciones estéticas y emocionales importantes. Aunque es un problema muy habitual, la causa última de su aparición es desconocida.
Al ser una enfermedad tan prevalente, existen multitud de mitos o creencias en torno a ella acerca de sus causas de aparición. Una de las creencias más habituales es la relación entre la dieta y el acné. En un estudio realizado en Grecia, el 62,3% de los adolescentes entrevistados, atribuyeron a la dieta la causa de su acné. En cambio, en Inglaterra, un 11% achacaron padecer acné a causa de las comidas grasientas. ¿Qué tiene de cierto estas creencias? ¿de dónde viene esta creencia? ¿hay alguna relación entre diferentes comidas y la aparición del acné?. En este post intentaré explicar qué dice la ciencia sobre está relación.
Origen de la creencia
Durante años se ha venido observando que el acné es un problema que no afecta de igual modo a todas las culturas. Existen algunas en las que la incidencia es muy alta mientras que en otras es tremendamente baja. Esto únicamente puede deberse a dos circunstancias:
- Factores genéticos: las diferencias genéticas entre las culturas son las causantes de que aparezca la enfermedad o no.
- Factores ambientales: las diferencias en la forma de vida (dieta, hábitos…) son los causantes de la aparición de la enfermedad.
Para desvelar cuál de los factores tiene mayor impacto para desarrollar la enfermedad, se han observado diferentes culturas y se ha reflejado en muchos estudios.
- Kenya o Zambia son paises con muy pocos casos de acné. Sin embargo, personas de estas mismas nacionalidades que viven en paises más desarrollados como Inglaterra, sufren acné con la misma probabilidad que los propios ingleses.
- Hace años, las poblaciones de esquimales estaban muy aisladas del mundo, y su dieta se basaba sobre todo en pescado. Durante estos años, la incidencia de acné era casi nulo. Años más tarde, con la occidentalización de su cultura y el cambio de hábitos de vida entre los que se incluía la dieta, el número de casos de acné aumento drásticamente.
Viendo estos ejemplos, podríamos decir que las diferencias genéticas entre unas poblaciones y otras tiene poco impacto en la aparición del acné, y que el peso de los factores ambientales es más importante. Por tanto, la creencia de que esta enfermedad y la dieta están relacionados sí que tiene un fundamento importante.
El folículo pilosebáceo
Nuestra piel está inundada por unas pequeñitas aberturas que denominamos folículos pilosebáceos. Como su nombre indica, este folículo se compone de dos estructuras: un pequeño pelo y la glándula sebácea.
El pelo puede estar más o menos atrofiado según el lugar del cuerpo donde se localice. Por ejemplo, en el cuero cabelludo es más largo, grueso y colorado, mientras que el de la cara es prácticamente imperceptible.
La glándula sebácea está encargada de producir sebo. El sebo es necesario para mantener la hidratación, lubricación y protección de la piel. Al igual que el pelo, también existen diferentes glándulas sebáceas según su localización y que son capaces de producir diferentes cantidades de sebo. Por ejemplo, en lo que se llama la zona T del rostro (frente, nariz y barbilla), la producción de grasa por parte de las glándulas es mucho mayor y por ello es habitual ver estas zonas con el brillo característico que les proporciona el exceso de grasa.
¿Qué es el acné?
El acné es un problema por el cuál el folículo pilosebáceo se tapona por un exceso de producción grasa. El taponamiento favorece la aparición de infecciones que cursan con inflamación y producen las lesiones típicas de granitos y espinillas.
La causa exacta del acné todavía no se conoce. Sin embargo, se sabe que en su desarrollo las hormonas desempeñan un papel muy importante. Por ello, épocas como la adolescencia, el embarazo… en las que hay grandes cambios hormonales, aumenta la incidencia de casos de acné.
Entre las hormonas más importantes que afectan al folículo pilosebáceo, encontramos a las hormonas sexuales. Andrógenos como la testosterona y dihidrotestosterona (DHT) tienen papeles importantes en la regulación de esta unidad pilosebácea. Sabemos que estas hormonas afectan a la parte glandular de esta unidad, provocando los problemas de acné (entre otros), pero también afectan a la parte pilosa (al pelo), ocasionando los casos de alopecia androgenética, el tipo de alopecia más importante.
Acné y productos lácteos
Diversos estudios han asociado que los lácteos son capaces de aumentar la probabilidad de sufrir erupciones relacionadas con el acné. A la leche desnatada se le atribuyó mayor capacidad para producir acné que a la entera, sugiriendo que el efecto de la grasa no era el factor desencadenante.
Si analizamos la leche, podemos ver que entre otras cosas contiene hormonas procedentes del propio animal, como derivados de la progesterona y precursores de la DHT, como la 5alfa-pregnanediona y la 5alfa-androstanediona. Estos precursores necesitan de una serie de enzimas que podemos encontrar en la unidad pilosebácea para convertirse en DHT. Por tanto, podemos hipotetizar que al consumir leche, estamos aumentando los niveles de DHT en la glándula pilosebácea y por tanto favoreciendo la aparición de acné.
La leche también contiene diversas hormonas estimulantes del crecimiento. Entre ellos, el IGF-1 (insulin like growth factor) es capaz de estimular la formación de andrógenos, como ya hemos comentado, muy relacionados con el desarrollo del acné. Se ha podido demostrar que IGF-1 estimula el crecimiento capilar, así como el crecimiento de la glándula sebácea, favoreciendo la secreción de sebo y por tanto la aparición de acné.
Acné y chocolate
Existen diversos alimentos que tras ser ingeridos, aumentan los niveles de glucosa en sangre de forma brusca a lo que nuestro organismo responde liberando grandes cantidades de insulina. De estos alimentos decimos que tienen un alto índice glucémico y clásicamente son aquellos ricos en carbohidratos simples (monosacáridos y disacáridos), como por ejemplo la sacarosa o el azúcar. En este sentido, todos aquellos alimentos con cantidades importantes de estos carbohidratos simples (chocolate, azúcar…) producirán la liberación de grandes cantidades de insulina.
La insulina, además de permitir que la glucosa circulante por la sangre sea captada por nuestras células, también tiene una serie de consecuencias metabólicas y hormonales, como la liberación entre otros de andrógenos y de IGF-1. Como hemos dicho anteriormente, tanto IGF-1 como los andrógenos son capaces de alterar el microambiente del folículo sebáceo, favoreciendo la aparición del acné.
Acné y comidas grasas
Las comidas excesivamente grasas también tienen capacidad para alterar los ciclos de liberación de insulina.
A parte de su efecto sobre la insulina, también se ha hipotetizado que las comidas altas en grasas podrían cambiar las características del sebo normal, haciendo por ejemplo el sebo menos fluido o aumentando su cantidad y por tanto facilitando que el folículo pilosebáceo se obstruya más fácilmente.
Aún cuando todas estas explicaciones tienen una base teórica fundamentada, es importante aclarar que los estudios no son del todo concluyentes y por tanto no se puede concluir hoy por hoy que ninguno de estos alimentos ocasione la aparición de acné.
Lo que sí que está claro es que una correcta limpieza y cuidado facial diario con productos de calidad permite disfrutar de un rostro con menos alteraciones. Si tienes dudas sobre el acné, consulta sin inconveniente con nostros [email protected] y estaremos encantados en ayudarte.
- Batya B. et al. 2010. The role of diet in acne: facts and controversies. Clinics in Dermatology.
- Wolf R et al. 2004. Acne and diet. Clinical Dermatology.