Si es tu primera visita, me gustaría darte la bienvenida que te mereces.
Después de conocer las impresiones de un médico y un psicólogo, creo que no hay mejor manera de cerrar esta serie sobre el dolor que a través de la explicación y opinión de alguien que, desde mi punto de vista, tiene un poco de esas dos discplinas ya que tal vez, sobre todo cuando el dolor es físico, tiene que ceñirse al diagnóstico y protocolos de la medicina pero al mismo tiempo tener mucho tacto con cómo trabaja el dolor que está padeciendo el paciente desde un punto de vista emocional. Ésta es la figura del fisioterapeuta.
Xavi Sancho, un buen amigo que también pasó por aquí hace un tiempo para hablarnos del desaprendizaje, es un fisioterapeuta y osteopata que se ha interesado especialmente por la génesis del dolor y cómo éste, además de ser una simple señal, puede llegar a originarse como un aprendizaje externo o incluso a partir de una creencia cultural.
Después de revisar las tres opiniones de nuestros expertos, al menos a mí no me cabe ninguna duda de qué debo hacer cuando algo me duele. Como mínimo, parar y escuchar.
Xavi, ¿qué es y para qué sirve el dolor?
Cuando Rober me pidió colaborar escribiendo en esta serie de posts, no me lo pensé dos veces. ¡Gracias Rober! Una vez me puse a escribir, pensé: “¿en qué berenjenal me he metido?” ¡Gracias de nuevo Rober! Y es que no es nada fácil hablar sobre el dolor…
Simplificando diría que el dolor es la señal manifestada en el cuerpo que indica que tu cerebro percibe una situación cómo un estado de amenaza. Trataré de desarrollar un poco más esta definición.
Somos seres con un sistema nervioso que nos permite interaccionar con el entorno. Nuestro cerebro es el encargado de examinar la información que le llega del exterior y del interior del organismo -estímulos físicos, mentales o emocionales. Una vez evaluados los datos, emite la respuesta que considera adecuada. El dolor puede ser una de estas respuestas.
Existe un aprendizaje del dolor formado por la información extraída y memorizada de cada una de las experiencias dolorosas de tu vida, de las experiencias observadas en vidas ajenas y, en nuestro caso, también de relatos de nuestra cultura. Este aprendizaje es la base sobre la que se sustentan las respuestas dolorosas del cerebro ante los estímulos recibidos. Pueden relacionarse muchas y variadas señales con la experiencia del dolor, pero es el cerebro el que decide si algo duele o no.
Cómo las respuestas se emiten en base al aprendizaje de cada persona, cada uno vivimos el dolor de forma individual y subjetiva. Un mismo estímulo puede ocasionar dolor a una persona y a otra no.
A través de la experiencia dolorosa, el cerebro pretende ayudarte; velar por tu supervivencia es su objetivo. Es la respuesta defensiva de un cerebro temeroso que ha llegado a la conclusión, por uno u otro motivo, normalmente de forma inconsciente, de que existe un elemento ofensivo -un daño- real o imaginario que te amenaza y te pone en peligro. Cuando hay existencia de una lesión celular o de tejidos, el daño es real y consumado. Pero puede suceder que no exista lesión real y duela. En este caso, el cerebro está “imaginando” el daño. Aunque el daño sea imaginado, el dolor es real. No existe dolor imaginado sino daño imaginado.
Para la mayoría de la gente, el dolor es una experiencia desagradable y nos lo queremos quitar de encima cuanto antes. Esto es lo que lo hace efectivo como sistema de supervivencia, ya que al sentirlo y ser conscientes de él, tenemos la posibilidad de emprender acciones para minimizar esa sensación de disconfort.
Sentimos el dolor en el cuerpo, pero surge del cerebro.