[El Post completo de @paaq en el blog de obsoletos.org, pero os dejamos el principio para abrir boca]
Ayer por la noche me vi en el brete de explicarle a mi madre en qué consiste todo esto deObsoletos. No es difícil hacer que la gente comprenda que reutilizamos basura informática para hacer otras cosas, al fin y al cabo la buena mujer me ha visto agujerearle el router con un punzón cuando se calentaba demasiado, montar ordenadores para algún pariente con las piezas de los ordenadores de los demás parientes y usar ventiladores de CPU con un par de pilas en la playa. Sabe que me gusta poner las manos en las tripas de los aparatos. Pero hay algo más.
De la misma manera que mi madre se apuntó a clases de pintura y colgó sus creaciones en el salón, de la misma manera que mi madre adapta las recetas de Arguiñano para suplir la falta de éste u otro ingrediente, nosotros adaptamos y reutilizamos piezas de ordenadores. Mi madre se siente realizada con su comida (para lo cual tiene sobrado motivo) y aunque ella no se lo suela plantear, lo que hace constantemente es demostrar que conoce lo suficiente las reglas como para salirse de ellas: usar champán para cocinar en lugar de vino blanco (dando así salida al excedente navideño), echar un poquito de chorizo colorado cuando falta el pimiento dulce… Mamá, estás hecha una hacker de los fogones.
Vivimos entre sistemas
Cuando una persona comienza a utilizar un aparato nuevo para ella, su objetivo es aprender a usarlo. Utilizar un martillo tiene bastante que ver con el peso de la cabeza metálica y el mango con el tamaño adecuado para ser agarrado. Tenemos una idea muy clara de cómo funciona un martillo. En un teléfono, sin embargo, lo que hacemos nosotros no tiene nada que ver con el funcionamiento del aparato. El usuario de un teléfono (y me refiero a un teléfono fijo sin teclas raras) quiere hablar con una persona. Sabe que esa persona está cerca de otro teléfono que tiene un código asociado, el número de teléfono. Descolgar, marcar el número, y acercar el aparato a la cara; ésa sería la secuencia de uso de un teléfono. Desde el punto de vista ingenieril, lo que sucede mientras tanto tiene que ver con un montón de relés, centralitas electromecánicas, cableados kilométricos, corrientes eléctricas, altavoces, micrófonos, tornillos, postes, etc. Todo ello es invisible al usuario.
De la misma manera que para hacer una llamada telefónica es necesario un sistema previo que involucra personas, empresas, instalaciones y dinero, para que un coche funcione es necesario que lo hagan unas 90.000 piezas. Para que salga agua de un grifo es necesaria una red de suministro y alcantarillado, y para que funcione un ordenador es necesario el perfecto ballet de millones de componentes, la mayor parte de los cuales no son más que microscópicos interruptores que dejan pasar, o no, la corriente eléctrica. Prácticamente todo lo que tocamos a lo largo del día es parte de un sistema complejo, o un sistema en sí mismo. Los semáforos, el café en el bar (considerando como sistema la distribución de un producto que crece en Colombia y acaba en una infusión en Europa), el metro o autobús, internet, la máquina de tabaco, la liga de fútbol, el periódico. Casi nada de lo que disfrutemos a lo largo del día será gracias a una sola persona o cosa.
Toda esta complicación no parece afectar negativamente a la gente. Mi abuela, que nació antes de que existiera la televisión, está encantada con la TDT, y mi abuelo lee el periódico por internet. De hecho, utiliza el ordenador y su conexión a internet tan sólo para leer un periódico cada mañana. Ni mis abuelos ni la mayoría de la gente se preocupan por el funcionamiento de las cosas, sino por su resultado. Es perfectamente comprensible, no es su problema, ellos ya han pagado. Y aquí es donde publicamos la versión resumidísima del manifiesto hacker: nosotros sí queremos saber cómo funcionan las cosas. Y una vez que se sabe cómo funcionan las cosas, lo habitual es ver que podrían funcionar un poco mejor.
[Continúa leyendo, que merece la pena, en el blog de obsoletos.org]