Los aromas a los que nos despierta la primavera a través de su floración han estimulado la creatividad científica para poder ser encerrados en pequeños frasquitos que pueden servir para influir en nuestro estado emocional o regenerar nuestra piel entre otras aplicaciones.
Todo ello se ha denominado Aromaterapia, rama de la medicina alternativa que utiliza los aceites esenciales de ciertas plantas como terapia para promover la salud en determinados procesos físicos y anímicos. Los aceites esenciales son substancias volátiles segregadas por células de ciertas plantas que guardan el aroma . Su composición química es variada en función de la planta/semillas de origen y poseen un alto valor terapéutico (la Rosa Mosqueta por ejemplo recomendada como regenerador de la piel o para tratar cicatrices, utilizado en dermo-cosmética).
Aunque el término aromaterapia es relativamente moderno muchas culturas lo han aplicado a lo largo de la Historia. Los Egipcios utilizaban los aceites esenciales en la preparación de los difuntos en la preservación para el “viaje a la eternidad” y conocían sus propiedades curativas o antiinflamatorias. Griegos y Romanos que daban gran importancia a los placeres de la vida inclían el uso de las esencias aromáticas. El griego Teofrasto describía en un tratado relativo a los olores, los efectos de los distintos aromas sobre el pensamiento, el sentimiento y la salud. Hipócrates, padre de la medicina moderna, también daba a conocer en sus tratados las propiedades de las esencias de plantas aromáticas.
Los aceites esenciales, aunque son fáciles de aplicar, deben conocerse pues pueden causar toxicidad si no se aplican correctamente, muchos de ellos deben darse muy diluidos o en inhalaciones cuidadosas para poder aprovechar todas sus propiedades.