La vigorexia es un trastorno obsesivo en el que el paciente sufre dismorfia muscular asociada a la dependencia al ejercicio físico. La dismorfia muscular se caracteriza por la distorsión en la imagen corporal que la persona padece, y más concretamente, en relación a su tamaño muscular (Pope, Katz y Hudson, 1993). La persona que sufre este tipo de trastornos, realiza de manera obsesiva ejercicio físico con el fin de desarrollar esa parte de su cuerpo con la que se siente a disgusto. Así, el afectado puede llegar a desarrollar una dependencia al culturismo que le lleva a entrenar incluso cuando está lesionado, o a pesar de haber desarrollado una hipertrofia muscular de la zona ejercitada.
La distorsión de la imagen corporal puede acarrear muchas y diversas consecuencias, que van desde la anorexia, hasta otro tipo de trastornos psicológicos.
La influencia de los modelos publicitarios y la excesiva preocupación por el culto al cuerpo que sufre nuestra sociedad, traen como consecuencia que este tipo de patologías sea cada vez más frecuentes.
Pero, ¿dónde está el límite entre el culto al cuerpo y la enferma obsesión por mejorarlo? Los trastornos relacionados con la alimentación y el culto a la imagen, pueden llegar a ser difícilmente reconocidos por las personas que nos rodean. Al igual que un bulímico puede desarrollar una vida normal sin que nadie sospeche de su enfermedad, el creciente interés por tener un cuerpo escultural que se da entre los jóvenes, puede generar que la vigorexia pase desapercibida entre el entorno social.
Uno de los principales síntomas de la vigorexia es el entrenamiento excesivo. Un entrenamiento que suele consistir en el levantamiento de pesas con el fin de agrandar los músculos. Este entrenamiento llega a convertirse en la prioridad principal de la persona que sufre este trastorno, abandonando incluso sus responsabilidades laborales y familiares.
Otra de las señales que nos pueden hacer ver que estamos ante una persona con vigorexia es el control de su alimentación. Al igual que en bulímicos y anoréxicos, las personas que sufren este trastorno buscan la eliminación rápida de la grasa de sus cuerpos mediante el cuidado de los alimentos que ingieren. Hábitos como no tomar hidratos de carbono a partir del medio día, aumentar considerablemente la ingesta de proteínas en la dietas o tomar suplementos alimenticios, pueden evidenciar el problema.
Algunos vigoréxicos acuden al consumen de drogas como forma rápida de aumentar su masa muscular. El uso de anabólicos y esteroides suma consecuencias negativas para la salud del deportista.
En cuanto a los síntomas psicológicos que nos pueden hacer ver que estamos ante una persona que sufre este problema, debemos atender a que los vigoréxicos suelen ser personas con baja autoestima, están obsesionados con el culto al cuerpo, controlan su peso constantemente y suelen mirarse con mucha frecuencia al espejo y verse a disgusto.
La subestimación de la musculatura por parte de estas personas, hace que en el individuo afloren sentimientos de insatisfacción muscular (Pope, Phillips y Olivardia, 2000) y, por lo tanto, baja la percepción de atractivo físico (González Martí, 2011; Hernández, Guillem y Hernández, 2005).
Por todos es sabido que el ejercicio físico proporciona un estado de felicidad a la persona que lo realiza y puede llegar a ser adictivo. El ejercicio, es una práctica saludable y muy importante para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestra mente, siempre que se realice, como todo en esta vida, con moderación. El deporte debe tener como objetivo el mejorar el estado físico de la persona, desarrollar la mente, la inteligencia, la belleza e incluso la creatividad.
Pero si en algún momento de la vida, llega a considerarse un problema para la vida de la persona, es posible considerar la ayuda de un especialista.