La información difiere según el medio de comunicación.
Artículo publicado en "La Vanguardia" (15-8-2011)
Los rebeldes estrechan el cerco sobre Trípoli. Gadafi trata de insuflar
valor a sus tropas pese a las victorias de los insurgentes y la huída
de su ministro del Interior. Barcelona / Argel. (Redacción /
Agencias).- El coronel Muamar el Gadafi hizo hoy un llamamiento a sus
partidarios para resistir y prepararse para "liberar las ciudades
tomadas por los insurgentes", mientras los rebeldes afirman que avanzar
resueltamente en dirección a Trípoli. El cerco sobre el régimen se
estrecha, y este podría ser uno de los últimos mensajes del coronel
como jefe del estado. Una vez más calificó a los insurgentes de "ratas"
y a sus dirigentes de "traidores" y afirmó que el fin del
"colonizador", en alusión a la OTAN, está cercano así como el de las
"ratas".
El
mensaje telefónico emitido por le televisión oficial sonaba
entrecortado, cosa que podría suponer que el coronel se encuentra
escondido en algún lugar fuera de Típoli El coronel hizo alusión a los
sucesivos anuncios, en las últimas horas, de nuevos apresamientos de
ciudades por parte de los rebeldes, que el gobierno de Trípoli no cesa
de desmentir calificándolos de intoxicación y guerra sicológica. Esta
intervención de Gadafi, la primera desde hace semanas, se produce
cuando los rebeldes avanzan hacia la capital desde los frentes oeste y
sur, librando combates que les permita abrir el frente este. Según las
últimas noticias, los insurgentes parecen controlar una gran parte de
la ciudad de Zawiyah, 50 kilómetros al oeste de Trípoli, tras la toma
de Surmane y Garyan, a 75 kilómetros de la capital. En este sentido,
durante la mañana de hoy se libraban sangrientos combates entre los
rebeles y las brigadas fieles al régimen de Gadafi en la ciudad de
Zawiyah.
La
toma de Zawiyah y de Surman constituye un avance estratégico
considerable, puesto que han conseguido cortar la ruta de
aprovisionamiento que proviene de la frontera con Túnez y aislar así los
entornos de la capital. Más al este, la batalla por el control de la
estratégica ciudad petrolera y portuaria de Brega continúa y los
rebeldes siguen con el objetivo de controlar la parte occidental de la
villa tras haber tomado la parte oriental. Por su parte, el gobierno de
Trípoli, tras haber desmentido estas informaciones, ha reconocido
implícitamente el avance de los insurgentes aunque ha tratado de
minimizarlo. Pero Gadafi no sólo pierde en el terreno militar, sino
también apoyos en su Gobierno. Hoy se conocía la llegada a el
aeropuerto de El Cairo del ministro del Interior libio, Nasr al Mabruk
Abdalá, que llegó junto a nueve miembros de su familia en un avión
privado procedente de Túnez, informó el diario estatal Al Ahram en su
versión digital.
Fuentes del aeropuerto internacional de la capital egipcia, citadas por
el rotativo, Abdalá informó a las autoridades del aeródromo de que
venía a Egipto para realizar un viaje turístico.
Sin
embargo, según el periódico en los últimos días se han divulgado
"rumores" sobre una posible deserción de este ministro y de su huida de
Trípoli. Ningún representante de la Embajada libia en El Cairo acudió
al aeropuerto para esperar al titular de Interior. Abdalá fue nombrado
ministro del Interior en junio pasado para sustituir a Abdel Fatah
Yunis, quien fue mano derecha del líder libio, Muamar el Gadafi, pero se
unió a los rebeldes en protesta por la matanza de civiles perpetrada
por el régimen libio. Yunis, que se convirtió en jefe del Estado Mayor
de los rebeldes, fue asesinado el pasado 28 de julio por una facción de
una brigada rebelde. Entretanto, las negociaciones se desarrollan en
Túnez con absoluta discreción entre altos representantes del régimen
libio y emisarios de los dirigentes rebeldes. El estado de las
negociaciones, confirmado a Efe por una fuente tunecina, parece que
reviste un carácter importante ya que el enviado especial del
secretario general de la ONU, el antiguo ministro jordano de
Exteriores, Abdellah Al-Khatib, ha llegado hoy al mediodía a Túnez para
tomar parte en ellas.
Fuente: La Vanguardia.
Ver video: http://www.tv3.cat/videos/3656090/Gaddafi-cada-cop-mes-aillat
Artículo publicado por Red Voltaire. (13-08-2011)
La OTAN de espaldas a su misión por Thierry Meyssan
En 150 días de bombardeos, la OTAN ha arrasado gran parte de la
infraestructura libia sin obtener por ello el menor resultado
definitorio en el plano militar. Este fracaso es el resultado de su
falta de reflexión estratégica previa. La OTAN creyó poder aplicar en
Libia los protocolos preconcebidos para otros escenarios y se encuentra
ahora sin respuestas ante un caso particular. La mayor alianza militar
de la historia mundial, la misma que había sido concebida para
enfrentar a la URSS y que soñó después con convertirse en el gendarme
mundial, no logra llenar el nuevo papel que pretende asumir.
La
diferencia entre una victoria y una derrota militar se define según
los objetivos previamente definidos por el propio beligerante. En el
caso de la intervención militar de la OTAN en Libia, existía un mandato
de la ONU –garantizar la protección de la población civil– así como un
objetivo, también oficial aunque ajeno al mencionado mandato: cambiar
el régimen político del país. Al cabo de casi 150 días de guerra, la
OTAN no ha logrado desequilibrar las instituciones libias. Si se tiene
en cuenta la enorme diferencia que existe entre las fuerzas de ambos
bandos, no queda otro remedio que admitir el fracaso militar y plantear
ciertas interrogantes sobre la estrategia aplicada. La OTAN partió de
un análisis erróneo según el cual las tribus del este y del sur de
Libia, hostiles a Muammar el-Kadhafi, no tendrían mayores dificultades
para tomar Trípoli si disponían de apoyo aéreo. Sin embargo, esas
mismas tribus interpretaron los bombardeos como una agresión extranjera
y se pusieron del lado del «Hermano Guía » para rechazar «la invasión
de los cruzados». A partir de entonces, la OTAN sólo ha podido contar
con dos fuerzas terrestres: los 3 000 soldados que seguían al general
desertor Abdel Fatah Yunes y los cientos, quizás miles, de combatientes
árabes provenientes de las redes del príncipe saudita Bandar Ben
Sultan, también conocidos como la «nebulosa Al-Qaeda».
A raíz del asesinato del general Yunes, ultimado en condiciones
particularmente atroces por los yihadistas de Al-Qaeda, se ha producido
un derrumbe de las fuerzas rebeldes ya que los soldados de Yunes
decidieron unirse al coronel Kadhafi para combatir contra Al-Qaeda y
vengar la muerte del general. El mando operativo recayó en Khalifa
Haftar, o sea bajo las órdenes de las fuerzas especiales de la CIA. Ante
la urgencia, la agencia no ha vacilado en recurrir al reclutamiento de
cualquier tipo de personas, incluyendo el uso de niños-soldados. Este
ejército improvisado, cuyos efectivos fluctúan constantemente, anuncia
una victoria cada dos días, cuando en realidad no hace más que
acumular derrotas.
En
cada batalla se reproduce el mismo guión: Los bombardeos de la OTAN
obligan a la población a abandonar sus casas. Las fuerzas rebeldes se
lanzan entonces sobre la localidad en cuestión y anuncian que han
ganado terreno. Pero es en entonces que comienza la batalla. El
ejército libio entra en la ciudad, acaba con los rebeldes y la
población regresa a la localidad parcialmente destruida. La OTAN
pudiera dar a la resolución 1973 una interpretación aún más amplia y
considerar, aunque ese texto prohíbe explícitamente el despliegue de
fuerzas terrestres, que es legítimo proceder a dicho despliegue si su
objetivo es «proteger a los civiles». Pero tendría que enfrentarse
entonces a un pueblo armado hasta los dientes y dispuesto a luchar. Y
es que la Jamahiria ha entregado un fusil automático Kalashnikov a cada
adulto y ha establecido un sistema popular de distribución de
municiones.
Si
bien la población libia carece seguramente del mismo nivel de
entrenamiento que los soldados de la OTAN, el hecho es que cuenta con
una evidente superioridad numérica y está además dispuesta a soportar
grandes pérdidas, mientras que los soldados de la OTAN no están
dispuestos a dar la vida por la toma de Trípoli. Desde el comienzo
mismo del conflicto, los estrategas del Pentágono estimaron que nada de
lo anterior era relevante en la medida en que son ellos quienes
disponen de lo que creían el elemento más importante: la supremacía
aérea. Esa doctrina, indiscutida en Estados Unidos, ha ido
extendiéndose por las academias militares de los Estados miembros de la
OTAN, donde era anteriormente objeto de severas críticas. Tiene su
origen en las enseñanzas que el general Giulio Douhet sacó de la guerra
italo-otomana, o sea la guerra de Libia de 1911. En aquel entonces,
los italianos realizaron el primer bombardeo aéreo de la historia, en
Trípoli. Aterrado ante la nueva arma, el Imperio Otomano cedió sin
combatir. Las tropas italianas entraron en Trípoli sin disparar un solo
tiro y Douhet llegó a la conclusión de que era posible ganar una
guerra sólo con la aviación. Conclusión falsa ya que confunde el hecho
de haberle quitado a los otomanos la posesión de Libia con la
posibilidad de controlar el país. Los verdaderos combates vinieron
después, cuando se produjo la insurrección popular libia. Algunos no
están lejos de creer en la existencia de una maldición libia.
En
todo caso, es precisamente en tierra libia que se está reproduciendo
el mismo error conceptual exactamente un siglo más tarde. El predominio
aéreo ha permitido arrancarle a la Jamahiria la representación legal
del país y ponerla en manos del Consejo Nacional de Transición, lo cual
carece de importancia en el terreno.
Para lograr controlar el país, la OTAN tendría que recurrir a sus
propias fuerzas terrestres y, al igual que hicieron los italianos en
los años 1912-1914, tendría que exterminar a más de la mitad de la
población de Trípoli, lo cual está bastante lejos de coincidir con el
contenido de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. La
OTAN había planeado hasta ahora su campaña de bombardeos en función de
la doctrina de Douhet y de las mejoras que se habían incorporado a
esta, como la teoría de los 5 círculos de John A. Warden III, que ya se
había aplicado en Irak. Dicha teoría estipula que el objetivo de la
selección de los blancos no debe ser la destrucción de las fuerzas
armadas enemigas sino paralizar sus centros de mando, sobre todo
mediante la eliminación de los medios de transmisión y de circulación.
La
OTAN descubre entonces que la Jamahiria libia no es un lema
propagandístico sino una realidad. Los Congresos populares gobiernan el
país y Muammar el-Kadhafi redujo la mayoría de las administraciones a
su más simple expresión. No hay aquí grandes y poderosos ministerios,
sólo pequeñas oficinas. Los ministros no son personalidades de primer
plano sino más bien jefes de equipos. El poder está en manos de los
consejeros que rodean a los ministros y que son seleccionados
únicamente según sus capacidades. El poder se encuentra así diluido y
parece imposible saber quién lo ejerce.
Lo
que fue un verdadero rompecabezas para los hombres de negocios que
venían a Libia y que trataban de hallar a los interlocutores adecuados
se convierte ahora en un enigma para los estrategas de la OTAN: ¿A
quién hay que matar? En 5 meses de bombardeos no han podido hallar la
respuesta. La única cabeza que sobresale es la de Muammar el-Kadhafi.
La alianza atlántica está obsesionada con él. ¿No es el padre de la
Nación? Eliminarlo sería destruir el principio de autoridad en la
sociedad libia. Esta se vería instantáneamente «iraquizada» y caería en
el caos. Sin embargo, contrariamente al precedente iraquí, la
estructuración tribal y la organización horizontal del poder se
mantendrían. Viéndose incluso desgarrada por los conflictos internos,
la población libia seguiría siendo una entidad orgánica ante la
invasión extranjera. No se resolvería ningún problema militar y, para
colmo, la nueva situación acabaría con toda forma de delimitación del
teatro de operaciones. La guerra se extendería inevitablemente tanto
por el norte de África como en el sur de Europa. Matar a Kadhafi sería,
en definitiva, la peor de las opciones. Al no contar con una
estrategia conveniente ante esta situación, la alianza atlántica
recurre a los viejos reflejos de la cultura militar estadounidense,
aplicados en las guerras de Corea y de Vietnam: hacer la vida imposible
para la población para que esta abandone a su «Guía» y lo derroque.
Para ello, la OTAN reforzó el bloqueo naval desde el comienzo del
Ramadán para así cortar el suministro de gasolina y de alimentos, está
bombardeando las centrales eléctricas y las instalaciones de
distribución de agua, está destruyendo las cooperativas agrícolas, los
pequeños puertos pesqueros y los mercados populares. En otras palabras,
la OTAN está haciendo exactamente lo contrario al mandato que le
otorgaron el Consejo de Seguridad de la ONU y los diferentes
parlamentos de los Estados miembros: en vez de proteger a la población
ante la amenaza de un tirano, la OTAN está aterrorizando a los civiles
para que se rebelen contra el líder que respaldan. Esa estrategia
podría durar hasta el fin del Ramadán. La OTAN tendrá entonces otras 3
semanas para tratar de lograr una victoria significativa antes de que
suene la campana: el 19 de septiembre, día en que la Asamblea General
de la ONU debe reunirse en Nueva York.
La
Asamblea General pudiera entonces pedir explicaciones sobre la
operación en marcha y, ante la demostrada incapacidad del Consejo de
Seguridad para restablecer la paz, pudiera decidir imponer sus propias
recomendaciones. En previsión de la reanudación de los combates
terrestres que puede producirse a principios de septiembre, la OTAN
está armando a los sublevados de Misurata y está tratando de limpiarles
la carretera que tendrán que utilizar para tomar Zlitan. Al negarse
Francia a entregarles armas una vez más, Qatar ha enviado un avión para
realizar las entregas, a pesar del embargo decretado por la ONU.
Durante
la noche del 8 al 9 de agosto de 2011, la OTAN limpió la colina de
Majer, elevación que pudiera servir de posición avanzada para la
defensa de Zlitan. La OTAN bombardeó granjas y tiendas de campaña que
albergaban a unas 20 familias de personas desplazadas por la guerra,
dejando un saldo de 85 muertos entre los que se cuentan 33 niños.
Fuente: Red Voltaire