Revista Ciencia
University of Virginia Traducción y montaje: Lydia Rodríguez Cuevas
Edith Turner es una de las leyendas de la antropología de nuestro tiempo. El antropólogo que entra en su casa no puede evitar sentir una mezcla de admiración, respeto y excitación al contemplar las máscaras ndembu que cubren sus paredes. Hay también varios artefactos de otros lugares del mundo, como Alaska. Son testigos silenciosos de los más de 60 años de trabajo de campo, inicialmente en colaboración con su esposo Victor Turner y posteriormente por sí misma.
Edith Turner ha dedicado su vida al estudio del ritual y el simbolismo. Durante sus años de trabajo de campo ha trabajado en países como Zambia, Alaska e Irlanda. Se considera a sí misma como una practicante de la antropología humanística y de la antropología de la experiencia. Ha publicado varios libros, docenas de artículos y es la actual directora de la revista Anthropology and Humanism. A sus 87 años continúa enseñando cursos de Metodología de Campo y Etnografía, Antropología de la Religión y Chamanismo y Curación, entre otros, en la Universidad de Virginia; siendo una de las más queridas y respetadas profesoras entre sus colegas y alumnos.
George Mentore es profesor de antropología en el mismo departamento, y un buen amigo de Edith Turner. Ha trabajado durante más de veinte años en el Caribe y en Sudamérica. Ha sido un honor para AIBR tener la oportunidad de pedirle que realizara esta entrevista. Se han hecho cambios menores sobre la transcripción, pero en general se ha decidido mantenerla de la manera más parecida al diálogo original, con el fin de que el lector disfrute de la informalidad y la cordialidad que tuvo la conversación entre estos dos grandes antropólogos.
Edie, háblanos acerca de cómo empezaste en la antropología. Mientras criabas a tus hijos en los años cincuenta, Victor y tú habíais tenido contacto con la antropología a través de Daryll Forde, Meyer Fortes, y Edmund Leach, entre otros. ¿Qué recuerdas de esta época, y cuál de estos antropólogos ha tenido más influencia en tu visión de la antropología algunos de los productos que me tocaba recibir por ser abuela. Y si yo tenía otro tipo de bienes, tenía que repartirlos a quien me tocaba. Es una manera fascinante de vivir. Puede que discutan a veces, pero es una manera maravillosa de vivir, absolutamente.
Redistribución, sí, es una buena forma de vivir. Pasando a la etapa de Estados Unidos, llegasteis a Chicago en 1968; este fue un año muy especial en el que estaban ocurriendo muchas cosas importantes en muchos sitios...
Sí. Había una tremenda necesidad de cambios, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, por todo el sufrimiento que la gente estaba pasando y por la negligencia de las autoridades ante ello. Se manifestó primero en Francia, y los estudiantes se declararon en huelga en la Universidad de Nanterre aquello estaba bien o estaba mal. Miles y miles de personas que nunca habían hablado antes comenzaron a hacer oír su voz. Nadie tenía miedo de hablar. Había cosas en esta situación que se puede decir existían en un tiempo liminal, eventos extraordinarios, como esta gran procesión de gente que iba cantando por la calle. Todo el mundo estaba feliz. Había un piano muy grande en medio de una plaza, y la gente se sentaba a tocar cosas. Era maravilloso poder escuchar a la gente tocando este piano, cualquiera podía llegar y tocar cualquier tipo de música, alguna era buena y otra no. También había una asamblea en la que todo el mundo podía hablar, y si había alguien que intentaba llevar a cabo algún tipo de “pseudo- communitas” le echaban. Finalmente, como resultado de esta gran lucha, se consiguió que se subieran los salarios a los trabajadores, y el precio de la leche y el coste de la vida bajaron.
Por aquel entonces acabábamos de cambiar de trabajo. Nos habíamos mudado desde Cornell, donde Vic había estado escribiendo The Ritual Process. Tuvimos que vender nuestra casa en Ithaca, fuimos a Maine para tomarnos unas pequeñas vacaciones y luego nos compramos nuestra casa en Chicago, casi puerta con puerta con la de David Schneider, como a un cuarto de milla de la universidad. Cuando llegamos a Chicago sabíamos que estaba teniendo lugar una huelga de estudiantes universitarios. Recuerdo que yo estaba aprendiendo a conducir en la ciudad, y me paré en una tienda. Un coche de policía se acercó
Darryll Forde era el Director del Departamento de Antropología Social en University College London en aquel momento. Vic Turner y yo aprendimos mucho de su interés en el sistema de agricultura yoruba (me refiero a mí y no sólo a Vic porque, aunque casi nunca pude estudiar antropología a nivel formal, Vic me enseñaba todo lo que él aprendía). Daryll Forde era un marxista temprano, muy honesto, y una persona muy práctica. En sus clases explicaba cómo los medios de producción habían condicionado la forma particular de estructura social yoruba, y era muy fácil ver cómo esto cobraba sentido. Él enseñaba antropología tal y como ahora la conocemos y la enseñamos en las aulas, basada en lo que encontramos en el trabajo de campo. Quienes dan clase así me recuerdan al buen pastor de una iglesia, enseñando el evangelio tal y como es. Las enseñanzas de Meyer Fortes fueron también muy importantes para nosotros. Vic tenía un gran respeto por Meyer Fortes, por la profundidad y brillantez de su trabajo de campo. Gordon Childe era la estrella en arqueología de la época, y de cuando en cuando llegaba a la clase con la última calavera que había descubierto. Todos estos profesores estaban construyendo la antropología en el sentido schneideriano del término, acumulando un buen material teórico sobre el ser humano, siempre para servir de base a futuras investigaciones. Y también había otro antropólogo que estaba trabajando en las islas del Caribe, Michael Smith. Así es como Vic comenzó a interesarse en los performance studies. Mike estaba estudiando los aspectos performativos de la política y el gobierno jamaicano estaba encabezado por Bustamante, que era una especie de ahmedinajad. También andaba por ahí Evans-Pritchard, a quien conocimos durante alguna conferencia. Los dos aprendimos muchísimo de su etnografía Milagros, brujería, y magia entre los azande (1937), y Los nuer (1947).
¿Fue entonces cuando conocisteis a Max Gluckman?
Así es. Vic conoció a Max cuando estaba terminando sus cursos en Londres, y Max ma, y de él salieron dos polis. ¡Estaban asustados! Estaban más tensos que el diablo, se suponía que tenían que controlar a los estudiantes, ya ves, había una enorme multitud de estudiantes, y los polis no sabían si iban a poder contenerlos. Fuimos a Jackson Park donde estaban haciendo esta gran manifestación, y allí nos encontramos con Clifford Geertz, que también estaba entre la multitud. Y nos citó a Yeats: “Los mejores carecen de todo poder de convicción, mientras que los peores están llenos de una intensidad apasionada”5. Aquello fue un comentario muy amargo de Cliff Geertz, como si esto fuera lo peor que podía estar sucediendo. James Redfield, un profesor en el Comité de Pensamiento Social, el hijo de Robert Redfield, dijo que lo que estaban haciendo los estudiantes le parecía asqueroso. ¡Qué triste!
¿Quién más estaba en la Universidad de Chicago por aquella época?
Fred Egan, Jean Comaroff, Milton Singer, Terry Turner andaba entrando y saliendo. El Departamento de Antropología era muy fuerte, tenía un temperamento muy masculino, muy estructuralista. Y por supuesto también estaba allí Marshall Sahlins...
Que todavía tiene una pluma bastante afilada...
¡Sí que la tiene! Marshall Sahlins había ido a Francia y allí adoptó el “levistrausianismo” como algunos lo llaman, o “levistructuralismo”, el estructuralismo lingüístico de Claude Lévi-Strauss. Se marchó a Francia siendo un marxista, todo moreno y quemado por el sol, en mangas de camisa, y cuando vino... cómo decir esto... parecía un cura, todo pálido, parecía un alto sacerdote vestido con una blanca túnica, pues había visto la luz de las brillantes estructuras binarias lévi- straussianas... y asís o menos le seleccionó. Vic no había trabajado con Max, pero le conocía. Max era un marxista, y los grandes temas en los que él estaba interesado, la dialéctica y el cambio, no interesaban a otros antropólogos, con excepción de Mike Smith. A través de los estudios de Smith en el Caribe, se había interesado en procesos de cambio y en la dialéctica hegeliana. Era fácil ver la conexión con la idea de la inevitabilidad del cambio, presente también en el marxismo. De esta manera cuando Vic comenzó a estudiar los ritos de paso, pensó en la dialéctica, y también sobre procesos de cambio en una nueva etapa de la vida. El trabajo de Vic se centraba en el estado intermedio de los ritos de paso. No obstante, él los veía como de naturaleza muy diferente, y no como el estado intermedio de la dialé́ iba por el departamento, como un triturador de patatas, ahora te explico por qué le llamo así. Así es el “orden” del estructuralismo... Algunos estudiantes salí
Edith Turner es una de las leyendas de la antropología de nuestro tiempo. El antropólogo que entra en su casa no puede evitar sentir una mezcla de admiración, respeto y excitación al contemplar las máscaras ndembu que cubren sus paredes. Hay también varios artefactos de otros lugares del mundo, como Alaska. Son testigos silenciosos de los más de 60 años de trabajo de campo, inicialmente en colaboración con su esposo Victor Turner y posteriormente por sí misma.
Edith Turner ha dedicado su vida al estudio del ritual y el simbolismo. Durante sus años de trabajo de campo ha trabajado en países como Zambia, Alaska e Irlanda. Se considera a sí misma como una practicante de la antropología humanística y de la antropología de la experiencia. Ha publicado varios libros, docenas de artículos y es la actual directora de la revista Anthropology and Humanism. A sus 87 años continúa enseñando cursos de Metodología de Campo y Etnografía, Antropología de la Religión y Chamanismo y Curación, entre otros, en la Universidad de Virginia; siendo una de las más queridas y respetadas profesoras entre sus colegas y alumnos.
George Mentore es profesor de antropología en el mismo departamento, y un buen amigo de Edith Turner. Ha trabajado durante más de veinte años en el Caribe y en Sudamérica. Ha sido un honor para AIBR tener la oportunidad de pedirle que realizara esta entrevista. Se han hecho cambios menores sobre la transcripción, pero en general se ha decidido mantenerla de la manera más parecida al diálogo original, con el fin de que el lector disfrute de la informalidad y la cordialidad que tuvo la conversación entre estos dos grandes antropólogos.
Edie, háblanos acerca de cómo empezaste en la antropología. Mientras criabas a tus hijos en los años cincuenta, Victor y tú habíais tenido contacto con la antropología a través de Daryll Forde, Meyer Fortes, y Edmund Leach, entre otros. ¿Qué recuerdas de esta época, y cuál de estos antropólogos ha tenido más influencia en tu visión de la antropología algunos de los productos que me tocaba recibir por ser abuela. Y si yo tenía otro tipo de bienes, tenía que repartirlos a quien me tocaba. Es una manera fascinante de vivir. Puede que discutan a veces, pero es una manera maravillosa de vivir, absolutamente.
Redistribución, sí, es una buena forma de vivir. Pasando a la etapa de Estados Unidos, llegasteis a Chicago en 1968; este fue un año muy especial en el que estaban ocurriendo muchas cosas importantes en muchos sitios...
Sí. Había una tremenda necesidad de cambios, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, por todo el sufrimiento que la gente estaba pasando y por la negligencia de las autoridades ante ello. Se manifestó primero en Francia, y los estudiantes se declararon en huelga en la Universidad de Nanterre aquello estaba bien o estaba mal. Miles y miles de personas que nunca habían hablado antes comenzaron a hacer oír su voz. Nadie tenía miedo de hablar. Había cosas en esta situación que se puede decir existían en un tiempo liminal, eventos extraordinarios, como esta gran procesión de gente que iba cantando por la calle. Todo el mundo estaba feliz. Había un piano muy grande en medio de una plaza, y la gente se sentaba a tocar cosas. Era maravilloso poder escuchar a la gente tocando este piano, cualquiera podía llegar y tocar cualquier tipo de música, alguna era buena y otra no. También había una asamblea en la que todo el mundo podía hablar, y si había alguien que intentaba llevar a cabo algún tipo de “pseudo- communitas” le echaban. Finalmente, como resultado de esta gran lucha, se consiguió que se subieran los salarios a los trabajadores, y el precio de la leche y el coste de la vida bajaron.
Por aquel entonces acabábamos de cambiar de trabajo. Nos habíamos mudado desde Cornell, donde Vic había estado escribiendo The Ritual Process. Tuvimos que vender nuestra casa en Ithaca, fuimos a Maine para tomarnos unas pequeñas vacaciones y luego nos compramos nuestra casa en Chicago, casi puerta con puerta con la de David Schneider, como a un cuarto de milla de la universidad. Cuando llegamos a Chicago sabíamos que estaba teniendo lugar una huelga de estudiantes universitarios. Recuerdo que yo estaba aprendiendo a conducir en la ciudad, y me paré en una tienda. Un coche de policía se acercó
Darryll Forde era el Director del Departamento de Antropología Social en University College London en aquel momento. Vic Turner y yo aprendimos mucho de su interés en el sistema de agricultura yoruba (me refiero a mí y no sólo a Vic porque, aunque casi nunca pude estudiar antropología a nivel formal, Vic me enseñaba todo lo que él aprendía). Daryll Forde era un marxista temprano, muy honesto, y una persona muy práctica. En sus clases explicaba cómo los medios de producción habían condicionado la forma particular de estructura social yoruba, y era muy fácil ver cómo esto cobraba sentido. Él enseñaba antropología tal y como ahora la conocemos y la enseñamos en las aulas, basada en lo que encontramos en el trabajo de campo. Quienes dan clase así me recuerdan al buen pastor de una iglesia, enseñando el evangelio tal y como es. Las enseñanzas de Meyer Fortes fueron también muy importantes para nosotros. Vic tenía un gran respeto por Meyer Fortes, por la profundidad y brillantez de su trabajo de campo. Gordon Childe era la estrella en arqueología de la época, y de cuando en cuando llegaba a la clase con la última calavera que había descubierto. Todos estos profesores estaban construyendo la antropología en el sentido schneideriano del término, acumulando un buen material teórico sobre el ser humano, siempre para servir de base a futuras investigaciones. Y también había otro antropólogo que estaba trabajando en las islas del Caribe, Michael Smith. Así es como Vic comenzó a interesarse en los performance studies. Mike estaba estudiando los aspectos performativos de la política y el gobierno jamaicano estaba encabezado por Bustamante, que era una especie de ahmedinajad. También andaba por ahí Evans-Pritchard, a quien conocimos durante alguna conferencia. Los dos aprendimos muchísimo de su etnografía Milagros, brujería, y magia entre los azande (1937), y Los nuer (1947).
¿Fue entonces cuando conocisteis a Max Gluckman?
Así es. Vic conoció a Max cuando estaba terminando sus cursos en Londres, y Max ma, y de él salieron dos polis. ¡Estaban asustados! Estaban más tensos que el diablo, se suponía que tenían que controlar a los estudiantes, ya ves, había una enorme multitud de estudiantes, y los polis no sabían si iban a poder contenerlos. Fuimos a Jackson Park donde estaban haciendo esta gran manifestación, y allí nos encontramos con Clifford Geertz, que también estaba entre la multitud. Y nos citó a Yeats: “Los mejores carecen de todo poder de convicción, mientras que los peores están llenos de una intensidad apasionada”5. Aquello fue un comentario muy amargo de Cliff Geertz, como si esto fuera lo peor que podía estar sucediendo. James Redfield, un profesor en el Comité de Pensamiento Social, el hijo de Robert Redfield, dijo que lo que estaban haciendo los estudiantes le parecía asqueroso. ¡Qué triste!
¿Quién más estaba en la Universidad de Chicago por aquella época?
Fred Egan, Jean Comaroff, Milton Singer, Terry Turner andaba entrando y saliendo. El Departamento de Antropología era muy fuerte, tenía un temperamento muy masculino, muy estructuralista. Y por supuesto también estaba allí Marshall Sahlins...
Que todavía tiene una pluma bastante afilada...
¡Sí que la tiene! Marshall Sahlins había ido a Francia y allí adoptó el “levistrausianismo” como algunos lo llaman, o “levistructuralismo”, el estructuralismo lingüístico de Claude Lévi-Strauss. Se marchó a Francia siendo un marxista, todo moreno y quemado por el sol, en mangas de camisa, y cuando vino... cómo decir esto... parecía un cura, todo pálido, parecía un alto sacerdote vestido con una blanca túnica, pues había visto la luz de las brillantes estructuras binarias lévi- straussianas... y asís o menos le seleccionó. Vic no había trabajado con Max, pero le conocía. Max era un marxista, y los grandes temas en los que él estaba interesado, la dialéctica y el cambio, no interesaban a otros antropólogos, con excepción de Mike Smith. A través de los estudios de Smith en el Caribe, se había interesado en procesos de cambio y en la dialéctica hegeliana. Era fácil ver la conexión con la idea de la inevitabilidad del cambio, presente también en el marxismo. De esta manera cuando Vic comenzó a estudiar los ritos de paso, pensó en la dialéctica, y también sobre procesos de cambio en una nueva etapa de la vida. El trabajo de Vic se centraba en el estado intermedio de los ritos de paso. No obstante, él los veía como de naturaleza muy diferente, y no como el estado intermedio de la dialé́ iba por el departamento, como un triturador de patatas, ahora te explico por qué le llamo así. Así es el “orden” del estructuralismo... Algunos estudiantes salí