Es decir, los que estamos deprimidos ¿qué tipo de información es la que buscamos?
Por lo general, quienes tenemos este tipo de condición, sentimos que somos los únicos que nos sentimos así. Y lo más seguro es que ni siquiera sepamos qué es lo que tenemos. Simplemente nos sentimos mal y ya. Un joven de 15 o 16 años sencillamente no se levantará de su cama, o se la pasa frente a una computadora o jugando videojuegos sin saber exactamente qué pasa. ¿Por qué no tiene ganas de salir, de ver a sus amigos y por qué tiene una tendencia casi enfermiza por huir de casa dejar atrás a los padres, a los hermanos, a los abuelos y a todo aquel que le recuerde que es una persona infeliz?
Eso es lo único que tiene claro: es una persona infeliz. No encuentra nada satisfactorio, nada de lo que hace, dice, piensa, ve, escucha, o siente le trae un mínimo placer. Es como si el cajón del bienestar se hubiera vaciado y nada de lo que intentas poner ahí lo llena.
Sí. Así es.
O al menos así me lo parece. Así lo recuerdo. Y no es que no esté deprimido ahora. De hecho lo estoy. Pero creo recordar que cuando tenía esa edad, cuando era un adolescente, era justo así como me sentía y más o menos era así como me comportaba. Pasaba todo el día frente a la consola de videojuegos, apenas comía y no tenía ganas de ver a mis amigos, mucho menos de estar con cualquier miembro de la familia o la sociedad. Odiaba a todo el mundo.
Simplemente quería que me dejaran en paz, que el mundo rodara sin mí y yo simplemente existiera al margen de todo y de todos. Dormía mucho también. Ahora pensaría que era parte de mi crecimiento, pero ahora estoy seguro de que estaba muy deprimido. Apenas comía un poco y quería dormir. Y lo hacía. Me encerraba en mi cuarto y me dormía. A veces, más descarado, lo hacía en la sala de televisión, frente a todos.
En mi mente, entonces y ahora, pasaban cosas tan absurdas como ese pensamiento de que no valgo nada, de que no tiene ningún sentido vivir, que la sociedad está perdida y, sobre todo, es estúpida... Sí, todos esos son pensamientos absurdos (entre muchos otros), pero poderosos. Tanto, que mucha gente se deja convencer de ellos y terminan lanzándose de un puente, tirándose a las vías del Metro, cortándose las venas o matándose poco a poco con drogas.
En esos años creía que era una persona única, que sólo yo tenía ese tipo de pensamientos, de actitudes, que era una especie de genio incomprendido. Pero nada de eso. Sólo era un adolescente deprimido y como ellos hay miles; millones en todo el mundo que pasan por lo mismo.
Pero de eso me enteré varios años después, cuando me diagnosticaron trastorno bipolar. Pero entonces era ya un poco más grande, aunque no mucho más inteligente.
No eres el único, si es que has llegado hasta aquí, leyendo algunas de las cosas por las que pasas y por las que piensas. No, sólo estás, quizás, un poco deprimido. No es bueno, pero tampoco demasiado malo. Es algo más común de lo que crees. De hecho, es una pandemia. Hay millones que la padecen en todo el mundo y la ciencia todavía no tiene una respuesta efectiva para contrarrestarla.
Es una pequeña maldición. Pero, como toda maldición, tiene algo de mágico, algo de intrigante que no deja de ser apasionante. De ahí que cada X tiempo regreso y escribo, regreso y tomo de nuevo el teclado y el blog. Y sí, no lo niego, necesito de esto de vez en cuando para desahogar mi depresión.