Demente artefacto inconscientemente pop que emerge directamente desde los relocos años 60 para representar la corriente superheroica que medró en el ya de por si abigarrado y muy desprejuiciado seno de la ciencia-ficción japonesa durante su esplendor desde mediados de los 50 con la llegada directamente desde el subconsciente atómico de Godzilla en la memorable y clave Japón bajo el terror del monstruo, obra del fundamente Inoshiro (o Ishiro) Honda en 1954 u otras obras en paralelo como Tomei ningen (El hombre invisible, 1954) de Motoyoshi Oda y ya fronteriza con el thriller. Aunque lo cierto es que lo hace de manera ya algo tardía, en 1966, en relación al momento más fértil de este sub-género que conoció su esplendor productivo a finales de la década anterior con un conjunto de seriales que se comercializaría al extranjero, España incluida, como condensados que formaban películas y que, en origen, nacidos por la influencia que a su vez habían tenido las series americanas a cerca de Superman, cuyo enorme éxito popular provocó la idea de aclimatarlas a una óptica propia.Naciendo así personajes como Supergiant (en España directamente Superman en las tres entregas que se estrenaron y que daban cuanta, curiosamente de los capítulos dirigidos por el siempre sorprendente Teruo Ishii: Superman el invencible, Superman ataca a los platillos volantes y Superman contra la banda negra), que inauguraban una manera de hacer y de entender que abarca desde el popularísimo Ultraman, cuya serie de TV comenzó también en el año 1966, hasta aquellas otras que asaltaron a la muchachada desprevenida de mi generación como la entrañable Bioman (emitida por TVE) con su infecciosa cancioncilla de apretura o incluso el refrito americano de Super Sentai que supusieron los rdículos Power Rangers. Aunque esta variedad repleta de adolescentes que adquieren poderes, enemigos extraterrestres y robots gigantes sea, en puridad, una escuela aparte solo tangente con la superheroica.
El caso es q
ue nuestro cruzado de la capa será despertado involuntariamente de su letargo por unos héroes de la ciencia liderados por un ya incipientemente estelar Sonny Chiba, tras descubrir el mineral necesario para la fabricación de una lente que potencie un rayo dirigido a destruir un satélite en órbita hacia la tierra en una isla perdida que resulta ser, ahí es nada, un trozo emergido de una Atlántida medio egipcia, medio grecolatina, medio que se yo. Después de alguna escorribanda que otra contra los desopilantes esbirros en esquijama integral negro (y que se generan a partir de los disparos de una armas multiuso) de un inenarrable archivillano dispuesto a destruir el mundo -un enorme peluche maligno con cuatro ojos lanzarrayos y una mano mecánica que posee una nave subterránea con forma (fálica) de tuneladora, un trío de ayudantes a cada cual más indescriptible y una máquina capaza de duplicar humanos- el Murciélago de Oro decidirá ayudar a los cientihéroes en tan capital misiónCabe lamentar que las estrecheces presupuestarias impidieran que el film se rodase en color, como era la esperanza de Hajima Sato, porque ello hubiera colaborado decisivamente al acabado colorista ideal de este tipo de golosinas. Pese a todo, las arrobas de ingenio y descaro en los diseños y en la planificación de las secuencias más potencialmente ridículas (no hay temor a usar miniaturas o maquetas a lo Thunderbirds, por ejemplo) unidas al notable oficio de Sato para la puesta en escena o el manejo de un scope que hace parecer todo más de lo que realmente es (jugando con las posibilidades del encuadra, los planos en escorzo, etc….) o especialmente la consecución
de un ritmo frenético que acelera la transición de una escena a otra sin solución de continuidad con el objetivo de no dar tregua al espectador, tanto que se asfixia en su tercio final y llega realmente justa al remate, dejando sus mejores ideas y sus mejores artes de delicia camp en todo el bloque inicial y central donde si se goza a pulmón libre de un cine que, en palabras de propio Hajime Sato (Op. Cita) “… es una invitación a que al gente vea mi jardín; un jardín sin lirios ni rosas, solo flores silvestres, pero que, creo, también cumplen su función en este mundo”Ogon Batto
Director: Hajime Sato
1966
Japón
73 min.
Fotografía: Yoshikazu Yamasawa
Música: Shunsuke Kikuchi
Guión: Susumu Takaku
Reparto: Osamu Kobayashi, Koji Sekiyama, Sonny Chiba, Hirohisa Nakata, Wataru Yamagawa, Emily Takami, Andrew Hughes, Chako van Leeuwen, Yôichi Numata, Keiichi Kitagawa, Keiko Kuni