Parece que hemos entrado en el túnel del tiempo. La Generalitat y las instituciones autonómicas intervenidas, el Govern cesado, los líderes sociales encarcelados, Mossos d’Esquadra controlados por la Guardia Civil, el Parlament disuelto y los principales autoridades con la amenaza de una detención inminente. La ultraderecha “patrullando” las calles entre la complacencia de la llamada Justicia y el llamado Fiscal General y unas autollamadas “fuerzas de izquierda” apoyando como esclavas de su inmoralidad política a lo más reaccionario, injusto y antisocial del último siglo de esa desgracia colectiva llamada España.
La misma persona que coordinó la salvajada habida en Barcelona el 1 de octubre, que ha escandalizado a la Unión Europea, es, por un decreto publicado un día inhábil en el BOE, presidenta de una comunidad a la que odia y en la que ha obtenido los mismos votos que yo. Ninguno.
El grave atentando contra los derechos civiles y humanos del que tiene la máxima responsabilidad queda impune, envuelta en una verborrea “constitucionalista”, retrógrada y en términos de revancha del peor de los nacionalismos conocido: el franco-centralista.
Rajoy, alimentado su ego providencialista por el discurso de un Rey de derechas, árbitro casero de la nada, está en plena involución y tentado de reformar la Constitución en el peor de los sentidos posibles: la recentralización fascista de la enseñanza, la cultura, instituciones y medios de comunicación. Un evidente retroceso democrático con tintes de dictadura pura y dura. Incluso se otean en el horizonte conatos de ilegalización de partidos de ideario independentista, con lo que las anunciadas elecciones en Cataluña el próximo día 21 de diciembre, a golpe dictatorial del pseudo demócrata artículo 155 de la Constitución, pueden ser un bochornoso espectáculo de la derecha, un vodevil siniestro a mayor gloria de la involución y la caspa dominante.
El gobierno provisional de Cataluña es un gobierno ad hoc, modelo Petain: el de un partido que apenas llega al 8 por ciento de votos y que habla, vergonzosamente, de “mayorías” silenciosas de sofá y pensión acallabocas.
Estamos gobernados por políticos de escaso nivel, corruptos permanentes de una estructura bipartidista, fruto y germen de todas las corrupciones, que para escarnio de nuestra salud mental y política, invocan una “legalidad” y una Constitución que ellos violan y alteran cada uno de sus días.
El espectáculo del Senado, puesto en píe, aclamando una ley que es el reconocimiento del mayor de los fracasos de todos, de ellos en primer lugar, es una imagen bochornosa y aberrante. Es la confirmación gráfica y real de la inutilidad. De la política basura.
En el espejo de este alma, del “a por ellos”, ruin y cainita, sobre el aquelarre de este subconsciente de irredento fascismo en vena, se reflejaran los tricornios, las monteras, los carros perdidos, la Inquisición y la más negra España de la España más negra.
¿Qué aplauden sus Señorías?
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