Revista Opinión

¿Qué diablos será la legalidad democrática?

Publicado el 18 octubre 2012 por Vigilis @vigilis
La emoción de vivir estos días en Cataluña, sólo debe de ser comparable a la de ir al coso y sentarte en primera fila para que te salpique la sangre. En un mundo lleno de mantequilla baja en calorías, chalecos reflectantes y suelo engomado en los parques infantiles, son de agradecer las emociones fuertes.
Cada día una nueva trapallada, cada día una nueva zapaterada o gilipollez cósmica (cósmica, pero muy de aquí, entiéndase). En cada momento no sabes por dónde te van a salir. ¿Quién será esta vez: el puerquito portavoz de la Generalitat, el Frente Popular de Judea del PSC, María Lapiedra, Puigcercós, Josmar, el chico del catering de El Gran Debate, López Tena, Guardiola...?

¿Qué diablos será la legalidad democrática?

Un catalán casándose con una navarra. El mesetario se emociona. Todo bien.

El último pescado en la cesta que os traigo, lo protagoniza Felip Puig. Este es el consejero encargado de decirle a la policía que reparta estopa, pero en sus ratos libres también se dedica a construir ese polvoriento estado de ánimo que contribuye a aumentar las distancias entre la gente. Una ciudadanía dividida es más fácil de domeñar.
Su gran frase no es la que insinúa usar a los policías catalanes como carne de cañón, no. Sino la de «podrá haber momentos en que haya gente que quiera contraponer una legalidad jurídica a una legalidad democrática».
Henos aquí ante el nudo gordiano. Esa gente que antepone la legalidad jurídica (la única realmente existente, también llamada «legalidad», a secas) a la legalidad democrática (no sé qué es esto), además se tira pedos en público y le huele mal el aliento.
Le echaré un cable al señor Puig, porque se nota que el becario que le escribe los discursos lleva tres meses sin cobrar y le ha jugado una mala pasada. Lo de legalidad democrática puede ser interpretado como la alteración de la legalidad para, por ejemplo, hacer un referendum en una comunidad autónoma. Bien, pero es que para eso, para que exista lo que este fulano dice, ya existe una legalidad jurídica previa, es decir, un ordenamiento jurídico.

¿Qué diablos será la legalidad democrática?

Sospechosa corbata, Roberto.

Si de lo que se trata es de cambiar las leyes, las leyes tienen su mecanismo legal de cambio. La propia Constitución tiene ese mecanismo. Si me dieran a elegir, yo también querría cambiar algunos aspectos de la Constitución. De lo que se trata no es de hacer una ley nueva cagándote en la vigente, eso es cosa de hutus y talibanes. De lo que se trata es de reivindicar políticamente el cambio de la norma. Quicir, en lugar de plantear el fin, plantee usted los medios.
Es como cuando Mas propone un Pacto Fiscal. Propone una cosa cerrada y la llama «pacto» con dos ovarios. Es como si un mercader de esclavos le dijera a un esclavo que tienen un «contrato».
En algún momento, entre facturas impagadas y mariscadas, a alguien en la Generalitat se le ocurrió pasar de presentar cosas en el Congreso (cuentan con legitimidad consitucional para ello: una Autonomía puede enviar una proposición de ley al Congreso) y comportarse como un niño mimoso. Alguien, con una inteligencia comparable a la de una ameba, escribió una ecuación muy rara en un pizarrín: hay una manifestación muy grande = nos pasamos por el forro las leyes. Es como pretender marcar un gol sin ni siquiera estar en la alineación, en el campo o en el mismo planeta. No sólo eso, le das una patada al balón y tú mismo pitas gol.
-Es que hay una nueva legalidad.
-Lo que quieras, pero eso no es gol ni de coña.
Ante tal ida de olla, con la de gente más o menos leída y normal que hay en Cataluña, uno diría que han saltado muchas voces apelando a la ley, apelando a que Cataluña no puede ser una satrapía, apelando a que si existe una nueva voluntad política se debe reflejar en el Parlament. Pues no.

¿Qué diablos será la legalidad democrática?

¡Viva!

Pere Navarro, que es un pusilánime con tanto futuro en la política como yo en la recogida de perlas naturales en los mares del sur, declaró que «no es pot utilitzar d’aquesta manera frívola el nom dels cossos i forces de seguretat en funció dels interessos d’un partit, del PP o de CiU». Lo del PP lo dice por lo de Vidal-Quadras, que comentó algo de enviar la Guardia Civil a las provincias orientales para meter en vereda a los frikis. Cosa que en todo caso sería discutible, porque si se rompe la legalidad hay que recomponerla y la Benemérita es un instrumento como cualquier otro para hacerlo.

¿Qué diablos será la legalidad democrática?

¡Prosiga!

Por su parte, la Pantoja de Barcelona, la lady Gillette de la política catalana, dijo que estaba muy feo lo de usar a los policías catalanes de forma partidista. Cosa muy rara porque la mera existencia de ese cuerpo policial ya es una declaración política. Pero la Pantoja no quiere entrar en esta cuestión. El PP no quiere hablar del tema. Hace como si no pasara nada. Arriolando que es gerundio mientras se comen galletas que no llevan su nombre: ahí están las caricaturas de «españolizadores», cuando el PP ha sido más eficiente en la descentralización del Estado que los sociatas (quienes a su vez tienen un conflicto entre su jacobinismo y su federalismo impostado que les hará pedazos). Y por otra parte -para rizar el rizo- el PP no se está comiendo las galletas que sí llevan su nombre, las galletas que dicen: «vosotros habéis devuelto a un grupo terrorista a las instituciones, campeones».
Ah, que tiempos gloriosos los que nos tocan vivir. Lástima que para estorbar en el cuadro, la miseria y el hambre amenacen en lontananza. Si no fuera por los miles de millones de desempleados, trillones de jóvenes semianalfabetos sin ningún futuro, diferencias en índices de natalidad de los musulmanes respecto a los ateos, el hecho de tener a la Edad Media a dos horas de avión y gente que hace caso a los ecologistas hippies comequesos, la cosa no pintaría tan mal. Hasta podríamos dedicarle más tiempo a la cuestión de los frikis antes de que alguien cometa algún error del que nos debamos lamentar todos.
Non sei falar en castelán e tampouco sei escribir en galego:


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