¿Qué es un incendio zombi?

En los incendios a los que nos hemos acostumbrado a padecer se quema la vegetación y las llamas son claramente visibles, incluso desde muy lejos, no teniendo nada que ver con los incendios que están asolando el Ártico, que se producen y extiendan bajo tierra.

Son los que denominamos incendios zombis o latentes, términos por los que se conocen en la comunidad científica, que son fuegos que se desplazan bajo tierra, por las turberas (peat fires, en inglés), característica que los hace muy difíciles de detectar y localizar.

Son una tipología de incendios que suelen acontecer en las zonas frías, como las zonas boreales o del Ártico, llegando a quemar las raíces de la vegetación y provocar derrumbes en el suelo.

Asimismo, liberan gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera (metano y monóxido de carbono) con una alta capacidad de contribución al calentamiento en el Ártico y al descongelamiento del permafrost.

Estos incendios zombis o latentes pueden estar quemando el suelo durante meses, incluso pudiendo pasar de un verano a otro, es decir, se produce un incendio zombi en verano, después llega el invierno y la nieve lo cubre todo. Pero el fuego continúa quemando el suelo por debajo, apareciendo al verano siguiente cuando se derrite la nieve que cubría la superficie.

A la gran complejidad de estos incendios se le une que ocurren en zonas aisladas, remotas y de poca accesibilidad, como es el caso del Ártico, una de las zonas menos pobladas del mundo.

La distancia de estos incendios suele ser grande, siendo frecuente que se abran focos simultáneos debidos a rayos, lo que provoca que se expandan formando frentes de decenas de kilómetros que, ante la ausencia de medios, son muy difíciles de combatir.

Los estudios disponibles pronosticaban este tipo de fenómenos para mediados de este siglo, pero, por el contrario, han empezado a ser evidentes ya en 2020, año con una anomalía de temperatura muy fuerte en el Ártico.

Años secos y cálidos en esta zona del Planeta van a ser una tendencia, lo que va a propiciar un incremento de área quemada, lo que retroalimenta el sistema y provoca incendios recurrentes, sumado a que el permafrost va más allá del Ártico y provoca que esta circunstancia se extienda también bosques boreales.

Otro punto a tener en cuenta es que las emisiones producidas no son insignificantes, ya que las emisiones directas debidas a los incendios de Siberia de 2020 fueron iguales a todas las emisiones GEI producidas en España en ese año por los 423 incendios que quemaron unos 3 millones de hectáreas, casi la extensión de Bélgica.

Además, si contemplamos las emisiones indirectas, las que emiten los suelos del permafrost, la cifra es considerablemente mayor.

Esto hace que la antes citada retroalimentación del cambio climático crezca, alimentado un círculo vicioso.

Debido al calentamiento del Ártico, hay una temperatura que aumenta la probabilidad de incendios, estos incendios hacen que se degrade el permafrost, cuando esto sucede se emite gran cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que contribuye al calentamiento de la tierra. En resumen: el calentamiento global genera más calentamiento global.

Pero ¿cómo se puede explicar al ciudadano la gravedad de esta situación?

La verdad es que la distancia a este tipo de acontecimientos no suele ayudar a dimensionar la gravedad de eventos que ocurren a miles de kilómetros de donde uno vive.

Y que, aunque la mayoría de los países nos hemos comprometido a reducir las emisiones, los líderes mundiales siguen sin apostar de manera decidida para cambiar la situación e ignoran de manera interesada este tipo de eventos.

Esto es debido principalmente a que, si incorporamos las emisiones en el Ártico, los acuerdos deberían ser aún más ambiciosos con políticas ambientales más restrictivas, y esta decisión es difícil de comunicar a la ciudadanía y puede producir un notable desgaste político.

Así pues, las emisiones que emanan del permafrost por este tipo de incendios zombis o latentes no forman parte de la agenda de la COP27 (ni de las anteriores cumbres) por lo que sería necesario incluir sus consecuencias en las políticas de mitigación y adaptación contra el cambio climático.

Para finalizar indicar que las actuales predicciones sobre el calentamiento global no tienen en cuenta este círculo vicioso, y es prioritario que los acuerdos internacionales que se firmen incorporen este tipo de emisiones cuyas causas se pueden considerar de naturaleza antropogénica debido al aumento del calentamiento global que estamos provocando.

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